La Rioja

Navidad desde el hospital: “Mi mejor regalo es celebrarlo con mi madre”

María Trevijano: “Mi mejor regalo es celebrarlo con mi madre”

Espumillón rojo, luces por doquier, dos pequeños abetos sobre la repisa de la ventana, un Papá Noel, flores de Pascua,… En apenas quince metros cuadrados, un rincón de la cuarta planta del Hospital San Pedro rebosa de espíritu navideño entre sábanas blancas en un año marcado por la pandemia del COVID-19. Sin embargo, el virus queda lejos de la habitación 406. En su interior, casi once meses de dolor y esperas condensadas en un único afán: buscar una atención especializada y adecuada para Marianela.

Un 22 de febrero cruzó las puertas del hospital por su propio pie con una agitación y presión en el pecho. Poco después, un infarto y una parada cardíaca la situaban bajo la atenta mirada de los médicos. Estos hablaban de un fallo cardíaco de un cuarto de hora, “pero lo cierto es que no se sabe durante cuánto tiempo estuvo en ese estado sin que el personal médico se diera cuenta, ni la monitorizaron ni le hicieron pruebas”, relata su hija María Trevijano. Algo que llevó a la familia a presentar una denuncia por negligencia médica contra el centro.

Desde aquel día, Marianela no ha vuelto a pisar la calle. Eso sí, la compañía que más le ‘escolta’ es la de su familia. Su hija no descansa para que su madre pueda recibir, “por fin”, una valoración de su incapacidad que determine cómo está y qué ayuda debe recibir. “Esta misma semana, por primera vez en nueve meses y tras varios rechazos previos, acudieron a valorar su estado, pero parece que solo vinieron a comprobar si mi madre era dependiente o no, algo que ya sabemos de sobra porque apenas puede expresarse y necesita un cuidado y una atención continuos”.

Durante el camino de búsqueda de un centro adecuado probaron suerte en el Instituto Guttmann de Badalona, un hospital de neurorehabilitación, y después de “muchas llamadas, negación y mareos”, consiguieron que aceptaran hacerle una valoración de cinco días en el centro. Sin embargo, a fecha de hoy no han vuelto a tener noticias. La siguiente puerta a la que llamaron fue la de un centro privado de Mondragón, pero la experiencia en este caso fue “nefasta” y la mejoría de Marianela, “nula”, describe María, así que un mes después de su ingreso la trasladaron de nuevo al Hospital San Pedro.

“Aquí estamos a gusto y tranquilos porque la cuidan muy bien pero es muy triste que en la Rioja no haya ningún centro especializado para este tipo de pacientes”, apunta. La única opción viable en La Rioja es entrar en la Clínica Valvanera, pero las dos plazas que existen están ocupadas y María lamenta que todavía estén a la espera de que adapten otra habitación, tal como les dijeron desde el centro. Aún así, “en este centro tampoco podría recibir todo lo necesario para su bienestar”.

“Así que aquí seguimos, agradeciendo tener una habitación en el Hospital San Pedro, pero en busca de un centro especializado donde la atención recibida pueda estar a la altura de las necesidades de mi madre porque al tener 55 años no puede entrar en cualquiera. Al fin y al cabo, en el hospital apenas recibe una hora de rehabilitación a la semana y hemos contratado a una persona para que la acompañe durante las mañanas. Pero no es suficiente”, señala.

El esfuerzo económico que está haciendo la familia para sufragar los costes cada vez se hace más cuesta arriba: “He removido cielo y tierra para encontrar un lugar adecuado y mientras tanto seguimos afrontando todos los gastos. Necesitamos un tipo de ayuda que nos permita pagar a los especialistas que necesita mi madre y afrontar esta situación porque ella ha llegado a este estado por la falta de atención que sufrió aquel 22 de febrero cuando la dejaron en un ‘box’ hasta que se dieron cuenta de lo que le estaba pasando”, lamenta.

“Frustración y cansancio” son los sentimientos que más se palpan en esta familia cuyas vidas cambiaron antes de la llegada de la pandemia. Y el tiempo avanza sin que la Navidad pase desapercibida en la cuarta planta donde reside Marianela, “una gran amante de la decoración de estas fechas que culmina con los continuos dibujos que recibe de su sobrino”, aunque aun ritmo diferente.

Fuera, mientras las nuevas restricciones establecidas para los días navideños dejan un sabor amargo a más de uno porque no podrá juntarse con más de nueve personas o deberá abandonar los bares y cafeterías a las 20 horas, María solo tiene la vista puesta en un deseo: “Poder pasar la Nochebuena con mi madre. Ese sería mi mejor regalo, aunque lo realmente bonito sería poder cenar los cuatro juntos en casa”. Mientras tanto, las luces de colores siguen luciendo en la habitación 406.

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