El atroz crimen de uno de los vecinos más queridos del municipio ha vuelto este viernes a conmocionar a los habitantes de Cuzcurrita de Río Tirón. El habitual sosiego de uno de los pueblos más coquetos de La Rioja se ha quebrado desde primera hora de este viernes, cuando la irrupción de decenas de vehículos de la Guardia Civil ha reeditado el terrorífico escalofrío que sacudió sus calles en la mañana del pasado 2 de mayo. Aquel día, Cuzcurrita amaneció con la noticia del brutal asesinato de Guillermo Castillo y este viernes -casi nueve meses después- los investigadores han vuelto a la bodega que regentaba en busca de certezas que expliquen su macabro asesinato.
La localidad ha quedado perimetrada alrededor de las nueve de la mañana por efectivos de la Guardia Civil, quienes han recorrido varios puntos del municipio con los presuntos asesinos. El portavoz de la Benemérita, Miguel Ángel Sáez, ha detallado que «prestamos colaboración a la autoridad judicial, que ha ordenado esta reconstrucción con el fin de tratar de averiguar lo que hicieron los dos detenidos paso a paso.
En esta reconstrucción, que se centra en la vivienda y los alrededores, participan, junto a la Guarida Civil y los representantes del Juzgado de Instrucción número 1 de Haro, los dos detenidos, sus abogados y el abogado de la familia del asesinado, Marcos García Montes, que ejercerá la acusación particular en el juicio que en las próximas semanas acogerá por esta causa la Audiencia Provincial de Logroño.
Varios vecinos de Cuzcurrita, entre los que figura Yolanda Castillo, hija de la víctima, se encuentran en las inmediaciones de la vivienda de Guillermo Castillo, de 78 años, cercana a su restaurante, ‘Bodega Guillermo’.
Por primera vez desde aquella madrugada de mayo, los presuntos asesinos de Guillermo han vuelto a pisar las dependencias del número 6 de la Travesía de la Posada donde, según los investigadores, asaltaron al hostelero durante la noche, le robaron un copioso botín -la localidad había atraído a numerosos turistas los días previos- y acabaron con su vida, encerrándolo después en una despensa.
Los dos detenidos, de 38 y 53 años, que residían en Logroño y Laserna (Álava) respectivamente, tienen un amplio historial delictivo y, el día del asesinato, uno de ellos disfrutaba de un permiso carcelario y el otro portaba una pulsera de control telemático para la reinserción de las personas presas.
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