La Rioja

Las científicas que un día fueron niñas

11 de Febrero: las científicas que un día fueron niñas

Entrar en el CIBIR es siempre sumergirse en un mundo de magia en el que nada es lo que parece y todo tiene, a largo plazo, un sentido más allá del que se ve a primera vista. Los datos son los que mandan y, sin embargo, la pasión y el impulso que mueve cada uno de los proyectos que allí se llevan a cabo son el motor central de los equipos de trabajo que se dejan la piel y el alma por poner las piezas del rompecabezas de la vida y la naturaleza en su sitio.

Además, hacerlo cerca del 11 de febrero supone todo un orgullo femenino. Desde 2015 la sociedad celebra el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia con el objetivo de despertar vocaciones entre las más pequeñas y visibilizar el papel clave de las chicas en un mundo que hasta hace unos años parecía que solo estaba destinado a los hombres.

María Barrios, Laura Pérez, Cristina Cervera y María Díaz de Cerio son cuatro ejemplos de las 41 mujeres que trabajan en investigación en el CIBIR. Mujeres que llevan la ciencia en su ADN, tatuada en la piel, en el corazón y en el alma como compromiso con el futuro.

Cristina Cervera es doctora en Farmacia y especialista en Análisis Clínico

Ellas también fueron niñas y ellas también soñaron desde que no levantaban un palmo del suelo con hacer ciencia. Porque ¿son distintas las niñas que llevan una científica dentro?

“Yo creo que se nota desde pequeña”, dice Laura. Ella es doctora en Biología. Su trabajo se basa en la investigación con pacientes que envejecen de un modo prematuro. Si bien son muchas las posibles causas, sus investigaciones se enfocan en aquellas situaciones que favorecen una inflamación de bajo grado. Además de la búsqueda de soluciones para este problema, también investigan en posibles biomarcadores que informen sobre ese grado de envejecimiento y que pueden servir también para conocer la eficacia de algunos de los tratamientos.

“Desde muy pequeña me gustaba coger cosas, mezclarlas, enredar, hacer experimentos. La gente que tiene la ciencia por vocación siempre tiene mucha curiosidad”, cuenta.

María Barrio es enfermera pero también trabaja en el mundo de la investigación. La figura de Data Manager en la investigación clínica es clave en la realización de los ensayos clínicos ya que, además de dar apoyo al equipo investigador, actúa de nexo de unión entre aquellas personas que participan en el estudio y los investigadores. Este apoyo también se presta al servir de contacto con los promotores del estudio . Además se hace cargo de la recopilación de datos, las extracciones, el procesamiento, la conservación y el envío de las muestras biológicas que son requeridos en los diferentes ensayos clínicos.”Yo recuerdo que siempre quería ser enfermera, desde muy pequeña, la serie de ‘Erase una vez la vida’ era como mi serie de cabecera”, recuerda.

“Yo también quise estudiar algo que tuviese relación con la ciencia desde niña, no sabía muy bien el qué, si medicina, farmacia o biología… en casa, mis padres también trabajaban en ciencia y creo que eso también me marcó un poco, ves lo que hacen, cómo son sus trabajos…”, cuenta Cristina Cervera, doctora en Farmacia y especialista en Análisis Clínico.

María Díez de Cerio es doctora en Biología, trabaja en el estudio de moléculas que simulan el efecto del frío terapéutico como tratamiento de distintas enfermedades

María Díez de Cerio trabaja en el estudio de moléculas que simulan el efecto del frío terapéutico como tratamiento de distintas enfermedades, especialmente en la obesidad. Ella también recuerda que desde pequeña quería ser investigadora. ” Para mis padres era un peligro que me metiese sola en la bañera, destrozaba todo los champús y geles haciendo mezclas, dejaba todo como un solar”, recuerda. Aún fue un pasito más allá. “A los seis años me hice muy carné de CSIC. Había visto en la tele un laboratorio en la que hacían no se qué cosas y tenía claro que quería trabajar allí”.

En su experiencia innata por curiosear, no se han encontrado con facilidades en el camino. Esa tijera que hace que sean más mujeres las que empiezan carreras de ciencias pero que sean muchas menos las que llegan a determinados puestos se ha asomado en sus vidas. Aunque las cosas empiezan a cambiar.

“Cada vez hay menos sesgo por ser mujer pero la carrera investigadora coincide en unos años complicados que son los mismos en los que el reloj biológico de dice que es momento de ser madre”, coinciden todas ellas reconociendo que se trata de un problema para que las mujeres sigan en ciencia.

“El mayor problema es la conciliación. El techo de cristal es la maternidad, es ese punto en el que tienes que decidir entre una cosa y otra y el esfuerzo es extra para poder estar al mismo nivel que tus compañeros”, comenta Laura.

María Barrios en enfermera, es la data manager y apoyo a investigadores

“En esas circunstancias es más difícil poder liderar proyectos. Lo puedes hacer pero el peaje es duro”, comentan. Un peaje que se supera con esfuerzo, dedicación y pasión. “Son carreras muy vocacionales, son duras pero si te gustan se convierten en una auténtica maravilla”.

Un cambio lento en el que poco a poco se van viendo los progresos. “Cada vez hay mas mujeres que pueden dedicarse a la investigación, un ejemplo es el CIBIR”, aseguran.

Un trabajo dinámico, con resultados a largo plazo, sí, pero lleno de retos y de formación continua. “Cuando ves que las ideas que tenías en mente se hacen realidad es un subidón de adrenalina que es difícil encontrar con cualquier otra cosa”, dice Laura.

“Mentalmente es como estar haciendo puzles todo el día. Es verdad que necesitas cierta tolerancia a la frustración porque hay mucho trabajo que no sale pero es como estar haciendo crucigramas todo el rato y cuando encajan las piezas es maravilloso. Es una satisfacción personal impresionante”.

Cristina además añade otras de las certezas que les hace seguir trabajando con ilusión. “Es que además sabes que es importante, puedes ayudar a un diagnóstico o a mejorar la vida de una persona o incluso a curar una enfermedad”.

Laura Pérez es doctora en Biología y trabaja en Inflamación y Envejecimiento con pacientes de VIH

La suerte de trabajar frente al San Pedro y estar en comunicación con los médicos hace que sus investigaciones, a veces, vean resultados más inmediatos. “Podemos mejorar tratamientos y es muy gratificante”.

Y es que sin investigación no se puede mejorar la vida de las personas. “Sabemos que es una carrera de fondo pero merece la pena porque es por el bien de la sociedad”. Además cuando no se consiguen los resultados esperados… “En ciencia siempre hay resultado, si no es el que buscabas es la apertura del camino para que otros puedan hacerlo”.

Un mundo fascinante en el que ellas son protagonistas de primer rango igual que lo serán esas niñas, como lo fueron ellas hace unos años, que ya están soñando en hacer ciencia.

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