La Rioja

24 de diciembre… y yo, ¡positivo!

Cientos de riojanos estarán solos esta noche, brindando desde la distancia con los suyos

24 de diciembre. Día de reencuentros. De besos, abrazos, una copita de Rioja en el vermú, más reencuentros, visitas de amigos que vuelven a casa, otra copita de Rioja a media tarde, risas con el que sale con el espumillón a modo de boda. Más reencuentros. Más besos. Más abrazos. Más “¿qué tal te va la vida?”. “Cuánto tiempo sin verte”. Día de compras en el último momento. Día de “coge el vino que hay que llevar a casa de tus padres”. Día de la última antes de ir a casa de los suegros. Día de…

La avalancha de contagios está haciendo que muchos riojanos (más de 4.500) no puedan vivir un 24 de diciembre como es debido. Lo que parecía un plan perfecto para Nochebuena se ha convertido en unas horas en planes trastocados y cenas canceladas. Algunas, desde hace días. Otras, esta misma mañana cuando las dos rayitas resurgían en el test a modo de advertencia.

Es el caso de Toya. Su familia y la de sus hermanos habían decidido pasar la Nochebuena y la Navidad en una casa rural. A media tarde debería estar ultimando la cena con sus hermanas con una copa de vino en la mano: cigalas con ajos, almejas a la marinera, quesos asturianos, brandada de bacalao… Hoy se ha tenido que aislar en la casa antigua de sus abuelos. “Me dan ganas hasta de llorar”, dice. Y eso que su marido y sus hijos, que tampoco pisarán la casa rural pero sí podrán estar juntos, le van a preparar unos langostinos al horno que le animen algo la noche. El jueves, con la maleta preparada, se hizo un test de antígenos porque había tenido algo de tos. ¡Oh! Sorpresa: positivo. Ellos hoy se han hecho un PCR que ha dado negativo. Imposible saber de dónde vino el contagio.

En la misma situación se encuentra Sergio. “Ayer me metí perfectamente en la cama y esta noche he pasado una noche regularcilla con dolor muscular, de cuello y me he levantado con un poquito dolor de cabeza”, cuenta. Alertado y previendo que podía ser algo más que un catarro común, ha dedicado parte de su mañana a llamar a farmacias para conseguir un test de antígenos. Imposible. “Mi hermano tenía uno y me lo ha dejado en el ascensor. En un minuto, las dos rayitas. Positivazo”. A pesar de que muchos están de fiesta, pero los rastreadores no, enseguida le han cogido e teléfono en Salud Responde: tramitada la baja y diez días aislado. Eso sí. Gracias a su madre (benditas madres), la cena le llegará, como el test de antígenos, por el ascensor de casa puntualmente. Sergio hoy no se queda sin cenar.

A Víctor no le ha dado tiempo ni de llegar a La Rioja. Él no tenía síntomas ni había sido contacto estrecho con nadie, pero decidió, intentando ser lo más responsable posible, hacerse un test de antígenos antes de viajar a Logroño a pasar la Navidad con su familia. El jueves se lo hizo en un laboratorio de Madrid. “Confiaba en un negativo porque no tenía síntomas ni contactos estrechos que hubiesen dado positivo, pero para mi desagradable sorpresa fue positivo”. Será su primera Navidad solo y su primera Navidad lejos de La Rioja. “Si he evitado llevar el virus a casa donde hay población de riesgo, me quedo con eso”. El 2 de enero volverá a poder salir a la calle. Una Navidad diferente. “Por suerte tengo reserva de comida en casa y si no, pues ya pediré algo”. Las videollamadas seguro que no van a faltar esta noche.

La noche de Irene se fue desmoronando cual torre de naipes. Toda su familia se iba a juntar, por fin, este año. Después de no poderlo hacer el año pasado, las ilusiones estaban puestas en las vacunas y la mejoría de la situación, pero hace un par de semanas empezó a complicarse todo. Una de sus primas dio positivo. Luego otra. La familia decidió juntarse cada uno en su casa. Pero no podía terminar ahí la cadena de despropósitos. Hace unos días fue ella la que dio positivo. La Nochebuena se había truncado, pero al menos podía comer con su familia en Navidad. Ayer, su madre dio positivo, así que entonces sí que sí celebrarán los dos días cada uno en su habitación. “Un auténtico planazo”, resopla. Todo lo comprado habrá que guardarlo para más adelante. Cuando se pueda. Qué más da. Ahora lo importante es encontrarse bien.

Mario se lo toma con humor. “Para que no me de tanta rabia estar solo esta noche, he decidido que voy a ponerme a limpiar los azulejos del baño que están llenos de cal de la ducha. Eso sí, con villancicos de fondo”. El jueves dio positivo. “Pensaba que era una alergia y… ¡sorpresa!”. “Menos mal que me hice el test porque hubiese preparado una masacre esta noche”. Le duele perderse el mejor día del año. “Nos juntamos todos los amigos que estamos fuera y hace días llegué de Laponia. Tenía ilusión por contarles a mis primos pequeños que había estado con Papá Noel”. Como el test de antígenos de Santa Claus ha dado negativo, esa visita sí que está asegurada.

Marta sabe desde el lunes que es positivo. Quizás eso haga que ya haya asumido lo de cenar sola esta noche y tenga un humor inmejorable, teniendo en cuenta las circunstancias. Nos comenta una lista importante de ventajas ante la adversidad. “Positividad ante todo”, bromea desde el otro lado del teléfono. “Este año mi vestido no va a oler a gamba a la plancha, que siempre me tocaba a mí, y no voy a discutir con nadie ni por qué ver en la tele ni por qué vino abrir primero”, asegura. “Eso sí, mi familia está preocupada porque como siempre me sacan a mi el dinero a las cartas, a ver quién es el pardillo este año”. El día 30 ya podrá volver a salir a la calle. “Aún así hemos decidido que lo dejamos para más adelante, ya habrá tiempo de celebrar”. Su familia también va a llevarle comida a la puerta del ascensor. “Es un gustazo sentirse tan querida, que todo el mundo te llame para ver si necesitas algo”.

No serán los únicos que no cenen en sus casas. En días como hoy es imposible no acordarse de sanitarios, fuerzas de seguridad, bomberos y decenas de gremios que cada año tampoco puede vivir una noche tan especial como la de hoy con sus familias. “Hoy me acuerdo mucho de ellos y, sobretodo, de la gente que está en el hospital. Al fin y al cabo, nosotros estamos en casa, prácticamente sin síntomas. Es cuestión de hacerte a la idea de que es una noche más”, dice Javi, quien también estará en su habitación metido mientras el resto en su casa lo celebran fuera. “Ya les he dicho que no se corten, que canten lo más alto posible para que me llegue hasta aquí la alegría”.

Ellos no son más que un puñado de ejemplos de los cientos de riojanos que esta noche estarán solos, brindando desde la distancia con los suyos, sabiendo que estando ahí, en sus habitaciones, contribuyen a cuidar de los suyos. Será una noche distinta. Habrá risas, quizás también alguna lágrima, pero los abrazos les esperan al otro lado de la puerta para cuando puedan salir de nuevo. Para cuando las cosas sean un poquito más de cerca.

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