Traía la tarde festiva en Arnedo un puñado de emociones consigo. También alguna decepción. Unas y otras vinieron a disponerse en forma de sierra, que por ello era San José, aquel que fue carpintero. La primera cima se alcanzó en la taquilla. Cartel de no hay billetes, sin que hubiera de por medio restricción de aforo alguna. Las otras cúspides fueron para cada torero. Una para cada uno, si bien llegaron del tirón: en las lidias del segundo, tercero y cuarto; las que fueron premiadas con el doble trofeo.
Los hundimientos llegaron por la falta de fuerzas del encierro en su conjunto. También por pobre presentación de los ‘jandillas’. Que hubiera sido correcta en cualquier otra plaza de tercera, pero Arnedo es de máximo nivel cuando de novilladas hablamos. Los toros de Borja Domecq crecieron en presencia y guapura de mitad para adelante del festejo, aunque también en carencias. Los que hicieron primero, segundo y tercero, parecían más propios de la feria septembrina del ‘Zapato’. Cosas de figuras y plazas de tercera.
Que todos enterraran los pitones en la tierra y dieran volatín condicionó la mitad del festejo para mal. Porque ni primero, quinto y sexto se recuperaron de la costalada.
De las cumbres que hablaba, la más alta, por emociones, llegó en el cuarto. Para entonces, Urdiales y Ortega ya tenían la puerta grande abierta. Con dos afarolados de rodillas recibió Morante a ‘Regla’, que vino a ser la excepción en cuanto a estampa. Cerraba los pitones y aquella expresión torera sería la más ofensiva de la tarde. Una larga, también de rodillas, abrochó el electrizante saludo, que siguió sacudiendo por chicuelinas. Con dos faroles colocó en suerte Morante a su enemigo, que ya empezaba a perder las manos.
Como aquello parecía precipitarse al abismo de la nada, Morante tomó los palos y deleitó con las banderillas. De poder a poder los dos primeros pares. La ovación tras el tercero al quiebro, se reanudó en el brindis al público, convirtiéndose en salva para honrar a quien salvó la pasada temporada y la Fiesta en su conjunto.
Los sones del ‘Zapato de Oro’ acompañaron el tranquito de ‘Regla’, que venía cogido con alfileres. Como la nobleza, que no era tal, porque solo la falta de fuerzas limaba la inquina que llevaba consigo el funo. Dio sitio Morante. También tiempo. Siempre en torero. Siempre tan torero. Casi empezaba a fluir el toreo, cuando llegó el desarme de la muleta asida con las yemas. Unos molinetes rodilla en tierra sirvieron para animar la parada embestida del ‘jandilla’. Otro mérito del sevillano fue intentar cobrar la estocada en los mismos medios. Que llegó al segundo intento. Dos orejas a la torería máxima.
El saludo de Urdiales a su primero sirvió para ahuyentar cualquier duda de su estado físico tras el volteretón un día antes en Valencia. Ganando terreno, con el capote asido de la esclavina, el mentón hundido y la cintura rota. Adelante los vuelos, la embestida traída a la pierna de salida. ‘Latoso’ para nada dio la lata y se desplazó con nobleza. Siempre fijo y obediente a los cites. Hasta empujó en el caballo.
Se dobló Urdiales con él en el inicio del trasteo. En quitar tantos pies estábamos cuando el toro dio un tremendo volatín. Que Urdiales curó con tiempos y sitio. Pronto acudió a la muleta del riojano, ya instalado en los medios. Ritmo y largura traía ‘Latoso’ por el pitón derecho. Ponía mejor la cara, desde el embroque hasta el final, por el izquierdo. Supo aprovechar el temple de Urdiales ambas virtudes. También su mando y su gusto, que remataron muletazos más allá de la cadera.
Quiso reencontrarse Urdiales con el ritmo del lado derecho en el epílogo, pero el astado dijo basta. Unas trincherillas de cartel encarecieron más la obra. La estocada, fue de libro y de premio.
Lo poco que empujó el tercero en el caballo lo hizo con la cara alta. Se dolió el astado en banderillas y llegó a la muleta con un cabeceo que hasta parecía soltar la cara. Ortega, siempre con la figura encajada, ofreció por remedio los vuelos templados de su muleta. Y también la suavidad. Ni un tironcito hubo, ni siquiera la más mínima estridencia. Fue adquiriendo galones en su embestida ‘Oficial’, que así se llamaba el que fuera el toro más pírrico de la tarde. Y llegaron pasajes largos, hondos y profundos. De muy buen trazo. Y muchísimo gusto. Como un cambio de mano en el cierre, pleno de desmayo.
Poco vino a suceder en el ‘abreplaza’ y en los que cerraron la tarde, que acusaron invalidez o falta de fuerzas o consecuencias de los volatines. O todo a la vez. ‘Rugidor’ se enceló en los capotes y costó lo suyo llevarlo al caballo. Todo a media altura planteó Morante. Los ayudados por alto del inicio serían los mejor, porque la sosa embestida a derechas se agravaba con finales distraídos por el izquierdo.
Con ‘Trovador’ se lucieron ‘El Víctor’ y Alberto Carrero, que saludaron en banderillas. Tan inválido llegó al último tercio que nada pudo sacar Urdiales de aquel pozo seco.
De no haber sido por lo alto, ‘Luisito’ hubiera sido el niño bonito del encierro, pues llevaba a fuego grabado el número 15. Se fue apagando durante los dos primeros tercios y Ortega trató de desfibrilar con ayudados por alto. De escaso viaje y nulo celo por ambos pitones, mas aún se puso gazapón por el izquierdo.
El cartel
Plaza de toros de Arnedo Arena (La Rioja). Tradicional Corrida del Día de San José. Lleno. Se lidiaron toros de Jandilla, correctos de presentación, de buenas hechuras en conjunto, teniendo más presencia los que saltaron en la segunda mitad de la tarde, y de juego desigual. Buenos segundo, tercero y cuarto, que dieron juego. Más deslucidos, por flojos e inválidos, los restantes.
• MORANTE DE LA PUEBLA, ovación y dos orejas.
• DIEGO URDIALES, dos orejas y ovación.
• JUAN ORTEGA, dos orejas y ovación.
Las tres primeras faenas fueron brindadas a Antonio Domínguez, cirujano de la plaza de toros de Arnedo.
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