La Rioja

De dos a nueve: el renacer de la escuela rural en Cornago

El renacer de la escuela rural en Cornago: este curso contará con nueve alumnos

El curso pasado el silencio reinaba en el colegio de Cornago. Un silencio atronador que evidenciaba una de las mayores preocupaciones del entorno rural: que desaparezcan sus colegios. Oier y Dioni jugaban solos al fútbol en un patio en el que, de vez en cuando, su profe, Guillermo, ejercía de Iker Casillas para que los chavales tuviesen uno más al que enchufarle sus goles. Perteneciente al CRA Valle del Linares, los dos pequeños, que el curso pasado estudiaban quinto de Primaria, eran los únicos alumnos que cada día iban y venían al pequeño centro de la sierra riojabajeña.

Aunque la ley marca que con menos de tres alumnos el colegio hubiese podido desaparecer, se esperó buscando la supervivencia del centro y así evitar que las dos familias tuviesen que desplazar a los niños a otros centros educativos de municipios cercanos. Esquivar la ‘muerte’ del pequeño colegio pasaba por la creación de un aula de primer ciclo de infantil. Tras unos retrasos en las obras, a finales de enero pudo ponerse en marcha y el colegio comenzó a despuntar. “Era importante hacerlo porque la guardería de Cervera estaba llena y había padres que tenían que llevar a los niños a centros de Navarra”, comenta Ana Isabel Gil, directora del CRA.

Cinco pequeños comenzaron entonces su educación en el ‘cole’ dándole un respiro para poder continuar con las clases y que el colegio, y con él la vida infantil en el pueblo, no desapareciese. Gracias a esa paciente espera y al esfuerzo que se realizó entonces se consiguió el propósito esperado. Este curso son nueve los niños que acuden cada mañana al colegio. Cuatro pequeños están en las aulas del primer ciclo de infantil y cinco en las aulas de Primaria.  “Esto asegura la supervivencia del colegio al menos para el próximo curso también”, dice  Ana Isabel que va paso a paso, partido a partido.

Y es que tener un ‘cole’ abierto no sólo supone un servicio básico para las familias que viven allí sino que además supone fijar población e incluso atraerla. “Hay familias que encuentran trabajo por la zona y deciden si viven aquí o no en función de si hay o no colegio”, asegura Guillermo Vidan, profe del cole.

Ana es la madre de Haritz. Desde hace un tiempo viven en Valdeperillo una aldea de Cornago. Son sólo cinco habitantes y ellos se han mudado al pueblo donde “se crió mi abuela y donde no ha dejado de acudir cada verano, cada puente”. Ahora es su residencia permanente y Haritz es uno de esos alumnos nuevos que permiten que el cole tire hacia adelante.

Con él y con sus nuevos compañeros el bullicio ha vuelto al colegio. “Da gusto escucharlos, un colegio necesita bullicio”. Guillermo está feliz. Los 148 kilómetros que hace al día para llegar al cole son compensados por la labor que se realiza en él. “La escuela rural ofrece una posibilidades que son imposibles en los colegios urbanos”. Son una clase particular continua pero además ofrece recursos impensables en otros centros como que mayores y pequeños compartan aula, actividades y compromisos. “La dinámica es parecida a la que cualquier otro colegio, en un primer momento explico lo que vamos a hacer en cada hora y luego ellos van haciendo las tareas o escuchando las explicaciones, si hay que repetir algo porque no se ha entendido no supone ningún problema”.

Los primeros días están siendo muy especiales allí. “Los chavales están viniendo encantados estos días, y eso que aún no se conocen bien”, asegura Guillermo. En cuanto a su trabajo…”Es más rápido que el año pasado que nos podíamos entretener más con determinadas materias, pero también más ameno y más gratificante; estos días las horas se me están pasando como segundos”.

 

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