La Rioja

Pisos tutelados en La Rioja: ni el cielo ni el infierno

Los últimos casos relacionados con menores tuteladas en Madrid, Baleares y el País Vasco han llevado a relacionar palabras como prostitución, drogas, maltrato, peleas o actos delictivos con las de menores tutelados; una mezcla que no es la habitual en el día a día de los centros en los que viven unos chicos y chicas que, en la mayoría de los casos, no estaban protegidos dentro de sus entornos familiares y que el sistema ha tenido que hacerse con su amparo.

Los macabros titulares que acompañan estos casos ponen de manifiesto que queda mucho que mejorar en el sistema de tutela de menores por parte de las administraciones, pero la realidad es que se van dando pasos para que estos sucesos dramáticos estén cada vez más alejados de los chavales. Esta misma semana se acordaba desarrollar un Plan de Choque Sobre la Violencia Sexual a Menores Tutelados con el objetivo de incrementar la protección de este colectivo vulnerable.

Pero ¿cómo un menor llega a estar tutelado por una institución? Los motivos son tan diferentes como las familias que los protagonizan. En la mayoría de los casos la situación de desprotección se detecta desde los Servicios Sociales de los municipios. En ese momento se abre un expediente que examina la situación y decide tomar medidas. “Siempre se intentan otras alternativas antes que separar al menor de la familia”, explican desde Servicios Sociales. “Se trabaja con las familias con ayudas sociales, económicas, educativas… y cuando ya ves que nada funciona y la desprotección del chaval es evidente, entonces se toma la decisión de buscar una alternativa fuera del hogar familiar”, relatan.

En torno a 500 menores están en situación de riesgo en La Rioja, es decir, que tienen una medida de protección anterior al desamparo al detectarse determinados problemas manifiestos. Desde los Servicios Sociales de la comunidad se trabaja con ellos y con sus familias para evitar problemas mayores y decisiones más complicadas. “Los chavales no siempre son los protagonistas de los conflictos familiares, en la mayoría de las ocasiones son víctimas de su entorno”. Situaciones de violencia doméstica, drogas en el entorno familiar, familias desestructuradas, claras faltas de posibilidades de conciliación, también malas compañías…

Cuando se toma la decisión de separar al menor de su familia, después de haber buscado otras alternativas, la Administración riojana tiene varias alternativas. Desde la ley de 2006 que fija los diferentes niveles de protección se prima la acogida familiar. Por un lado se intenta que familiares de segundo o tercer grado se hagan cargo de ellos y cuando esa solución no es factible se busca una familia de acogida. “Para los niños más pequeños es más fácil, pero a según que edades es difícil encontrar familias de acogida, especialmente en el caso de adolescentes”, explica Pablo Rubio, consejero de Servicios Sociales.

A pesar de ello, la mitad de los chavales que llegan hasta este punto tienen que ir a centros o pisos tutelados. De los 170 menores que están en esta situación en La Rioja, 84 están en pisos o centros tutelados y 86 están acogidos por sus familias de segundo grado o por familias ajenas. “En nuestra sociedad la referencia de socialización es la familia y hay que intentar que los chavales estén en ese entorno”, comenta Ruiz.

Una vez que esto no es posible entran en juego los centros o pisos tutelados. “Hay una tendencia a que desaparezcan los macrocentros en todo el país, en La Rioja el centro más grande es el de Iregua, que tiene plazas para una treintena de chavales pero que siempre tiene menos ocupación; para los más pequeños está La Cometa, que ahora mismo tiene 13 menores institucionalizados”, detalla.

Además, en La Rioja hay un total de siete pisos tutelados. Todos ellos son gestionados por la Fundación Diagrama. Con un máximo de ocho plazas por piso, el objetivo es que la dinámica sea lo más parecido a la de una vivienda normalizada, una vida lo mas parecida a la de cualquier menor de su edad. “Con ellos hay que hacer un trabajo individualizado porque cada uno trae su mochila personal, son chavales que en muchos casos lo han pasado muy mal hasta que llegan aquí; nuestra labor es conocerlos, detectar sus puntos fuertes y potenciarlos y sus debilidades e intentar frenarlas”, explica Javier Martínez Llano, director territorial de Diagrama.

“Hay que dejar muy claro que estos chavales no vienen a estos pisos porque hayan cometido ningún delito, son chavales que tienen todos sus derechos y hay que intentar que tengan una vida normalizada fuera de sus familias: ir al colegio o al instituto y tener clases extraescolares, si quieren que tengan garantizado poder seguir estudiando; si no quieren estudiar, buscarles cursos para acceder al mercado laboral…”, explica.

La situación no siempre es fácil. Unos tienen familias; otros, no. Unos vivían en pueblos y han pasado a vivir en Logroño, otros ya son de allí y tienen sus amigos fuera de los pisos. La convivencia no es fácil, pero se intenta que sea lo más parecida a la de una casa. “El objetivo es darles herramientas para cuando salen del piso en el momento en el que cumplen la mayoría de edad; su papel en la vivienda depende de la edad: los más mayores colaboran con las actividades de la casa: las lavadoras, la limpieza…”, detalla.

El día a día pasa, en la mayoría de los pisos, por ir a sus centros escolares. “Luego vienen a comer, hacen sus deberes, tenemos algunos talleres, también disponen de tiempo libre, un rato de televisión, cenar, preparar las cosas para el día siguiente y meterse pronto en la cama”, cuenta. El fin de semana también es distinto según la edad. “Hay que tener en cuenta que no son chavales que estén privados de libertad y que pueden salir y entrar, quedar con sus amigos, tienen sus horarios dependiendo de la edad, sus pagas…”. En verano la mayoría pasa por algún campamento, van en grupo a la piscina… La edad más complicada es la adolescencia, como en cualquier hogar normalizado. “Son chavales que en muchos casos no están acostumbrados a tener unas normas porque nadie se las ha puesto nunca”, explican desde Servicios Sociales. Mientras tanto se sigue trabajando con las familias en diferentes programas. Hay un plan de intervención firmado por los progenitores y los técnicos para lograr objetivos que redunden en que el menor pueda volver a casa pero a veces es muy difícil revertir esas situaciones: exclusión, pobreza, drogas… “Intentarse se intenta, otra cosa es que se consigan resultados”, explican.

Uno de los problemas que se ve desde Servicios Sociales es la capacidad de la región. Al ser La Rioja una comunidad pequeña no hay posibilidad de separar a los chavales por problemáticas que sería lo ideal, tampoco por edades. “Si hay tres hermanos de diferentes edades se intenta siempre no separarlos”, comentan desde Diagrama. Además, cada vez se están viendo más problemas psicológicos en estos jóvenes, “o cada vez se detectan más”, explica el consejero Pablo Rubio. Entonces hay que enviarlos a centros especializados fuera de la región.

A este se unen otros problemas como “la rotación de los profesionales”, lamenta el consejero. No es fácil trabajar en un piso tutelado. “Aunque la profesionalización ha aumentado considerablemente en los últimos años, hay que ser conscientes que las condiciones retributivas no son las ideales, además es un trabajo intenso que requiere profesionales con mucha vocación”. La realidad es que jóvenes postuniversitarios se convierten en los cuidadores de estos chavales, con una titulación que los hace estar muy preparados pero, en muchos casos, también con poca experiencia.

Otro problema en el que habría que incidir más es en los procesos de emancipación. “Hay que tener en cuenta que la administración deja de tener la tutela de estos chavales cuando cumplen los 18 años, una edad en la que en estos momentos es complicado emanciparse, por eso algunos de ellos requieren acogimiento con posterioridad para comenzar un proceso de integración en el ámbito laboral pero eso ya depende de ellos porque al considerarles adultos ya es una decisión suya”, explica Pablo Rubio.

La realidad es que aunque los pisos tutelados no son lugares idílicos por las características de los chavales y la problemática que traen consigo, tampoco son los infiernos que parecería pensar a tenor de las noticias que surgen en algunas comunidades. Son simplemente lugares en los que a chicos que no han tenido una vida fácil se les da la oportunidad de salir adelante.

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