Gastronomía

El hijo de un notario riojano, el influencer gastronómico más querido y más odiado

Porque a la hora de elegir un restaurante el boca a boca es la mejor publicidad, tanto para bien como para mal, Alberto de Luna, abogado de profesión, hijo de un notario en La Rioja y aficionado a la gastronomía desde pequeño, -quizás eso de criarse en esta región tiene algo que ver- se ha convertido en un influencer odiado y amado a partes iguales.

Este letrado especializado en mercantil y fiscal acumula miles de seguidores en las redes sociales tras empezar a publicar sus opiniones más sinceras tirando de humor y con un lenguaje cercano y ameno, porque “mi forma de escribir es coloquial. Lo hago como si se lo estuviera contando a un amigo”, describe en una entrevista en El Mundo.

Cada año visita alrededor de 150 restaurantes y cuenta su experiencia, además de en las redes, en su web ‘Dime un restaurante…’. Si algo le dio el empujón para lanzarse con esta experiencia fue darse cuenta de que la mayoría de blogs o artículos solo hablaban bien de los restaurantes, “y eso no resulta últil”.

Posiblemente esa necesidad de decir la verdad en sus reseñas es la que le haya granjeado algún que otro enemigo entre periodistas, agencias de comunicación y, por supuesto restaurantes. “La sinceridad es mi principal valor, además de informar y entretener. Yo juzgo un restaurante. Si voy y no me gusta, ¿por qué no lo voy a decir?”.

De restaurantes como DSTAgE, el dos estrellas Michelin del chef Diego Guerrero, ha llegado a decir que es “una debacle, una tomadura de pelo, un regalo envenenado”. Palabras que desencadenaron una fuerte polémica incluso entre otros chefs. “Mantengo hasta la última coma de lo que dije. No hago esto para ganar seguidores. Creo que lo que puedes exigir en un dos estrellas Michelin a 300 euros por persona es mucho más. Me indignó y así lo conté”.

 

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De Luna comprarte en sus redes tanto imágenes de los locales, como de platos como de las cuentas, que tampoco están libres de polémica. El abogado explica que las hay de todo tipo, desde las de 200 euros hasta de 840 euros en Ikigai, 2.990 euros en Lana y de 5.726 euros en Smoked Room. Normalmente nunca va solo a sus citas gastronómicas, ya que “la compañía es fundamental. Me gusta ir con 3 o 4 personas porque eso te permite probar más platos y más vinos”.

Además de los comentarios, las opiniones van acompañadas por ‘lunas’: con 10, la máxima puntuación. Algunos de los afortunados han sido Sacha, Lana, Desde 1911 y Estimar. De las 200 reseñas que hace al año, asegura que 190 son positivas. “Lo que pasa es que las negativas causan más revuelo. Yo doy información práctica. Cosas que a mí me gustaría leer”. La de Omeraki, local de Alberto Chicote, fue otra de sus opiniones sonadas. Le han acusado muchas veces de jugar incluso con el pan de mucha gente, pero Alberto no lo ve así. “Yo hago una crítica constructiva y a partir de ahí pueden mejorar”.

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