Se nos acopla otro grupo que estaba de despedida también. Unos chicos de Teruel. Se nos presentan super majos, que quien se casa, y que quienes teníamos pareja. Cosa que por cierto lejos de molestarme, me parece guay porque así se evitan situaciones incómodas. Todos sabían quién tenía pareja, quién estaba casado y quién soltero. Todo estupendo, hacemos pandilla y seguimos de fiesta.

El único tío soltero de la otra despedida me dice (claramente de coña) que está enamorado de mí y que qué pena que tenga novio. Me lo tomo con humor y sigo a lo mío diviertiéndome y charlando con todo el mundo.

Al rato, aparece un chico de esta misma despedida que había estado apartado todo este tiempo (no sé por qué), me lo presentan sus amigos y me empieza a soltar un discurso de como soy una calentona que va de buenas a pesar de tener novio y que, para colmo, “no soy tan guapa como para tenérmelo tan creído, que soy la típica que voy dando bola a los tíos cuando tengo novio”.

Imaginaos mi cara.

O sea, todo esto por no ser una perra antisocial, que a pesar de haber sido de lo primero que dije sobre mí, que ya tiene tela, no puedo hablar con otros hombres porque claro, eso es seducirles. Y para calentar y no hacer nada, que mejor me quede en mi p… casa.

Obviamente, no es la primera vez que me pasa, pero nunca se habían sobrado tanto conmigo ni tan descaradamente. Sólo quiero decir, por si hay dudas, tanto a vosotras como a vosotros: tener pareja nunca debería ser un impedimento para tener vida social. Ser simpática con el sexo opuesto y tener conversación normal con otros hombres no es calentar.

Y a todo esto yo había dicho de primeras que tenía novio, cosa que sinceramente no tendría ni que hacer. Ah, y esto le hará especialmente gracia a los que me conozcan personalmente porque soy una persona muy poco cariñosa, odio el contacto físico sobre todo con extraños y es muy jodido confundir mi “estar normal” con un ligoteo.