La Rioja

“Trabajar en Proyecto Alasca es saber reconocer el momento vital de cada persona”

A cualquier hora del día, el número 8 de la calle Los Baños de Logroño tiene gente en su puerta. Pequeños grupos de gente que han encontrado en Proyecto Alasca su refugio y, en muchas ocasiones, su terapia. Y no es de extrañar porque, nada más entrar al centro, una sonrisa y un ‘¿cómo estás?’ te esperan.

David es uno de los empleados de esta iniciativa que acoge a personas sin hogar y en situación de emergencia social. Es trabajador social y lleva en Alasca unos 14 años, que se dice pronto. Entre sus funciones, todas. Porque lo bueno del centro es que cada uno de los trabajadores desempeña tanto la labor de calle, como la referente al centro de día y y el trabajo de noche. “Lo bueno es tener conocimiento de todos los campos”.

Aunque David suele estar principalmente en calle. “Hago las prospecciones por la ciudad reconociendo a gente que puede necesitar nuestra ayuda, porque si Mahoma no va a la montaña…”. La intervención en medio abierto, así le llaman ellos, no es fácil, y como cada persona es un mundo, la primera toma de contacto suele ser muy diferente en cada caso. “Hay gente muy abierta que con decirle hola ya te cuenta todo; gente a la que le ofreces todo y pasa de ti; mucho problema mental… no hay una regla escrita de cómo comenzar este vínculo”.

David reconoce que se trabaja por afinidad, y si se fuerza la situación es muy raro que se consigan resultados. “Igual no es el momento de esa persona. Aquí creemos mucho en el momento de vida de cada uno e intentamos buscarlo o esperar a que llegue. La clave es que sepan que cuando ellos estén preparados, aquí vamos a estar”.

Lo que ha cambiado es el perfil de los usuarios de Alasca. “Ahora tenemos a muchos jóvenes con bastantes consumos de alcohol y otras drogas, sobre todo es muy frecuente el abuso de las benzodiazepinas. Además, con problemas legales que antes no estaban tan arraigados”, destaca David. Consumos activos que hacen que dichos usuarios no salgan del desánimo y solo quieran dormitar.

Las actividades que se llevan a cabo en el centro son para todos, pero “hemos visto que algunas programadas no funcionaban así que, a la persona que le vemos interés en algo concreto se lo personalizamos”. Y es que hay que tener en cuenta que muchos jóvenes la mitad del tiempo están pensando en cómo ponerse y la otra mitad están puesto, “así que nuestra labor es minimizar riesgos”.

Porque los trabajadores de Alasca orientan a estas personas hacia el abandono del consumo, “y si están preparados les damos todas las herramientas para facilitarles el proceso”. Mientras llega ese momento, el objetivo principal es el acompañamiento y la reducción de peligros: que no duerman en la calle, que no estén ingresando en Urgencias continuamente, que se tomen la medicación de forma regular… .

El trabajo del Proyecto Alasca no es una labor programada. Cada caso es particular y con cada persona tienes que actuar de una manera, pero ¿es fácil no ‘llevarse el trabajo a casa’? David reconoce que su día a día y el de sus compañeros es una tarea totalmente psicológica “y hay que tener claros los límites, aunque por mucho que lo intentes, al final te sigues yendo a casa con casos en la cabeza. Pero si no desconectas, terminas explotando”.

El educador social no esconde que todos tienen sus puntos débiles, pero “para eso están los compañeros. Ellos te dan la perspectiva y entre todos nos ayudamos a ponernos en nuestro lugar, entendiendo que somos profesionales que deben trabajar con todos los usuarios por igual. Ellos son los que deciden cuándo y cómo salir”.

Y es que el trabajo en equipo en Proyecto Alasca es fundamental, así como la comunicación. “Porque un caso no es solo de calle, no solo de centro o de noche”. Además, al tratarse de una labor que se rige por la afinidad, una persona puede congeniar mejor con un trabajador que con otro. Lo importante, como bien recuerda David, es saber reconocer el momento vital de cada usuario y saber esperar el instante adecuado.

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