Día de Todos los Santos, y en cada cementerio de cada una de las localidades riojanas se repite la misma tradición, que sirve para honrar la memoria de los que ya no están entre nosotros. Muchos, los días previos a esta festividad de los difuntos, han acudido en silencio, cepillo en mano y pañito mojado, para adecentar lápidas y nichos de cara a que el lugar que ocupan sus seres queridos luzca en una jornada de reencuentro íntimo, personal y muy familiar.
Es el día para ir a saludar de nuevo a los abuelos, a los padres, a los tíos… a los que ya no están pero formaron parte de una vida en común. Se acude a recordar su memoria, desde Alfaro hasta Valverde, desde Haro hasta Cervera, en el valle o en la sierra, los riojanos acuden a los cementerios para depositar unas flores, y compartir algún recuerdo.
Las familias, unidas, aprovechan, seguro, para explicarles a los más jóvenes quiénes son esas personas y lo importantes que han sido en sus vidas. Se trata de recordar a los seres queridos y en este 1 de noviembre se hace, desde siempre, de forma presencial. Es el día de los difuntos en La Rioja, en el que los cementerios, con verdaderas obras de arte funerario, abren las puertas al recuerdo.
