Crisis del Coronavirus

Estreno en plena pandemia: “Vamos poco a poco, pero la gente está cansada”

Cristina Álamos, empleada del establecimiento 'A por el pan'

El pasado 14 de octubre un nuevo local se abrió hueco entre la oferta de establecimientos logroñeses en plena crisis de la pandemia del COVID-19. Haciendo esquina con Avenida de la Solidaridad y Marqués de la Ensenada, ‘A por el pan’ ha nacido en una época de restricciones horarias, confinamientos y límites de aforo. No conoce otra cosa, aunque sí su dueño, con experiencia en la restauración y que, a pesar de las dificultades, decidió adentrarse en la aventura de emprender un nuevo negocio cuando otros colgaban el cartel de cerrado sin fecha de caducidad.

Una apertura que Cristina Álamos, empleada del establecimiento, tacha de “valiente”, a pesar de tratarse de un negocio que provee bienes de primera necesidad, entre otros. Porque en las baldas de ‘A por el pan’ también se cuelan golosinas que Cristina está autorizada a vender, “ya que la mayoría de productos de la tienda son alimentos básicos”. Productos sin gluten, lácteos y artículos de repostería y panadería componen principalmente el catálogo del local.

En apenas cuatro meses Cristina reconoce que el ánimo de los clientes ha cambiado: “La afluencia de clientes es similar, pero ahora, con las nuevas restricciones, se aprecia más tristeza. Aunque nos consuela que nosotros podemos seguir abiertos, el ánimo tampoco es el mismo cuando ves al resto cerrado. La gente acumula cansancio, está aburrida de esta situación, pero solo nos queda seguir aguantando. Realmente, cuando abrimos pensamos que lo más crítico de la pandemia iba a pasar pronto; no nos esperábamos esta tercera ola”.

Las compras se han reducido a lo estrictamente necesario y el carácter ahorrador se impone entre la clientela. “Nada de caprichos, menos caramelos o juguetes infantiles. No te lo dicen, pero ves que la gente busca guardar más la moneda”, asegura la dependienta. El miedo y la incertidumbre acechan también a quienes todavía acuden a su puesto de trabajo a diario.

Cristina, junto a sus otros dos compañeros empleados, comenzó trabajando 40 horas semanales, pero la escasa carga de trabajo obligó a reducir los turnos a 30 horas: “Nos alternamos las mañanas, tardes y fines de semana porque con una sola persona en la tienda es suficiente. Dentro de lo malo, no estamos mal, aunque veremos cuánto se alarga toda esta situación”.

Se muestra tajante al afirmar que, “aunque sea duro, se debería haber cerrado todo durante cierto tiempo porque se sigue viendo a mucha gente por las calles y parece que no ha entendido que, si no es necesario, es mejor quedarse en casa, cosa que no se ha apreciado el primer fin de semana de restricciones”. Cristina lamenta esa “normalización” de los datos sobre la evolución epidemiológica y reconoce que cada vez ve menos las noticias: “Parece que si el virus no te toca de cerca no importa cuántos muertos haya habido hoy, es como si ya no nos afectase”.

Las perspectivas a medio o largo plazo ya no existen para esta dependienta con un título en Educación Infantil: “Estoy esperando a que salgan plazas porque me gustaría trabajar de lo que he estudiado, pero mientras tanto tengo este empleo. Creo que muchos ya hemos dejado de plantearnos cosas a para un futuro tal y como está la vida. Vamos poco a poco”.

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