Gastronomía

En boca de todos: entre la cocina de barro y la de estrellas

Cuenta la leyenda que las personas destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo invisible. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia. Su dueño no es otro que el destino. Un destino empeñado en juntarlos de una u otra manera.

Ese hilo rojo ha unido siempre la gastronomía con La Rioja como algo inseparable, difícil de entender el uno sin el otro. La cocina de siempre, la de los pueblos, la de la careta vertical, la de las chuletillas al sarmiento, las gordillas, la borraja y el cardo de la abuela o las patatas con chorizo de la cuadrilla de tus padres. Pero también la comida que se hace en los grandes restaurantes, los que pueblan el cielo riojano de estrellas que cada vez son menos fugaces y están fijas, ahí, marcando el camino.

Pasar por el stand de La Rioja en FITUR es devolver irremediablemente la mente al mundo gastronómico. “¿Aquí dónde se come?”. Es la pregunta que más se oye en los límites de la alfombra gris. Saben que es tierra de buenos anfitriones, que lo dan todo por el recién llegado. Unas alcachofas con lecherillas eran esta vez uno de los platos estrellas de la gastronomía de feria.

Un territorio gastronómico que ha invitado al recién llegado a conocer lo que es, lo que siente, por dónde respira y hacia dónde dirige sus pasos. Un territorio que cada vez pone más en valor lo heredado, lo que le hace único, lo que le permite diferenciarse de cualquier otro lugar en el mundo. Lo que siempre transmiten los cocineros riojanos de la cocina de la tierra, ha vuelto a quedar patente en FITUR a través de Ignacio Echapresto, que con sus estrellas en la solapa y en el corazón ha cocinado a fuego lento la definición más perfecta de la cocina riojana.

Se ha definido como “un cocinero que vive, palpa y ama su tierra”. Como tantos otros que pueblan una región en la que una amalgama de sabores y olores, una paleta de texturas, productos y personas se parten el cobre para que sus productos lleguen a nuestros platos”.

Ha hablado de ser pequeños en territorio pero enormes en gastronomía y ha puesto en valor el trabajo de cientos de hombres y mujeres que, en La Rioja, “se parten cada día el lomo para poner en nuestras manos los mejores productos”.

Y es que la gastronomía riojana no hay que inventársela porque está ahí desde antes de que La Rioja tuviese nombre de vino. Unida con ese hilo rojo al patrimonio cultural, como parte de un todo que entra por la boca para llegar al alma.

Conocer a través de un plato cómo late la tierra en una muestra de esa identidad tatuada en la piel del riojano donde la gastronomía se escribe con mayúsculas tanto en una sinuosa calle de pinchos en cualquier municipio riojano como en el más estrellado restaurante. La autenticidad convertida en bocado.

“Cada día hay más talento gastronómico en La Rioja”, ha afirmado rotundo Echapresto en Fitur, reconociendo que “cada vez hay más de la cocina de las abuelas en nuestros platos, porque después de años haciendo florituras se ha demostrado que la verdad está en la autenticidad y en las raíces”. Un talento innato que permite al visitante disfrutar de una experiencia global y completa en la que se intuye de principio a fin la implicación gastronómica de toda una región.

Tradición y vanguardia en un lugar que puede resumir de ser la región española con más estrellas Michelín per cápita. Un lujo al alcance de muy pocos que convierte a La Rioja en un lugar único en el que disfrutar de los placeres del buen comer.

Una cocina sin relojes, en la que el tiempo me mide en cocciones y no en minutos, una cocina que permite ser disfrutada en los restaurantes de las ciudades y en el pueblo oculto de la sierra. Una cocina de honestidad que además están continuamente reforzando el compromiso de los suyos con su entorno.

Proyectos de vida, planes personales que se convierten con el paso de los años en el motor de una región que siempre deja buen sabor de boca al que llega de fuera. Sueños convertidos en realidad y la realidad de la expresión más popular de La Rioja.

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