San Mateo

El costumbrismo como forma de vida

Foto: Eduardo del Campo

El costumbrismo es nuestra expresión artística preferida. Somos gente tradicional. Si algo funciona, para qué tocarlo. Los seis toros seis, a las seis. Y en el comercio, fiesta por convenio. Y en el albero, un pestiño de corrida para maldecir la tauromaquia: “No vengo más”. Y un amago de romper el abono. Vermú, café, copa y toros. San Mateo. Y a la tarde siguiente, otra vez la misma historia. Y al año siguiente, la misma piedra con la que tropezar. Y así, la vida logroñesa. El costumbrismo. Tarde de expectación…

A media tarde, con la calle Laurel casi vacía, una pequeña luz en El Sebas amenazaba tortilla y bocatita de hígado con picante. “¿Está abierto?”. Y el mascullar resignado del camarero: “Sí, sí, pasad. Si sois rápidos…”. Las costumbres logroñesas. La última hora. La confianza con el bar de siempre. Un par de vinos y a funcionar. Con el suelo ya limpio y el mostrador a medio recoger, una última hora para coger fuerzas antes de la siesta.

La siesta, en la plaza de toros de La Ribera. Mano a mano entre Antonio Ferrera y Paco Ureña para olvidar. Una corrida que bien podría ser una etapa llana del Tour de Francia en la que no pasan de Teledeporte a La 1. Para qué. Una tarde plomiza con el tedio como constante. Sin poder escapar del plástico del coso logroñés como refugio ante la nada. Las costumbres nunca hay que perderlas, a ver si ahora vamos a tener una feria taurina como las de antes y nos pensamos que estamos en Bilbao. Ellos nacen donde quieren. Nosotros nos conformamos con lo que nos dejan.

Y en Logroño nos conformamos con nuestras costumbres: si hay toros no hay toreros (o viceversa). Lo siento por Núñez del Cuvillo. “El prodigio de la alquimia genética” no ha funcionado y el ganadero debería pedir perdón a la afición de Logroño por los seis toros que hace unos días montó en un camión pensando que eran dignos de ser toreados en la capital riojana. Ni fuerza ni casta ni bravura ni nobleza. Ni nada de nada. Seis trozos de carne con dos cuernos. La vergüenza.

Paco Ureña | Foto: Eduardo del Campo

Aceptamos el pulpo como animal de compañía, pero no estos toros. El colmo fue el sexto, devuelto a los corrales por la vergüenza de tragar con cinco hermanos de camada infames. Son las costumbres de Logroño y hay que respetarlas, pero la tomadura de pelo de esta tarde quedará para el recuerdo. Por eso, el sobrero de Domingo Hernández abrió la puerta grande para Paco Ureña. Un buen toro que no habría pasado de una oreja en una tarde normal de feria y que hasta dio la vuelta al ruedo. Que sigan los regalos. Lo que no hizo el otro día ‘Cazatesoros’ tras pasar por las manos de Cayetano, este lunes sí lo hacía un simple torillo.

Son las costumbres de Logroño y hay que respetarlas. Y luego se preguntarán que por qué están las plazas vacías. El costumbrismo nos acabará matando.

Subir