La Rioja

“Nunca he perdido la fuerza de voluntad”

Una dura historia trajo a Alfredo a La Rioja antes de que su currículum se ‘viralizara’ en las redes sociales

Hay personas que cuentan con un don especial no siempre reconocido. Es en la adversidad cuando aflora el verdadero carácter, la pasta de la que estamos hechos, y algunos de nuestros semejantes gozan de una resistencia sobrehumana. Alfredo resume en una frase la dualidad de la vida: “Nunca me había imaginado durmiendo en la calle o en un cajero, pero el espíritu de superación y la fuerza de voluntad no los he perdido jamás”. Su historia nos recuerda que la fortuna y la desgracia son realidades separadas por una línea en ocasiones extremadamente finas.

Estos días hemos contado en NueveCuatroUno cómo un chico de Haro le tendió un cable ‘viralizando’ su currículum en las redes sociales y cómo una empresa de Cenicero le ha brindado una oportunidad laboral a partir de ese reclamo. Lo que no conocíamos hasta ahora era el relato de cómo este superviviente ha acabado en La Rioja, que es de esos que te sacan de un plumazo de tu zona de confort.

“No he vuelto a hablar con Pedro, pero no sabría qué decirle; solo le daría un abrazo”, explica visiblemente emocionado. No será la única vez que las lágrimas le empañen la mirada mientras relata el mes y medio que lleva en La Rioja luchando cuerpo a cuerpo contra la precariedad.

A sus 53 años, Alfredo recaló en Haro tras haber trabajado en Aragón en las campañas de la pera y la manzana. Allí tuvo la suerte de coincidir con Lolo y Carlos, una pareja de Épila que le abrió su corazón y le dio alojamiento y ropa limpia, aunque sus problemas surgieron mucho antes.

Almería

Nada le hacía vaticinar su situación actual hace no demasiado tiempo en su Almería natal. Felizmente casado, con un hijo como la alegría de la casa y un empleo de aquellos que invitaban a planificar un futuro perfecto. De repente la empresa en la que trabajaba cayó como tantas otras durante la crisis, pero eso no fue lo peor.

La enfermedad le golpeó más fuerte que el paro, porque no lo hizo sobre él sino sobre su hijo, que sufrió un derrame cerebral que se llevó consigo la felicidad del núcleo familiar. Los costes de sus cuidados mermaron los ahorros del hogar, pero la angustia acabó erosionando la relación de pareja hasta la ruptura final.

La Rioja

Alfredo volvió a echar mano de uno de sus más preciados tesoros: su fuerza de voluntad. Se levantó de la lona y el destino le hizo coincidir con su actual pareja, que le regaló un bebé que ahora tiene 23 meses y ocupa la mayor parte de sus pensamientos. El corazón estaba sanado, pero el problema del trabajo seguía sin resolverse.

“Del subsidio no comen tres personas y me planté en la La Rioja de un salto”, explica, recordando que “me he andado todos los polígonos de Zaragoza, Vitoria y Logroño” en busca de un empleo lo más similar posible al de operario industrial que hasta entonces había desempeñado.

Fue entonces cuando apareció en su camino la vendimia o, mejor dicho, uno de los tantos canallas que se aprovechan de ella para el más inmoral de los lucros: “Estuve vendimiando en Haro a través de un intermediario que conoce a todos los agricultores de la zona y que, si me tenía que dar siete euros y medio se quedaba él con cuatro, además con modos despectivos. No me dio alojamiento y me gasté lo poco que ganaba en dormir en una pensión”.

Al final no denuncias porque supone estar dos años esperando a que te den lo que se te debe e implica meterte en jaleos con una familia que te puede ocasionar un problema tras otro; o aceptas esas condiciones o no trabajas”, señala, resignado. Y así es como Alfredo se vio inmerso en una de esas espirales que por desgracia se suceden otoño tras otoño y que resultan invisibles para los balances de vendimia de una de las regiones vitivinícolas más prestigiosas del mundo.

El desenlace de su historia pasa por el fortuito encuentro con Pedro, su currículum circulando por Facebook y su oportunidad laboral en Cenicero. Un final feliz si no fuese porque a Alfredo le queda un problema por resolver: “Entro a trabajar a las 6 de la mañana y me veo obligado a dormir en un cajero porque todavía no tengo recursos para pagar una pensión”.

Ha barajado la posibilidad de dormir en albergues, pero la ha desestimado porque “no hay combinación de autobuses que me permita llegar al trabajo en hora”. Por eso subraya que “mis expectativas pasan por mantener el empleo, encontrar una vivienda de alquiler y traerme a la familia a La Rioja cuando la economía lo permita”.

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