La Rioja

Cicatrices que devuelven una vida plena

Estíbaliz Gómez ha superado una incapacitante acalasia tras pasar por el quirófano

Presume de cicatrices en las fotos que le ha hecho su amiga Beatriz Gallard y no es para menos. Dicen que las cicatrices son el reflejo de las heridas curadas. Pero para la calagurritana Estíbaliz Gómez son mucho más. Cada día le recuerdan que el dolor, el miedo y la angustia han pasado y que su vida es como debería haber sido siempre.

Todo comenzó hace seis años. Espasmos esofágicos, no poder comer nada sólido sin sufrir unos dolores insoportables después, atragantarse con su propia saliva… Estíbaliz intuía que algo pasaba en su cuerpo. No sabía explicarlo y nadie le puso nombre a su enfermedad hasta hace poco más de un año.

Empezó a no poder comer más allá de algún puré, ni siquiera el agua llegaba con fluidez a su estómago. Pruebas y más pruebas. ¿Ansiedad? ¿Estrés? Ninguna de las pruebas eran concluyentes y Estíbaliz tenía la certeza de que su problema era físico.

Mientras, empezó a no poder comer prácticamente nada. Algún puré que le ponían delante del plato y que le costaba terminar más de dos horas. Veinticuatro horas al día con hambre. Nada le entraba en el estómago. A veces un dolor fuerte en la espalda le evidenciaba que la crisis iba a llegar, otras veces rigidez en el cuello. Nunca empezaba igual pero siempre terminaba de la misma forma: tirada en el suelo esperando a que los dolores pasasen. “Podía durar cinco minutos o media hora, la único solución era tirarme al suelo y esperar a que se pasase”, recuerda.

En el trabajo, en una comida de amigos, de fiesta, los dolores llegaban en cualquier momento, incluso de noche. “Me despertaba por los dolores, a veces incluso me atragantaba con mi propia saliva”. Su esternón no se movía y cuando la contracción era absoluta le afectaba al diafragma. “La misma sensación que cuando se te sube la bola pero en todo el cuerpo y sin fórmulas para poder remitir los dolores”.

Pruebas y más pruebas. Todas correctas. Nada hacía sospechar que había un problema físico. Incluso se quitó las muelas del juicio por si el problema venía de ahí. “No sé muy bien cómo, pero notaba cuándo me iba a llegar un espasmo, era de repente, así que dejé de hacer cosas”: Dejó de ir a cenar con las amigas, dejó de salir de fiesta por la noche… Con 21 años su vida no era como la del resto de sus amigas. Tampoco se atrevía a contarlo fuera de su entorno familiar. “Si yo no entendía lo que me pasaba, ¿cómo se lo iba a explicar a los demás?”, se sigue preguntando ahora.

La pandemia lo intensificó todo. “Era insoportable”. En junio de 2021 una manometría puso nombre a lo que le pasaba: acalasia. “Te colocan una sonda desde la nariz hasta el estómago, bebes agua y miden las contracciones del esófago”. Ahí todos entendieron la situación de la joven y llegaron las opciones para solucionar el problema.

Había tres opciones. Inyectarse bótox , introducir un balón gástrico o pasar por el quirófano. Las dos primeras quizás eran menos invasivas pero tampoco eran definitivas. Lo mejor debido a su juventud era optar por la fórmula permanente pero ello conllevaba pasar por la anestesia general. “Me bloqueaba nada más que con pensarlo, decidí que no, que no pasaba por una operación, el miedo era incontrolado”, cuenta.

Conocer el nombre de la enfermedad le hizo buscar información y en Instagram encontró a una chica que había pasado por la misma situación. “Opérate, te va a cambiar la vida”. Ahí la mente de Estíbaliz hizo clic y decidió pasar por el quirófano.

Eso fue hace un año y vaya que si se la cambió. “Ahora mis cicatrices son mis mejores amigas porque todo es un antes y un después. Me había quedado esquelética, ahora puedo comer, hay alimentos a los que aún les cuesta pasar más como el pan o la pizza pero van entrando poco a poco. Con poder beberme un vaso de agua del tirón ya me daba por satisfecha”, reconoce.

Adiós a los miedos, adiós a la frustración, al miedo, a la incertidumbre, a ver sufrir a su familia con sus espasmos. Y hola a muchas cosas: al deporte, a las cenas con amigas, a no meterte en la cama pensando si esta noche los dolores le van a despertar. A cinco cicatrices de las que se siente orgullosa porque le ha hecho recuperar una vida que estaba perdiendo.

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