La Rioja

Las manos que dan de comer a Holika

Están en los accesos de entrada, montando y desmontando escenarios, pendientes de la seguridad interna del recinto, en la caseta de incidencias, en las barras sirviendo las copas o limpiando los baños. Los trabajadores de Holika son esenciales para que todo funcione a la perfección en un festival que cuenta con decenas y decenas de personas que velan porque todo salga bien.

Cristina y David, junto a todo su equipo, son los que se encargan de darles de comer estos días. Desde El Rincón Andaluz, de Calahorra, se han bajado cuatro personas al Convento del Carmen para ofrecer desayunos, comidas y cenas a los currelas del festival.  Allí es donde viven estos días buena parte de ellos. Se ven desde las ventanas habitaciones con literas con las camas aún sin hacer. Algunos chicos salen por el patio en chanclas y bañador de las duchas y un grupo disfruta de conversación en unas sillas plegables debajo de una higuera.

Mientras el resto del mundo está currando, Cristina y su equipo no dejan de cocinar. “Ojalá tuviésemos una cocina tan grande en el bar”, comenta en las instalaciones que han acondicionado en el convento. “El comedor esta previsto para buena parte de los trabajadores pero es verdad que muchos vienen, se llevan la comida en tuppers y se lo comen en su lugar de trabajo porque, al menos, estos primeros días están siendo de un trabajo intenso”.

Pollo con patatas, macarrones a la boloñesa, legumbres, ensaladas… “La idea es hacerles comida como la de casa, hay cosas que hemos ido preparando días antes para tenerlas bien envasadas y ahora poderlas servir, es complicado cocinar para más de trescientas personas”, reconoce.

Son las dos de la tarde y empiezan a llegar los primeros comensales. Unos piden el primer plato. “No tenemos mucho tiempo, ¿podemos venir en un rato a comer el segundo?”. “Sin problema”, es la respuesta de Cristina. “Ese es nuestro trabajo estar aquí disponibles para los trabajadores , facilitarles al máximo todo, sabíamos a lo que veníamos”.

Es por eso por lo que ya no lleva cuenta de las horas metidas. “Llegamos aquí para los primeros desayunos a las siete de la mañana y hasta la una de la noche o más, no nos movemos”, comenta. Son entre 250 y 350 comidas y cenas cada día y hay que tenerlo todo listo.

Además cada día ofrecen también menú a los agentes de la Guardia Civil en el restaurante. “Aquí ya no dábamos abasto y los hemos pasado al bar para que puedan comer y cenar allí tranquilos”, explica David.

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