El Rioja

Las viñas de la Sonsierra están de moda con nuevas compras a la vista

Un viñedo en venta en Rioja Alavesa, entre Lapuebla de Labarca y Elciego

El mercado del viñedo no sigue los cauces que a día de hoy mecen los flujos de valor de los productos de la tierra. Una semana, al alza; a la siguiente, retroceso de nuevo. La pandemia no ha alterado el valor de la tierra con nombre de Rioja en los últimos años y las operaciones de compra-venta se mantienen en pie a pesar de los precios “desorbitados” que reflejan. Tampoco ha cambiado que Rioja Alavesa sea la subzona de la denominación más cotizada, pero en los últimos meses el interés se ha vuelto a expandir en estas tierras al otro lado del río Ebro.

Los oídos de esta comarca ya han escuchado susurros sobre posibles asentamientos de nuevos fondos de inversión en estos suelos arcillo calcáreos, aunque se desconoce su procedencia. “Ahora parece que el interés se ha posado más en las localidades de Elvillar y Kripán, pero es en general en todas las faldas de la Sonsierra donde más movimiento hay desde hace años”, apunta un vitivinicultor de la comarca. Entre los interesados por hacerse con más viña están bodegas potentes de la zona, pero remarca que, a veces, bajo la imagen de bodega familiar se esconden esos ‘amigos’ y socios inversores, “tal como ocurre en bodegas de esta zona”.

El precio medio de una hectárea de viñedo en esta zona de Rioja Alavesa, asegura este vitivinicultor, se queda en los 90.000 euros, “pero siempre hay alguna que otra parcela más especial que se ha comprado por 100.000 o 110.000 euros”. Muy lejos de esos 40.000 o 50.000 que adquieren en Rioja Oriental (y sin contar los derechos de plantación, que cotizan entre los 25.000 y 30.000 euros). Alguna operación, incluso, ha alcanzado los 120.000 euros y no precisamente ha sido con grandes grupos inversores por detrás. “Un viticultor se quería deshacer de una viña de una hectárea y una bodega familiar de la zona apostó por ella, aunque este es un caso poco habitual”.

Las operaciones de compra-venta se siguen realizando en la comarca y si los precios continúan al alza es porque hay gente dispuesta a pagar tales importes, pero el secretismo siempre es la mejor carta para jugar. Que se lo digan a Tempos Vega Sicilia y Benjamín Rothschild cuando irrumpieron en Rioja. Fueron más de 70 operaciones realizadas a terceros para hacerse con un centenar de hectáreas y lo lograron sin que saltara la liebre en la zona. Lo que si saltó fue el precio de la hectárea.

Después llegó Pago de Carraovejas, cautivada por las viñas de la Sonsierra e irrumpiendo en Leza, “donde ha llegado a pagar hasta 110.000 la hectárea”. Y poco más tarde ha sido Torre de Oña, del grupo La Rioja Alta S.A., la que se ha cautivado del potencial vitícola de esta zona con décadas de historia. Ahora avanza en su proyecto de hacerse con unas 80 hectáreas de viñedos viejos al vaso en peligro de desaparición.

Esta irrupción de grandes firmas y grandes bolsillos sigue preocupando a los profesionales que vienen construyendo Rioja desde hace décadas siguiendo el paso de sus antepasados. “Está bien que se haya revalorizado tanto la tierra para aquellos viticultores que están a punto de jubilarse o no ven relevo generacional en su explotación, y opino que nunca se va a pagar tan bien la tierra como se está pagando ahora porque creo que ha alcanzado su pico. Pero esa revalorización también ha impedido que otras bodegas de la zona, más pequeñas pero con el mismo afán de seguir creciendo, puedan sumar más superficie. Ahora mismo es muy complicado hacerte con un trozo de tierra en Rioja Alavesa por muy malo que sea y aunque no vea como una amenaza el que llegue gente nueva a la zona sí es cierto que a los que ya estamos aquí nos quitan oportunidades”.

Los precios a los que se está jugando la partida en Rioja Alavesa “no reflejan la realidad del mercado”, remarca este vitivinicultor, quien asegura que “no es rentable pagar 90.000 euros por una hectárea de viña ni para una bodega que luego vaya a transformar las uvas en vino, pues imagínate para un viticultor que luego va a vender las uvas”. El futuro en la zona dibuja, por tanto, un “escenario dramático donde dos o tres bodegas grandes funcionen como un monopolio después de que los viticultores hayan vendido sus viñas y trabajen para otros”.

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