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Recuperar la ilusión… con el gesto serio

De momento no ha concedido licencia alguna. Y ya ha atendido hasta en dos ocasiones a los medios de comunicación riojanos. La cara es el espejo del alma, y el rostro de Sergio Rodríguez marca desde la distancia que su alma no está para ningún tipo de comentario un tanto más ligero de lo que exige una situación límite como la actual. Todo son cargas de profundidad, de una dimensión, al menos por su lenguaje no verbal, gigante, como la crisis que afecta actualmente a la UD Logroñés.

Sergio Rodríguez, por el momento y hasta saber el resultado de un partido que arrancará este sábado a las 17.00 horas, ha puesto una distancia sideral entre él y su plantilla y el resto de la humanidad. Ni tan siquiera ha usado la carta de solicitar el apoyo de la afición para un partido a vida o muerte. Sabe que cuenta con el apoyo mayoritario social al menos hasta que el partido ante Osasuna Promesas se complique si es que finalmente el equipo no da un paso adelante, como sí se observa ha hecho en los entrenamientos previos a este choque de Las Gaunas. La plantilla por fin entrena al ritmo de esta categoría. Porque ni Aguilá ni Natxo movían al equipo como lo hace el preparador de Logroño.

El técnico se despidió en 2021 como entrenador de la UD Logroñés a través del Zoom de LaLiga que exigía el protocolo en pandemia. Nunca más se supo hasta este pasado verano. Llegaba al club porque se lo pedía Félix Revuelta. Para rescatarlo de una situación que entonces se veía como realmente complicada. Ocho meses después aquello parece un juego de niños. Porque un mal verano ha propiciado la mayor crisis deportiva en la historia de este club.

Sergio Rodríguez ha vuelto a vestirse con el chándal de técnico y ha establecido una distancia de seguridad, como si siguiera compareciendo a través de Zoom, y dejando claro que está en esta situación solo por responsabilidad, porque se lo ha pedido Félix Revuelta, pero por nada más. Su gesto apretado, con el ceño fruncido en todo momento ha llamado la atención más allá del mensaje que ha querido transmitir. No relaja nunca sus facciones. Atento, a la defensiva, marca la distancia, que se capta sin necesidad de acercarse mucho más.

Lejos queda ahora mismo aquel técnico de gesto afable y cercano que surgió desde abajo para rescatar al primer equipo justo a tiempo, con mucho que ganar y poco que perder. Varias temporadas después, las graves heridas del descenso de Segunda, que a buen seguro creía ya curadas, se le han vuelto a abrir, en canal, porque bajo ningún concepto el ex gerente deportivo se podría haber imaginado de nuevo en la intersección de salvar al equipo o de no evitar su descenso a los infiernos de la Segunda Federación. A Sergio Rodríguez, por su gesto, el peso de este banquillo parece dolerle más de lo que le puede complacer. Su plan lo han quebrado las 16 jornadas que lleva este equipo sin conocer la victoria.

Sergio Rodríguez está jugando, sin balón, los primeros minutos de un partido a la espera de que éste eche a rodar y veamos de nuevo lo mismo o una versión mejorada de todos. El técnico de Logroño ha dejado claro en sus dos comparecencias ante los medios que no quería estar en la situación en la que se encuentra. Porque significa lo obvio, que las cosas están yendo realmente mal. Y segundo, que actúa por responsabilidad aunque se expone de nuevo por ocupar un puesto que a buen seguro se juró y perjuró que jamás volvería a ostentar, su arraigo con este club es casi fundacional.

Y el rostro, reflejo del alma, actúa por su cuenta, y muestra un entrenador incómodo, mientras que sus palabras, conectadas en el cerebro, sí ofrecen la visión de un preparador que piensa en fútbol. Entonces habla del rival, de los muchos y numerosos problemas de su equipo, de los pocos días para convencer en lo táctico a la plantilla, del trabajo que está haciendo en lo anímico para tomar mejores decisiones. Ahí sí que está el Sergio Rodríguez de aquel 2017, que envía mensajes de fútbol claros, precisos, contundentes, que calan en los futbolistas. Hacer las cosas fáciles para que salgan lo mejor posible, dominar las áreas, ser verticales, decidir bien cuando toca… y disfrutar. Eso les ha pedido a sus jugadores ante el reto mayúsculo de ganar un partido de fútbol. Disfrutar un poco en un curso diabólico. Porque así igual cambian las cosas, también el gesto contrariado del entrenador del mayor logro del fútbol riojano en los últimos veinte años.

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