La Rioja

Promesas y retos en la Valvanera Camina: “Ver el monasterio al amanecer es impagable”

Más de cuatrocientas personas peregrinan de noche desde Logroño hasta el Monasterio de Valvanera

No se trata de llegar el primero. No es una carrera, ni una competición. Aquí las piernas no son importantes; bueno, sí, pero la razón es más poderosa que el físico. Más de cuatrocientas personas peregrinaron, durante la noche de este sábado y la madrugada del domingo, desde Logroño hasta el Santuario de la patrona de La Rioja, Valvanera, para mantener viva una de las tradiciones más antiguas de la región.

Para Adrián y Ander no es la primera vez en esta marcha. El primero ya consiguió llegar una vez y la segunda tuvo que parar debido a una lipotimia que le dio a un amigo. Ander prueba suerte otra vez aún teniendo la experiencia de haber sufrido una hipoglucemia en su segunda intentona: “La primera vez llegué, el último pero llegué”.

Lo importante para esta pareja de amigos que van con otros tres compañeros es disfrutar del camino, los pueblos y sus gentes. “Con buena motivación la Virgen te guía y consigues llegar, y si no, no pasa nada, otra experiencia para la mochila”. Ander reconoce que participa en Valvanera Camina pidiendo por la gente que quiere y le importa, “y tengo un especial recuerdo por mis seres queridos ya fallecidos”.

Faltan 15 minutos para que la marcha empiece y los dos amigos se aseguran de que todo esté perfecto. “Es fundamental llevar varios pares de calcetines para irte cambiando cada 20 kilómetros, tiritas para las ampollas e ibuprofeno. La forma física es importante, pero todo el mundo puede llegar si tiene el objetivo en la cabeza. El resto es tesón y fe”.

Los dorsales no pueden faltar. Valentín y compañía rebuscan imperdibles para ponerlos en sus camisetas. Llegan desde Valencia porque “nos han prometido que nos van a dar chuletillas de cordero, patatas y bacalao a la riojana”. Alguno va estirando mientras un amigo de Valentín, que vuelve a Logroño para hacer la marcha por decimocuarta vez, no está muy convencido de dónde se ha metido. “Estos están preparados, pero yo ahora mismo me veo ‘colorao’, dentro de un rato, ‘reventao’ y cuando llegue, feliz”.

El experto en la materia, Valentín bromea con los ánimos de su compañero pero todo se resuelve en una imagen: “Verás cuando estés subiendo al amanecer y veas el Monasterio. Eso es impagable”.

Al otro lado de la plaza, sentados en un banco y guardando la forma se encuentran Miguel y sus cuatro amigos. Se estrenan este año. Encontraron un cartel por la calle, “le sacamos una foto, la mandamos por el grupo y nos apuntamos los aquí presentes”. Confiesan caminar “de vez en cuando”, aunque las chicas ya han hecho el Camino de Santiago, así que confían en completar la marcha. En sus mochilas, ropa de cambio, agua, un par de bocadillos, barritas, un chubasquero por lo que pueda pasar, y crema de sol.

Con todo preparado y los nervios a flor de piel aguarda a escasos metros de la línea de salida el más benjamín de la plaza, Antonio. De la mano de su madre, el peque ha hecho una promesa: “Si llego como mínimo a Baños de Río Tobía, que por favor mi padre se cure”. Para su madre ésta no es la primera vez, anque sí con su hijo. “Hace diez años la hice con mi marido, pero no conseguimos llegar porque le dio un tirón cuando estábamos a cinco kilómetros. Aún así, subimos juntos en la ambulancia”.

Las ganas se reflejan en la cara de Irene. También se estrena en Logroño y es que ella es de vivir y disfrutar experiencias diferentes. “Soy de Navarra y conozco La Javierada, pero no una marcha tan multitudinaria de noche como esta, así que ¿por qué no conocer Valvanera Camina desde dentro?”. No se ha preparado específicamente para la cita pero “soy de caminar, subir al monte y montar en bici, así que confío en llegar, y si no puedo, se intentará el año próximo”.

Intentan pasar desapercibidos, pero Ignacio y sus ‘colegas’ hacen corro para charlar mientras esperan a que el reloj marque las 19:30 horas. Con gafas de sol y todo dispuesto, el nombrado portavoz del grupo por sus amigos, Ignacio, reconoce que nunca había participado en algo así pero “esto es un reto de verano, así que llevamos varios meses preparándonos porque por lo general no solemos caminar”. Promesas, ninguna, solo disfrutar y compartir con el ‘repetidor’ de la prueba la idea de que “puedo hacer las cosas. Si me lo propongo puedo llegar a hacer lo que quiera”.

Y es que no se trata de una prueba deportiva competitiva, sino de una romería multitudinaria, de sentimiento romero, de esfuerzo, de promesa personal, de reto; por eso no importa el tiempo que se invierta en el recorrido, sino llegar al monasterio.

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