La Rioja

“En los campamentos tienes que ser un poco madre, padre, guía y, sobre todo, niño”

Son una parte fundamental de los campamentos y, en muchas ocasiones, marcan la diferencia en la experiencias de los jóvenes. Son los encargados de planificar las actividades, explicarlas, ponerlas en práctica y vivirlas incluso más intensamente que los propios niños. Son los que enseñan jugando, los que cuidan. Son los monitores.

Para Alicia Belsué este verano ha sido su primera vez en esto de los campamentos. Es profesora de danza y lleva más de diez años trabajando con niños, pero nunca “había vivido una experiencia tan fantástica”.

Durante estos meses se ha embarcado en un proyecto “precioso” que se desarrolla en Abioncillo, una localidad de Soria. “Más bien un pueblo-escuela donde enseñamos lo que eran antes los oficios y todo lo que ofrece un pueblo. Muchos niños vienen de Madrid y nunca han visto una gallina o se ha bañado en un río. Precisamente eso es lo que me llamó la atención de este proyecto, ese trabajo por inculcar a los chavales el valor del entorno, de la naturaleza”.

Y eso es lo que hace Alicia, que ha llegado a Abioncillo como monitora de Expresión Corporal y Canción. “Lo que más me gusta es enseñarles a ser parte de este espacio tan grande y precioso y demostrarles que se puede vivir perfectamente sin todo lo que tenemos ahora. Se puede estar en la plaza del pueblo con una guitarra, darse un paseo y respirar aire puro, disfrutar en el río… Esos son verdaderos tesoros”.

Para Alicia también está siendo un tiempo de aprendizaje. “Lo que más me está gustando es darme cuenta de que tengo las mismas ganas o más de compartir con ellos todo lo que hacen, de vivir como ellos”. Y es que como monitora se ha dado cuenta de que “tienes que tener un poco de niño, pero también de madre, padre y guía. Tienes que llevarles de la mano, acompañarles e intentar enseñarles todo lo que sabes, tienes y puedes”

Porque como bien recalca Alicia, cada persona tiene algo especial que aportar. “Cada uno tiene su especialidad y es muy enriquecedor para todos, pequeños y mayores, aprender de música, idiomas, danza, naturaleza… Enseñar y compartir tu pasión con los demás es increíble”.

Porque en un campamento se disfruta 24 horas del día. “Yo soy muy madrugadora y lo primero que hago es ir a ver las gallinas. Si veo a algún niño despierto me lo llevo conmigo. Luego desayunamos y, aunque yo trabajo de tarde, durante el día también estoy con ellos, les hago gincanas… y si tengo un huequito me vengo al río a relajarme un poquito”. Ya por la tarde, Alicia lleva a cabo sus actividades y después de cenar “me los llevo a dar un paseo hasta la cueva o el refugio y allí contamos historias o cantamos. Eso sí, sin fogata, que no se puede”.

Pero, ¿no hay nada malo en esta nueva aventura para Alicia? “Si tengo que decir algo sería lo de descansar y dormir tranquila porque, al final en cada turno de campamento (15, 12 0 7 días) tenemos entre 70 y 90 niños y tienes que estar muy pendiente. Pero esta experiencia me está aportando todo y, desde luego, no dudaré ni un segundo en repetir”.

Autoridad pero sin perder la diversión

Quien también tiene claro que este no será su último verano como monitora es Marta. Para ella es su segunda experiencia y es que “me gusta mucho trabajar con los niños, sobre todo cuando comienzan la adolescencia. Además, me gusta todo lo que tiene que ver con el ocio y el tiempo libre, las manualidades, los juegos, la educación no formal…”. Ella estudió Filología Hispánica y ahora oposita para convertirse en profesora de Lengua.

Durante su primer verano ya se dio cuenta de que el mayor secreto para que un monitor ‘mole’ es que sea una figura de autoridad pero sin perder la parte divertida. “Evidentemente tienes que poner límites a los niños, pero sin perder esa parte entretenida que les haga entender que no están en el colegio o en casa”. Eso, y una pizquita o puñado de tranquilidad. “Con el tiempo aprendes a relajarte y a comprender que estando serena es como mejor se solucionan los contratiempos”.

Además, Marta explica que las habilidades sociales son fundamentales en este campo y, “aunque en un principio no las tengas demasiado desarrolladas, en un campamento te aseguro que terminas desenvolviéndote”. El ser extrovertido y gracioso te ayuda a ganar puntos con los jóvenes, pero otro de los grandes secretos es saber solventar los conflictos que, rodeados de adolescentes, surgen sin parar. “Cada chaval es un mundo, y los hay más problemáticos que otros. Por ello es importante saber que los problemas no se solucionan siempre de la misma manera”.

Marta reconoce que salir de ese mundo de la tecnología en el que los jóvenes están inmersos a diario es fundamental. Porque necesitan relacionarse de tú a tú con los demás y, sobre todo, aburrirse. “No saben aburrirse. En los campamentos la creatividad se desarrolla de manera más natural, sin forzarles como en el cole. Ellos deciden lo que hacer y se gestionan a sí mismos. Eso ya es un gran trabajo porque están acostumbrados a que los adultos les digan lo que tienen que hacer y les dirijan su tiempo de ocio”.

Tanto Alicia como Marta coinciden en que esta experiencia “te abre mucho la mente. Disfrutas como los niños o más”, así que, para el año que viene, ya tienen planes para su verano: ser monitoras de campamento.

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