La Rioja

Vuelve el butanero a La Rioja: una energía que se mantiene

El butano cambió la vida de millones de personas. Las cocinas de leña se quedaron a un lado para disfrutar de más comodidad, más limpieza y más rapidez. Con la llegada del gas natural, muchas cocinas se reformaron. Desde 2010, el consumo de butano ha caído en todo el país. Una reducción que se ha contenido en los últimos años por varios motivos, también en La Rioja.

El mundo rural al que aún no ha llegado el gas natural ha sido durante los últimos años el reducto de las bombonas de butano. Los pueblos más remotos han tenido que depender de una energía que estaba en claro retroceso, pero en la actualidad otros factores han incidido en la contención de esta energía. “Cada vez más gente joven opta por el butano porque no están dispuestos a pagar un fijo por el consumo energético. Especialmente, en pisos de alquiler”, explican desde Repsol, la compañía que reparte butano en La Rioja.

El alto precio del gas también ha hecho que muchos domicilios que podrían hacerlo no hayan optado ahora por el cambio. “Incluso los domicilios que lo tienen han optado por butano para estufas durante este invierno”, comentan desde la compañía. Por otro lado, otro reducto constante del butano son los establecimientos hosteleros. “A muchos cocineros les sigue gustando más cocinar con butano y muchos optan por este tipo de energía para sus cocinas”.

Además están las segundas viviendas. “Por un lado muchas están en emplazamientos del mundo rural, el butano llega a donde no llegan otras energías; y además muchos optan por esta energía porque sólo se paga lo que se utiliza”, comentan desde Repsol. Incluso un gasto importante sigue siendo más barato que otros tipos de energía. Una bombona de butano (ahora a 16,78 euros) puede durar en torno a un mes con una utilización media de seis horas al día.

Tafagas, de Estella (Navarra), se encarga de distribuir el butano en buena parte de La Rioja. Daniel Gabriel Gheorghin pasa cada semana por los municipios de La Rioja Alta a repartir el butano. Lleva cinco años haciéndolo. También por Logroño.

“El trato con la gente es increíble, todo el mundo me recibe con una sonrisa, y con algún regalo que otro sobretodo en Navidad, siempre me encuentro con unas lechugas, tomates o cebollas de los campos de los vecinos a los que reparto”, cuenta.

Siguen presentes las típicas chanzas. “La gente sigue bromeando con lo del butanero. Es un trabajo maravilloso a pesar de la mala fama que tenemos. A veces, alguno me dice: ‘cuidado que ahora está el marido'”, comenta entre risas.

Todas las semanas tiene su ruta prefijada y dependiendo de los encargos ve a unos vecinos u otros. “Lo mejor de este trabajo es la relación con la gente, que te puedes organizar tú más o menos el día y trabajar al aire libre disfrutando de los paisajes que tiene La Rioja”, asegura.

Él también ha notado en los últimos meses el incremento de trabajo. “Este invierno hemos notado un incremento de usuarios y no todos son mayores ni están en el mundo rural”, asegura.

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