La Rioja

La generación de las mujeres que quisieron ser ellas mismas

La generación de las mujeres que quisieron ser ellas mismas

Nacieron bajo una dictadura donde la mujer poco tenía que decir y hacer, y sin embargo pertenecen a esa generación de mujeres que empezaron a romper moldes. Valientes, trabajadoras (algunas en su casa y otras en fábricas, oficinas o comercios), madres… Su generación no tiene un nombre concreto pero han sido hoja de ruta para las que han venido después.

NueveCuatroUno reúne a trece mujeres de entre 60 y 75 años. Hablamos con ellas de techos de cristal, de sus inicios laborales, de su forma de contribuir al feminismo desde sus casas y sus puestos de trabajo, de su papel ahora como colaboradoras en la conciliación de las que vienen detrás, de su jubilación, de sus aficiones; en definitiva, de cómo ha cambiado su vida con el paso de los años y cómo ha cambiado la sociedad gracias, en gran parte, también a ellas.

Son Mari Luz, Elena, Angelines, Maribel, Gloria, Mari Cruz, Maribel, Pili, Teresa, Vitori, María Jesús, Pili y Carmen. Mujeres que se han ido haciendo a sí mismas y que, ahora, con varias décadas a sus espaldas, ven cómo están en la plenitud de sus vidas. El descanso de las guerreras les permite dedicarse a lo que nunca pudieron: leer, viajar solas, ir al teatro o al cine, salir a tomar un café con las amigas; decidir por ellas mismas qué quieren ser.

Todas echaron a trabajar sin haber cumplido la mayoría de edad. Algunas con catorce años, otras incluso antes. “Entonces en las familias humildes no te daban opciones de estudiar, menos si eras chica. O te ponías a trabajar o te casabas, el camino estaba marcado, luego tenías hijos y dejabas el trabajo para dedicarte a ellos”. La mayoría de las que están hoy delante del café no lo hicieron. Algunas por necesidad y otras por el simple hecho de mantener su independencia, siguieron con su vida laboral. “Recuerdo que mi marido me dijo que estando casada no necesitaba trabajar, pero yo quería seguir haciéndolo”. Incluso en sus familias no entendieron esa decisión.

Entonces llegó el tener que tirar de la familia (en su mayoría sus madres) o de personas contratadas para poder seguir con la vida laboral. “Si no llega a ser por mi madre, hubiese sido imposible”, cuenta Gloria, que se vio muy joven con tres hijas pequeñas. “Ellas ahora viven mejor de lo que vivía yo, algunas han decidido no tener hijos.., pero entonces era lo que había: tres criaturas y calle para correr”. La maternidad a todas les supuso un cambio en sus vidas. “¿Que me expliquen qué es la conciliación porque nosotras aún no lo entendemos?”, dicen de su tiempo y del actual.

Teresa siguió trabajando, fue su marido el que se hizo cargo de la casa. “Entonces no era lo habitual y he tenido que oír muchas veces eso de ‘Mírala, tiene al marido de chacha'”. Ahí es donde ellas notan un cambio radical. “Ahora la gente joven es distinta”, aseguran. “Entonces podían ayudarte dentro de casa (eso se decía, lo de compartir tareas no se entendía) pero como le pidieses tender la ropa y les viesen los vecinos, se avergonzaban”, cuentan. “Les hemos tenido que ir reeducando, porque venían de unas casas donde sus madres les daban todo hecho”.

En lo laboral tampoco fue fácil su situación. La mayoría han trabajado más años de los que tienen cotizados. “Trabajabas por el sueldo y en la mayoría de los casos ni cotizaban por ti, así se han quedado algunas pensiones”. Alguna de ellas reconoce que con la que le ha quedado no podría vivir de no ser por la de su marido. Entonces sólo queda hacer malabares con lo que llega a principio de mes.

Además, el techo de cristal entonces era casi de hormigón. “No teníamos oportunidad de seguir formándonos y creciendo laboralmente, pero es que además, un hombre podía entrar de botones en un banco y terminar de director con el paso de los años, en una mujer eso era imposible”. “Yo cobré menos que mis compañeros haciendo el mismo trabajo hasta el día que me jubilé, y no hace tantos años”, reconoce una de ellas.

“Recuerdo que en la empresa que trabajábamos nos despidieron por ser mujeres cuando llegamos a la edad de poder tener hijos; había que dejar el puesto para un cabeza de familia. La empresa no podía asumir nuestras bajas por maternidad”. Esa “maldita” frase todas la han tenido que oír en un momento u otro. “Yo estaba casada y con las hijas cuando decidimos mi marido y yo hacer un curso de formación. A él le apuntaron sin más, a mi me hicieron miles de preguntas para terminar diciendo: estás quitándole el puesto a un hombre que lo necesite, si estás casada ¿para qué quieres estudiar?”, cuenta Angelines.

Además tenían que convivir con el miedo constante a la estigmatización. “Si te quedabas embarazada sin casarte te quedabas marcada para siempre; si te quedabas soltera eras una solterona y también estabas marcada; si alguien se moría en la familia te ponían de luto y te encerraban en casa… Todo lo que le pasaba a una mujer era juzgado por una sociedad machista”, aseguran.

Sin embargo, muchas fueron las primeras en sacarse el carnet de conducir sin el permiso de los padres, o tomar las primeras píldoras anticonceptivas. “Recuerdo que a mi me las trajeron de Zaragoza”, cuenta una. “Yo tuve que decir que eran para el acné porque estaba mal visto que las pidieras para no quedarte embarazada, recuerdo que las recetas venían a nombre de mi marido, con el paso de los años piensas: pero qué locura”.

Tampoco en muchos casos pudieron seguir haciendo lo que realmente hubiesen querido. “Yo recuerdo que quería ser artista, me llamaron para ir a Barcelona a trabajar, pero mis padres me dijeron: si sales de casa va la Guardia Civil a buscarte”, cuenta Pili, que recuerda cómo uno de los días más felices de su vida fue una noche cuando ya llevaba casada cinco años y le dijo a su marido: “Si no quieres bailar conmigo porque no te gusta, yo voy a bailar. Me pasé toda la noche bailando con unos y con otros en la verbena del pueblo. Fue una de las mejores noches de mi vida”.

Mujeres que ven cómo las cosas poco a poco han ido cambiando y que comprenden que hay que seguir dando pasos hacia la igualdad real, pero que se sienten afortunadas de haber vivido un momento de cambio que les ha permitido ir siendo, cada día, un poco más independientes.

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