Se anunciaba hoy en Santo Domingo de la Calzada un festival sin picadores. Que, como era de esperar, también careció de sentido y, más aún, de argumento. Todo tan como era de esperar. Quizá la única sorpresa llegó con la buena presentación de los erales de Bernardino Píriz, tan cuajaditos, tan bien hechitos. A excepción del primero, más parado y con menos recorrido, los otros tres novilitos resultaron nobles y manejables. Sin mucha transmisión, cierto también. Y justitos de fuerza, que conste.
Jorge Isiegas hizo lo mejor de la tarde con el capote. Luego, tanto él como Canales Rivera tuvieron que optar por un toreo accesorio para llegar a los tendidos y también para mantener en pie a sus oponentes.
Así las cosas, la buena disposición de Rivera e Isiegas hizo que ambos toreros se repartieran un total de cinco orejas. Ramplonas todas, claro. Las dos de su primer oponente paseó Isiegas, tras un trasteo insulso con susto incluido. Un par de naturales, a lo más, tuvieron buen trazo y brotaron templados. La solvencia de Rivera llegó fruto de su oficio y tablas, que como para no. Ya saben aquello de ‘el toro de cinco y el torero de veinticinco’. Dos tenia el de Píriz y casi cincuenta el torero de Barbate. No hay más preguntas señoría. Como tampoco hubo más historia.
Lleva años Santo Domingo de la Calzada intentando dar con el formato del festejo taurino que mejor se adapte a sus fiestas. Un festival como el de hoy tampoco es la solución. Como tampoco lo fue hace un tiempo un festejo de marcado acento torista o, como el año pasado, una corrida de toros con tres toreros anunciados en Madrid a los pocos días.
Lo mismo una novillada tampoco es la clave, pero, al menos, se apuesta por el futuro de la fiesta. No como hoy.
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