No es fácil sobrellevar el confinamiento. Para nadie. En ningún sitio. La situación de aislamiento y crisis en los centros de menores se antoja aún más complicada porque es “muy difícil” mantener la distancia de seguridad pautada y, al principio, no contábamos con material de protección”, explica Rodrigo, trabajador de uno de los centros de Logroño (prefiere no revelar en cuál en concreto).
Miedo, incertidumbre y desconfianza eran los sentimientos más comunes de los trabajadores cuando la pesadilla comenzó. “No sabíamos qué iba a pasar. Te pilla de improviso, te da pánico ir a trabajar y pensar que te puede tocar a ti. A medida que pasa el tiempo vas tomando conciencia y ves que la cosa se va normalizando, aunque dentro de la anormalidad”.
Poco a poco las medidas de protección fueron llegando. “Tarde, pero como en todos los sitios. Sabemos que el material se ha ido entregando conforme lo ha recibido la empresa, pero de test… nada de nada. Los jóvenes han estado aislados en todo momento, ¿pero quién nos dice que los educadores no nos hemos contagiado un día yendo a comprar?”.
En un primer momento la situación en los centros daba vértigo, aunque son positivos. “Los chavales lo han sabido llevar muy bien. Hemos intentado mantener la dinámica y la rutina dentro de nuestras posibilidades, llevando a cabo muchas actividades como manualidades o deportes para que no estuvieran pendientes de lo que pasaba fuera y estuvieran entretenidos”.
La normalidad ha reinado en el centro en el que trabaja Rodrigo, desarrollando las actividades habituales, como su tiempo de estudio, su espacio de ocio, televisión… “No podemos olvidar que han estado durante dos meses en un búnker sin ver a sus amigos o compañeros de clase. Siempre con la misma gente. Si eso es duro para todos, imagínate para los niños”.
Afortunadamente, la cosa no ha pasado a mayores en cuanto a contagios en este centro, pero Rodrigo no entiende cómo el Gobierno no ha sido capaz de dotarles de test cuando, desde un principio, les incluyeron como esenciales dentro del sector sanitario. “Es incomprensible e inadmisible”.
