Toros

El toreo de Ortega, el triunfo de De Justo y el valor y el esfuerzo de Urdiales

De Despeñaperros pa’abajo se torea; de Despeñaperros pa’arriba, se trabaja. Aquella sentencia que Joaquín Rodríguez ‘Cagancho’, torero gitano nacido en el sevillano barrio de Triana y cuya carrera estuvo salpicada de no pocas espantadas y unas cuantas genialidades (fue el primero en bajar las manos toreando con el capote), pudiera servir como resumen de lo sucedido la tarde de este sábado en Soria. Pero con matices. Con muchos matices. O con uno solo: porque hay toros que, sin permitir el lucimiento total, exigen de una torería laboriosa. Y ofrecer esa torería requiere ser generoso en esfuerzos y disponer del valor necesario. Y derrochar este, por supuesto.

Es lo que ha hecho Diego Urdiales en Soria ante el segundo toro de su lote. Hondo y cuajado, le permitió al de Arnedo estirarse a la verónica para llegar con pies y apretando en banderillas, luego de acudir en dos ocasiones al cabello de picar. La brusquedad fue la nota predominante del de Román Sorando. De embroque violento y ritmo incierto, lo mismo apretaba que amagaba con salirse de los vuelos de la muleta del riojano. Firme Urdiales, tragó dejando siempre puesta una muleta que el toro nunca tropezó. He ahí el temple: no pausado ni delicado, pero sí seguro y constante. El requerido por un toro de cabeceo impetuoso también. Técnica, determinación y valor para firmar un trasteo esforzado, siempre en los mismos terrenos. Diferente a lo que acostumbra, pero acorde a lo exigido por el guion fue la versión ofrecida por el riojano hoy en Soria. La estocada cayó baja y Urdiales paseó un trofeo.

El primero de la tarde salió ya sin alma y sin nada dentro. Recibió numerosos capotazos y en ninguno se empleó. Uno o dos muletazos de temple pulseado le robó Urdiales con la franela. Media tendida tras el abrevio acertado y obligado. Un público agradecido, en su mayoría riojano, le obligó a saludar desde el tercio.

Llegaba Emilio de Justo erigido en figura tras su triunfo el pasado domingo en Madrid. Le obligaron a saludar tras romperse el paseíllo, compartiendo ovación con con sus compañeros de cartel. Continuó su racha triunfal. En trofeos, que no en sensaciones. Porque a las dos faenas de De Justo le faltaron reunión. Casi siempre despegado, fingió relajo forzando la figura y, por ende, consiguiendo el efecto contrario. Hubo cierta transmisión en momentos puntuales: en un pase del desprecio o en un trincherazo. Eso sí, en los de pecho, siempre. Un tanto desangelada, como las embestidas del toro, fue la faena a su primero, premiada con una oreja. La gran estocada al quinto ya valía el trofeo y el epílogo por manoletinas gustó y paseó entonces el doble trofeo.

El único torero de la terna de Despeñaperros pa’abajo era Juan Ortega. Y vaya si hizo buena la sentencia de ‘Cagancho’. Porque Juan Ortega toreó. ¡Y cómo!

Con el mismo mimo que se sacan a los toros del caballo, dejó colocado a su primero en las cercanías del peto. Ortega probó el temple excelso del toro tras dos puyazos y aún sacó pies en banderillas el de Sorando. Parecía que podía ser y ¡vaya si fue! Temple, trazo, reunión, compás ritmo y naturalidad. Siempre vertical. ¡Qué despacito toreó el trianero! ¡Y con cuánto gusto! La muleta en las yemas y solo los vuelos a la cara del toro. Sin toques. Enganchando adelante y llevándolo templado hasta la cadera. Los cambios de mano, colosales. Una obra de arte. Falló imperdonablemente con las espadas.

‘¡En la suerte contraria!’ le indicó Pepe Luis Vargas, su apoderado, para poner fin a una obra de similar grandeza en el sexto. Otra oda. Otro monumento. Otra genialidad. Pero también otro desastre a espadas, ahora con la de cruceta. Oreja en reconocimiento del rotundo triunfo que pudo ser y finalmente no fue. Obligaron a saludar a Jorge Escribano tras un buen tercio de banderillas y una muy buena brega también en el tercero.

Mientras De Justo abandonaba la coqueta plaza de Soria en volandas, Ortega reafirmaba a ‘Cagancho’ y Urdiales lo matizaba: también se trabaja con torería.

Plaza de toros de Soria. Primera de la feria. Tres cuarto de entrada sobre el aforo permitido. Toros de Román Sorando, correctamente presentados y de buen juego en su conjunto aunque sin raza en líneas generales. Destacaron el tercero, quinto y sexto, imposible el primero, complicado el cuarto y manejable el segundo.

– Diego Urdiales, ovación y oreja.
– Emilio de Justo, oreja y dos orejas.
– Juan Ortega, ovación y oreja.

Incidencias: Al finalizar el paseíllo, los tres toreros se vieron obligados a saludar una ovación.

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