Crisis del Coronavirus

La segunda ola del COVID-19 ya supera a la primera en número de casos

La segunda ola de la pandemia ya supera a la primera en número de casos

Han pasado exactamente veintiséis semanas desde que el coronavirus llegó a La Rioja. En el medio año transcurrido desde la notificación del positivo de aquel sanitario riojano de Txagorritxu, la sociedad ha tenido que aprender a convivir con la presencia del COVID-19, que se ha cobrado ya más de 400 vidas y ha contagiado a más de 8.000 personas en la comunidad. Términos como ‘PCR’, ‘caso activo’, ‘incidencia acumulada’, ‘cribado masivo’ o ‘asintomático’ se han incorporado a nuestro lenguaje cotidiano. Y lo peor es que no sabemos cuánto tardaremos en olvidarlos, porque la pandemia parece que va para largo.

De hecho, este mismo viernes se ha registrado uno de esos grandes puntos de referencia en la evolución de la crisis sanitaria: la segunda ola ya supera en número de contagios a la primera, que afectó a 4.008 personas entre el 1 de marzo y el 11 de mayo.

Con la perspectiva del tiempo, y teniendo en cuenta que el segundo embate de la ola aún no ha concluido, se pueden establecer claras diferencias entre las dos ofensivas de la epidemia en La Rioja. La más notable es el saldo de vidas humanas que se cobró la primera, mucho mayor que el actual: si entre marzo y mayo murieron 346 personas, desde entonces hasta este viernes esa cifra ha logrado reducirse la letalidad del virus un 82 por ciento, sumando ‘solo’ 63 muertes en la segunda ola. Dicho de otro modo, la mortalidad de la enfermedad se ha reducido un 82 por ciento en esta segunda acometida de la epidemia.

También ha caído en picado la presión asistencial en la etapa veraniega de la crisis. El pico de hospitalizaciones se alcanzó el 3 de abril, con 431 ingresos simultáneos, y en septiembre la máxima incidencia hospitalaria se produjo este pasado miércoles, con 111 personas ingresadas por COVID-19, lo que implica un descenso del 74 por ciento en la presión hospitalaria.

Más casos, menos graves

Dos han sido los factores clave para explicar la mejora en la respuesta a la pandemia por parte de los servicios sanitarios. El primero de ellos, el lógico aprendizaje de los facultativos (sumado a un mayor equipamiento de EPI) para cuidar de los casos más graves en los hospitales. Pero, sobre todo, la capacidad del sistema para identificar a pacientes asintomáticas o en fases sintomáticas muy leves de la enfermedad, anticipándose de este modo al previsible agravamiento de los casos.

Aunque si hay una enseñanza que nos ha dejado el virus desde que irrumpió en nuestras es la receta para combatirlo: si mantenemos la distancia social y reducimos la movilidad su incidencia cae en picado (Alfaro redujo en dos tercios sus casos activos durante la semana de confinamiento), pero si bajamos la guardia apenas tarda unos días en recuperar el terreno perdido.

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