Gabi Pérez lleva el día a día como buenamente puede. No hay feria en la zona norte de España en la que no se puedan probar sus rosquillas, prepara cada semana sus originales ‘calagurris’, prepara todo tipo de suculentos dulces. Entrar en su obrador es directamente desechar la idea de ponerse a dieta. Allí se mezclan el olor a bollo recién hecho, las palmeras de chocolate con las facturas. «Todo ha subido una barbaridad y es imposible repercutir esos costes en el producto», dice sin dejar caer que en un momento o en otro lo tendrán que hacer. «Es que si no los gastos se te comen», asegura.
Al incremento de la luz se suma el de la harina, el del aceite de girasol… «Lo de la luz ha sido bestial y aquí todo es maquinaria que va con luz, pero es que también han subido las almendras, la harina, las mantequillas… cualquier lácteo está mucho más caro que hace unos meses», asegura. La factura de la electricidad casi se ha triplicado desde el año pasado, la de la harina se ha duplicado, la del aceite de girasol más de lo mismo, todo son incrementos.
Las horas que mete en el obrador son incuantificables. Trabajar más para ganar menos. Parece que el destino de los próximos meses va a ser ese. «Es que hay pocos productos que no hayan subido», cuenta agradeciendo de que sus proveedores, al menos, no le hayan fallado. «Hoy he hablado con el de la harina, sólo está vendiendo a los clientes de siempre para no dejarnos desabastecidos, hay que agradecerles que tengan en cuenta esas cosas, porque sin harina aquí no hay trabajo que se pueda sacar adelante».
Samuel Ortega es la cuarta generación de panaderos en El Villar de Arnedo. Su bisabuela Rufina comenzó el negocio, sus abuelos Gabino y Matilde lo continuaron; después, sus padres Alberto y Mari Carmen; y ahora, él. La Villareja es una de las panaderías más conocidas de la zona. Estos días a los madrugones para elaborar su delicioso pan se suman los quebraderos de cabeza para cuadrar las cuentas. La harina ha duplicado casi su precio, el aceite de girasol también ha subido y el gasto energético está por las nubes. «Creo que excepto el agua y la sal todo lo demás ha subido», dice.
Hecha cuentas: «Con la harina llevábamos un incremento del 15 por ciento a lo largo del año pasado y en cuestión de días ha vuelto a subir, en los dos últimos meses casi un 20 por ciento». La factura de la luz se ha triplicado, el gasoil para el reparto se ha incrementado en casi el doble y «el aceite de girasol ha pasado de 1,41 euros por litro en noviembre del año pasado a 2,80 euros».
Imposible repercutir esas subidas en el precio de la barra de pan. «Hemos subido diez céntimos, pero con eso es imposible compensar los gastos, como mucho minimizas las pérdidas». El resto de las pérdidas salen directamente de su bolsillo. El problema además es que van a ciegas. «No puedes subir mucho el pan. Primero, porque es un alimento básico y, segundo, porque entendemos que estas subidas son coyunturales y que los precios de los costes un día u otro volverán a una normalidad». Al menos esa es lo que esperan.
Y eso que, al menos, no tienen problemas de suministro. Algo habitual ya en otros obradores. «Tenemos la suerte de que nuestros proveedores son empresas de cercanía y que no estamos teniendo problemas de que llegue el género». El problema vuelve a ser que esas subidas son de un día para otro, imposible tampoco hacer previsiones.
El dilema para Samuel viene de lejos. «En esta zona no debería haber problemas con el cereal, antes de las normas de la PAC éramos casi autosuficientes e incluso se podía exportar, creo que la norma en momentos de restricciones como este debería quitarse», y explica que si Europa ha permitido cultivar girasol en los barbechos para suplir el desabastecimiento, podría hacer algo similar con el cereal. «Es el momento, al menos para que el año que viene no sigamos teniendo problemas; la ley no permite desarrollar todo el potencial de los agricultores», asegura.
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