Entrevista

“Me dicen valiente por atreverme a vivir, pero nadie debería tener miedo a ser él mismo”

En fase de recuperación, Nil ha dado un paso más allá en su proceso de transformación y acaba de realizarse una mastectomía. “Llevo desde el inicio de la transición esperando este momento. Estaba harto de usar un binder para comprimir mi pecho y disimularlo y, por supuesto, no poder quitarme la camiseta en público”.

Nil es uno de los jóvenes que ha decidido plantarse y decir basta, luchar por sus derechos y existir a su manera. Cientos de personas conviven actualmente con un secreto guardado bajo llave, un enigma que ni ellos mismos entienden pero que les crea una insatisfacción total con su cuerpo y género. Una situación que, tras mucho sufrimiento, ansiedad, inadaptación social, educativa y laboral puede dar un giro de 180 grados después de un duro y largo proceso que desemboca en una nueva vida. Todavía en reposo, Nil ha compartido con NueveCuatroUno sus experiencias, miedos y ahora, su felicidad.

– ¿Qué significa ser transexual?

– Ser trans se resume en tener un género diferente al que creías tener cuando naciste. Un conflicto entre tu sexo asignado y tu identidad de género. Una situación que crea mucha confusión para todo el mundo. Implica pararse a pensar, lo que hace que la gente se sienta incómoda y se ponga a la defensiva automáticamente.

– ¿Cuántos años tiene y cuándo se dio cuenta de que no estaba conforme con su género?

– Actualmente tengo veinte y todo empezó cuando conocí a un amigo que era trans. En ese momento empezó mi cabeza a dar vueltas. Algo no cuadraba y descubrir esta realidad me ayudó a atar cabos.

– ¿Costó aceptarlo?

– Depende sobre todo de tu familia y cómo te hayan criado. A mí desde niño me enseñaron a respetar a los demás ante todo, así que para mí fue más liviano. Pero la lucha interna siempre es muy dura.

– ¿A quién se lo contó primero?

– A un amigo trans, el cual me sirvió de ejemplo porque antes de conocerle no sabía que esto existía. Solo había visto a Alba de ‘La que se avecina’ y me parecía una broma de mal gusto, nada más.

– ¿Cuándo dio el paso?

– Esperé a los 18 años para decírselo a mis padres porque había oído casos de gente que se había quedado en la calle y quería tener opciones. Me rapé el pelo, me puse la ropa con la que me sentía cómodo y fui directamente a mis padres para decírselo.

– ¿Cuál fue la respuesta?

– Afortunadamente, mi entorno más cercano lo aceptó, pero sí que hubo alguna persona que se ofendió por no haberlo dicho antes y dejó de tener relación conmigo.

– ¿Ha tenido sentimientos de culpa o vergüenza alguna vez?

– Yo no. Soy fuerte y racional en ese sentido, pero gente a la que conozco sí. Lo peor es que se culpan por cosas que no pueden cambiar y eso es una espiral de autodestrucción.

– ¿En qué consiste el cambio físico? ¿Cómo es el proceso?

– Innecesariamente largo. Primero hablas con tu médico de cabecera, que te deriva, si quiere, al psicólogo o psiquiatra, quien te da permiso para empezar con la transición tras una evaluación que confirme que se trata de un verdadero caso de transexualidad. Vuelves al médico, y esta vez te manda al endocrino, quien te pide análisis de sangre. Una vez con los resultados en la mano podrás o no comenzar a hormonarte. Un mes más tarde te citan para ver qué tal vas y a los 3 meses de nuevo. La hormonación es un proceso largo y las dosis dependen de cómo las tomes. En mi caso son inyecciones cada dos semanas.

– ¿La serie de ‘La Veneno’ está ayudando a visibilizar el tema de la transexualidad?

– No la he visto aún porque estoy decepcionado con la representación trans en la televisión y el cine, es decir, actores cisgéneros (persona que se identifica con el género que se le ha asignado al nacer) no deberían hacer de personajes trans al igual que personas blancas no interpretan a personas negras. Le daré una oportunidad porque tiene una actriz trans haciendo de una chica trans, pero por ahora no he visto muy buena visibilización ni representación trans en cine y televisión española.

– ¿Cómo ha cambiado su vida?

– Sin duda, a mejor. En todos los sentidos. Superé una depresión en la que ni era consciente de que estaba y empecé a quererme y a cuidarme más. Socializar se hizo más fácil y las relaciones más estables. Me imagino que lo que pase en adelante dependerá de mí, pero descubrir lo que soy me dio la oportunidad de empezar a decidir mi presente y futuro.

– Hoy en día, ¿a qué problemas se enfrenta una persona trans?

– La exclusión laboral y social es increíble: o encajas en su sistema o no te quieren. El Gobierno tampoco ayuda. Hay muchos trámites muy lentos que literalmente detiene tu vida. Tienes que esperar dos años para poder cambiar tu DNI, dos años en los que demuestras que eres un hombre por tu aspecto pero como un papel pone lo contrario te niegan muchas cosas por creer que es falso.

Además, problemas mentales como ansiedad y depresión que pueden derivar en autolesiones e ideas suicidas, todos originados en la infancia, forzándote a ser lo que no eres a toda costa. Sin olvidarse de los trastornos alimenticios, disforia y dismorfia, todo relacionado con tu físico.

– ¿Cuesta ser trans en La Rioja?

– La sociedad está muy estancada. Todavía se habla de la transexualidad como una enfermedad, cuando la OMS ya la ha descatalogado como tal. Te insultan, pero generalmente a tus espaldas. Te deniegan tratamientos porque no saben el protocolo y te tratan con un nombre cuando tú ya has pedido que lo eviten. Parecemos cobayas de laboratorio.

– ¿Cuáles han sido o son sus mayores miedos?

– Básicamente hacer daño a la gente que me importa. Lo hice cuando salí del armario, porque todos empezaron a vivir con miedo por mí, por el qué dirán, por si un día me pegan una paliza y no vuelvo a casa… Me llaman valiente por atreverme a vivir, pero nadie debería tener que ser valiente para ser él mismo.

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