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Blanco: fundido a negro

La histórica sastrería de Portales, abocada al cierre si no encuentra un traspaso urgente

Entre esas tardes de la infancia que, según Paul Bowles, solo acudirán a la memoria cuatro o cinco veces en la vida hay una muy remota que me lleva de la mano de mi madre al fondo de una tienda de ropa de caballero, en la calle Portales (aún General Mola). En aquella sastrería, Blanco, había trabajado ella de mozita y por esa época, primeros setenta, aún hacía alguna chapucilla con la que redondear una economía donde nunca faltó, pero en la que tampoco sobraba.

El recuerdo de aquella escena (el frufrú de sedas e hilvanes, el traqueteo de las Singer, los aceros que hacían silbar las tijeras, aquellas figuras encorvadas sobre telas que luego serían chalecos…) se me antoja hoy una estampa que, ya entonces, parecía sacada de un tiempo antiguo y terminal. Ahora, y si un traspaso urgente no lo remedia, uno de los últimos comercios históricos que le quedan a Logroño bajará su verja para siempre.

Enrique Blanco Lac venía de trabajar en los almacenes San Pedro (en el otro extremo de la calle, donde hoy se encuentran las oficinas de la Consejería de Hacienda) cuando funda la sastrería en 1954. Pintor con calle, el taller que era su negocio lo convirtió también en el estudio donde satisfacía su pasión, y cintas métricas y botones convivían con óleos y caballetes. Para una vez al año transformarlo en sala de exposiciones donde colgaban su obra los artistas del Grupo Revellín: Jesús Infante, Tomás del Santo, Vicente Gallego y él mismo. Cuando a partir de los años sesenta su hijo Enrique se hizo cargo del negocio familiar, Blanco Lac se pudo permitir entregarse exclusivamente a su pasión.

Blanco Lac, en su estudio-taller en los primeros años sesenta

Aunque mantiene el rótulo de sastrería, desde 1985 el comercio se dedica a la venta de artículos de confección de caballero ‘prêt-à-porter’. Enrique Blanco se jubila en 2012 y de la tienda se hace cargo Julio Gómara, que anteriormente dirigía Dernos Moda Hombre y a quien también le viene de herencia la querencia por los paños, pues su padre, Joaquín, trabajó en otro establecimiento clásico del Casco Antiguo, los desaparecidos almacenes San Bernabé.

A un paso de la jubilación, la idea del traspaso se ha visto acelerada por la crisis del coronavirus, que lo ha dejado “jodido: no se vende y hay que pagar gastos”. Si ese traspaso no lo remedia, echará el cierre en diciembre como muy tarde. Realista, asume como “improbable” el cambio de manos, “pues ahora no se va a mover nada”. También ve difícil que el local pueda albergar en el futuro otra tienda de ropa, “porque es demasiado grande, son muchos metros”.

Julio Gómara, actual propietario de Blanco

Si cierra Blanco, casi se podrán contar con los dedos de una mano los negocios históricos que sobreviven en la que fuera principal arteria de la capital. La Golosina, El Plus Ultra, Cerezo, Dulín, La Roja… En esta última, más que centenaria, trabajaba mi padre cuando conoció a mi madre. Portales, por lo que me cuentan, era tal cual la retrató Bardem en ‘Calle Mayor’, rebautizada por los sicalípticos logroñeses como ‘El paseo de la goma’. Quien precise de una explicación, que le pregunte a sus mayores.

La sastrería, en los años cincuenta

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