La Rioja

Tinta y tinto: ‘Pablo Hermoso de Mendoza está loco’

Ya llevaba un tiempo sospechando el asunto. “Algo le pasa. Algo le pasa”. Cada vez que lo veía, sabía que algo no andaba bien. Llegó a la política en 2018 desde la penumbra de Marqués de San Nicolás y ya la cosa pintaba rara. No era normal. En marzo de 2019 provocó la ‘Revolución Mendoza’, cortando más cabezas que en la Revolución Francesa, y mandó a medio partido a freír espárragos porque él es más de celebrar las victorias electorales con un bocata de lomo-queso y una cerveza como hizo un mes más tarde. “Vaya tío más raro”. Un més después ganó las suyas propias y entonces se encerró en el despacho. Hasta tal punto, que todos nos preguntábamos dónde se había metido el alcalde. Corría ya el lejano 2020 y hasta íbamos a tener un equipo en la Liga de Fútbol Profesional. Qué tiempos. Seguramente no te acuerdes porque eres muy joven y hasta superamos una pandemia.

Todas mis dudas quedaron resueltas este jueves en Nájera. Como es habitual en mis decisiones cada vez que salgo de casa, caminé hacia el acto del Día de La Rioja con el paso decidido de quien no tiene ni idea de dónde va. Perdido un servidor entre los callejones najerinos, me encontré con Pablo. “Alcalde, ¿dónde es la fiesta?”. “Allí atrás. Yo voy a comprar crema, que pega mucho el sol y nos vamos a quemar”. Dobló la esquina como si supiera dónde iba y conociera la típica tienda en la que lo mismo te venden crema, una lata de refresco, el último ‘Hola’ o pinzas para tender. Nada que no hayamos visto en el paseo marítimo de Salou, capital de la celebración de este 9 de junio tan nuestro. Desapareció y nunca más supe de él hasta veinte minutos más tarde.

Apareció el alcalde en la fiesta con la cara embadurnada de crema. Parecía un niño en la playa a primera hora del día. No le hacía falta ni escolta porque la crema pararía las balas. ‘Destrozo de Mendoza’ pasó a ser nuevamente ‘Copito de nieve’, como lo apoda el populacho, y fue saludando a diestro y siniestro con ese brillo único que te da la crema de protección solar 50 cuando empiezas a sudar. Un gusiluz frente a Santa María la Real que confirmó mis sospechas. “Este tío está loco”.

¿A qué venían mis sospechas? A que los políticos siempre actúan de forma irrazonablemente racional. Me explico. Todos -habrá excepciones que confirmen la regla- conocen los problemas que tiene esta sociedad y las recetas que se deben aplicar para solucionarlos. Sin embargo, pocas veces obran en consecuencia y acaban adoptando una serie de atajos como mal menor que solucionan, sólo en parte, algo que sabían cómo solucionar. ¿Y a qué se debe esto? Pues al cortoplacismo que generan las elecciones cada cuatro años, donde renovar el sillón es más importante que aplicar grandes políticas que perduren con el paso del tiempo.

Un ejemplo clásico: el actual sistema de pensiones. Insostenible a todas luces, ¿quién se atreve a subir la edad de jubilación? ¿Bajar las pensiones? ¿Forzar a la ciudadanía a realizar un plan personal previo? Sería lo suyo. Sin embargo, ese valiente dirigente acabaría rápidamente en la cola del paro. Por tanto, se van dando pequeños pasos en esa dirección que poco a poco sean asumibles, pero que sólo parchean una situación que sigue siendo problemática. El marrón, de momento, para el siguiente. Sin embargo, de vez en cuando, aparecen locos en la política a los que parece darles igual perder las elecciones con tal de llevar a cabo su proyecto porque creen en él hasta las últimas consecuencias. Son los antipolíticos. Incluso políticos que no son políticos. También podríamos denominarlos “políticos valientes”, esos que suele reclamar la ciudadanía y luego nunca les vota. Ya sabes. Eso de “no me quieras tanto y quiéreme mejor”.

En el caso del alcalde logroñés, centro de las críticas en las redes sociales cada vez que levanta una baldosa en la ciudad, no será por no avisar. Recuperemos una parte fantástica de su discurso en el Debate del Estado de Logroño en octubre de 2021. “Supongo que otros pensarán que con calma, tranquilidad, de forma muy pausada, sin demasiados cambios de fondo, algo cosmético para decir que hago sin hacer, para mantenernos igual, para intentar contentar a todo el mundo, para sorber y soplar, para no hacer lo que, a mi juicio, debemos hacer. Es legítimo, es una opción, pero no es nuestra opción. Y creo que en esto no hay ya muchas opciones. Tengo la convicción profunda de que debemos dar un paso firme y decidido”.

Hablaba Pablo Hermoso de Mendoza sobre movilidad. Podía dejar la ciudad prácticamente tal y como se la encontró, pero él cree de verdad en lo que hace. Está loco. Va a un acto institucional en el que da mucho el sol y se echa crema del 50. Así es. Por eso, en cuanto la pandemia le ha dejado, se ha puesto a darle una vuelta de calcetín a todas esas calles que llevaban años y años pidiendo cambios, pero a las que nadie les metía mano porque qué chorra más da. De hecho, cabe recordar que el nudo de Vara de Rey no está terminado, tal y como se va a realizar ahora, porque la oposición (el voto de Ciudadanos era decisivo) se colocó detrás de una pancarta con un grupo de vecinos de la zona, llevó al pleno la modificación del proyecto y el PP decidió dar marcha atrás en 2016. Nuestro actual alocado alcalde paró el asunto nada más llegar y volvió a la idea inicial de la propia Cuca Gamarra, que era tirar un túnel anacrónico. Y es que el cementerio está lleno de valientes. Y de locos. Incluso de gente normal y corriente. En realidad, tarde o temprano, todos acabaremos en él.

¿Cuántas veces has ido con tu coche por Logroño y has maldecido “lo mal que se conduce en esta ciudad”? ¿Cuántas veces has odiado la doble fila y has pensado que cómo era posible? ¿Crees que las rotondas no tienen sentido porque casi todo el mundo las coge por fuera y que para qué necesitas el carril de dentro? ¿Te ha tocado intentar aparcar un viernes por la tarde-noche en el centro? Porque bien sabes, y eso no es de ahora, que puedes estar perfectamente 45 minutos dando vueltas sin encontrar sitio de gratis. Es decir, que llegas antes andando, en bici o en transporte público incluso si vienes desde Haro, Arnedo o Calahorra. O haces antes aparcando al “otro” lado del río Ebro. Hay vida más allá del coche y quizás sólo sea cuestión de pegarle una pensada a cómo nos movemos en nuestro día a día y cambiar algunos hábitos. Quizás no muchos. Al fin y al cabo, tampoco estamos tan locos como Pablo Hermoso de Mendoza.

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