La Rioja

La lacra del suicidio en los menores: “Sienten la necesidad de dejar de sufrir”

En 2022, según los datos publicados por el INE, han fallecido por suicidio y lesiones autoinfligidas treinta personas en La Rioja. Si hablamos de niños, el suicidio ya se ha puesto a la par de los accidentes de tráfico como las primeras causas de muerte no natural por encima del cáncer y las enfermedades del sistema nervioso.

Un crecimiento que preocupa tanto a la sociedad como a las instituciones, que han puesto el foco en el bienestar emocional de los ciudadanos. Actualmente, tal y como señala Patricia Vega, profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de UNIR y experta en planes de prevención del suicidio, se registra un tres por ciento más de solicitudes de ayuda en salud mental, un incremento que “afortunadamente nos habla de una clara concienciación, pero también de un empeoramiento en la calidad de la salud mental de los menores”.

Según Patricia, estas complicaciones tienen que ver con todo lo que envuelve al niño o adolescente: “Ahora, ambos progenitores trabajan fuera de casa, los menores pasan mucho tiempo institucionalizados, si no están en el colegio están en actividades extraescolares…. Les falta el apoyo familiar que probablemente en otras generaciones sí había y se sienten más solos”.

La psicóloga advierte que cuando una persona, tanto niño como adulto, intenta suicidarse es porque no se encuentra bien y no encuentra salida a su problema. “No es necesario que tenga un trastorno, puede estar en un periodo malo que luego se convierta en una depresión, o puede que no”. Es más, en los jóvenes es más común el denominado ‘suicidio impulsivo’. “A causa de un problema que puede ser amoroso, escolar… se encuentran por primera vez ante una emoción tan embargante y tan negativa que no soportan y no saben gestionarla, y la salida es quitarse la vida”.

A esto se suma la falta de herramientas y estrategias para superar esa situación. “Sienten que no saben cómo solucionar el problema”. Vega subraya que la gran mayoría de personas que comenten un acto suicida comentan que “yo quiero dejar de sufrir, pero como no encuentro la manera, tengo que dejar de vivir”.

En el entorno escolar y en casa

Los centros escolares y los docentes no son ajenos a esta problemática que se ha convertido en una pandemia en los últimos años, y muchas veces se sienten desbordados. “Es fundamental psicoeducar, tanto a profesores como a alumnos. Toda la comunidad educativa tiene que saber qué es el suicidio, lo que implica, qué hacer si tengo estas ideas, a quién acudir, cómo expresarlas y cómo pedir ayuda”.

Una educación necesaria para que los docentes reconozcan ciertas señales de alarma, “que a veces no tienen que ser obligatoriamente la antesala de un suicidio, pero que sepan ver que el niño no está bien”. Entre las señales, la experta de UNIR afirma que el indicativo más claro es que lo manifiesten de manera explícita con frases como ‘no quiero vivir’, ‘me quiero morir’, e incluso ‘me quiero suicidar’. “Si un niño dice esto, aunque nos parezca que lo dicen de broma o exagerando, hay que hacerles caso”.

Y aquí llega otro conflicto de padres y profesores: “Por hablar de ello, ¿tendrá más ganas? Quizás si no trato el tema se le olvide…”. Patricia es contundente. “Si se le habla de manera adecuada, va a entender que esto es un síntoma que va a desaparecer, que ese malestar va a desaparecer”. Además, añade que hoy en día en las redes sociales se romantiza el asunto del suicidio, “por ello es fundamental que tengan una información adulta y veraz de que el suicidio es algo serio y una solución eterna a un problema transitorio”.

Porque para cada persona un problema adquiere una dimensión muy diferente y lo que a los adultos les parece una tontería, para los niños es un mundo. “Aquí vuelve a ser imprescindible la buena comunicación en casa. Sabemos que en la adolescencia los chavales se cierran, por eso hay que hacer un esfuerzo por hablar con ellos, saber qué sienten. Tienen el miedo de que haya consecuencias, pero en eso se fundamenta la educación”.

Aquí entra en juego otra de las claves para tratar el asunto: la coordinación entre padres y profesores. Y es que a veces, tal y como indica la experta, “los docentes dan por hecho que en casa se sabe todo lo que está pasando, y en muchos casos no es así, ya que los chavales buscan la manera de que sus padres no se enteren”.

“La infancia y juventud son momentos claves para explicarles a los chicos qué hacer cuando se sienten de una manera u otra, darles estrategias para que hagan frente a la situación y evitar así que en su edad adulta no se recrudezcan esos sentimientos”.

Patricia Vega defiende que los centros escolares son el mejor medio para implementar charlas educativas ya no solo del suicidio, sino de trastornos de ansiedad, depresión. “Tenemos muchas horas durante esta etapa para informarles de los síntomas, de cómo gestionarlos, de a quién tiene que acudir. Y a la vez, poner en marcha desde el centro protocolos e actuación y prevención”.

La profesora de UNIR concluye haciendo hincapié en la importancia de tener en los colegios entornos seguros donde los estudiantes puedan hablar con total libertad de sus problemas. “Así se prevendrían muchos suicidios y crisis de ansiedad. Se trata de salvar al niño para que en un futuro no presente problemas de salud mental”.

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