La Rioja

“Las consecuencias económicas de la invasión van a durar al menos hasta septiembre”

La globalización es lo que tiene. Alguien da un sorbo a una sopa de murciélago en China y a los dos meses todo el mundo está bajo un confinamiento estricto. Las interdependencias sociales, comerciales y económicas propician la tormenta perfecta si una mariposa aletea en el otro extremo del planeta. Y si en lugar de eso hay una guerra y además esta se desarrolla a las puertas de la Unión Europea, el huracán se convierte en un tsunami económico con pocos precedentes en las últimas décadas.

Fernando Antoñanzas, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de La Rioja (UR), es claro al respecto y asegura que “las consecuencias de la guerra las vamos a ver en dos direcciones: a corto y a medio plazo; a largo plazo es imposible predecirlas”. No siempre fue así: “Lo que nos ha contado la historia hasta ahora es poco aplicable; habitualmente los países neutrales suelen verse beneficiados”.

Así pasó, por ejemplo, en La Rioja -concretamente en Calahorra- durante la primera Gran Guerra del siglo pasado. Que España fuese un país neutral en la Primera Guerra Mundial hizo crecer la industria conservera en la ciudad. “Ahora las cosas no son iguales porque vivimos en un mundo más global, más interdependiente”, comenta Antoñanzas.

Poniendo en contexto lo que está pasando, explica que “lo que estamos sufriendo, más que las consecuencias de la guerra, son las de las medidas tomadas contra Rusia”, que “inicialmente se van a notar en productos energéticos y en materias primas”. Es nuestro frente de batalla, el de los países que no están lanzando ni sufriendo los misiles ni las bombas.

Obviamente no todo viene motivado por la guerra: “El mercado del gas ya estaba tensionado y la invasión lo ha complicado aún más”. El catedrático de la UR explica que en los cereales hay que tener en cuenta también otros factores, como que la última cosecha en China fue la peor en años. “Los precios de la energía en España ya se habían disparado porque el verano fue muy seco y no pudimos contar con determinadas fuentes de energía, así como por los problemas entre Argelia y Marruecos; ya teníamos nuestras tensiones internas propias y la invasión las ha acrecentado más”, detalla.

Sospecha también que la especulación puede sobrevolar los mercados: “Hay materias que se producen en muy pocos sitios, como el amoniaco, los carbónicos o el aluminio; uno no sabe ni que están, pero son muy necesarios y se puede intuir que hay sectores estratégicos que en 2021 se podrían haber puesto de acuerdo después de no poder sacar sus productos en 2020”.

Estos aumentos afectarán inicialmente a las materias primas y los carburantes para, después, infiltrarse en el resto de engranajes de la cadena. ¿Hay posibles soluciones? En el cereal, el catedrático apuesta por determinadas recomendaciones, como reducir el consumo de carne para ahorrar en el consumo de cereales. “Un kilo de ternera supone un gasto de 10 kilos de cereal”, explica, matizando que “eso debería llevar ligadas ayudas a los sectores afectados”.

Aún así, es cauto ante la intervención de los mercados, que “suele resultar peligrosa”, y ante la reducción de impuestos en determinados sectores. “En el carburante hay margen para bajar impuestos; sería una medida a corto plazo y durante un tiempo determinado que podría paliar el problema”, explica, pero advierte de que “en países como el nuestro, con tanta deuda, no sé si se puede renunciar a esos ingresos”.

Aún así, los mercados no volverán a recuperar el paso hasta después del verano: “Aunque el conflicto, en el mejor de los casos, se solucione en dos semanas, los precios suben como un cohete y bajan como un paracaídas”. Si el conflicto se alarga más, no se atreve a hacer predicciones.

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