La Rioja

Un sector joven pero poco profesionalizado en busca de su mejor floración

Jorge Elguea afronta una época complicada para el sector que, sin embargo, suma cada año más explotaciones

Jorge Elguea, en uno de sus colmenares en el término de Alcanadre

La apicultura en La Rioja parece remontar posiciones en una época en la que la alta mortalidad de las obreras acecha la rentabilidad del sector. Los datos oficiales a fecha de 2021 cifran en 1.495 los asentamientos apícolas en la región, con un censo de 32.161 colmenas, frente a las cerca de 13.000 que había hace ocho años, según estima el presidente de la Asociación de Apicultores de La Rioja, Ismael Del Rincón.

A diferencia de otros sectores de la ganadería, en este caso no se puede hablar de una actividad en peligro de extinción, pero sí de una falta de formación “que puede llegar a desprestigiar al sector más profesional de la apicultura”. Así lo considera Jorge Elguea, quien maneja desde 2008 una explotación de 1.200 colmenas a camino entre La Rioja, Navarra y Zaragoza. Siempre en busca de las floraciones tempranas, en zonas abrigadas y cálidas. A las puertas de la primavera, prepara las colmenas en un paraje del término de Alcanadre para la temporada de trashumancia que ya se acerca.

A sus 33 años cumple con la estadística que acompaña a la apicultura en La Rioja como uno de los ámbitos menos envejecidos del sector agrario. “En La Rioja hay gran diversidad de explotaciones y apicultores, la gran mayoría de pequeño tamaño que comercializan al por menor, pero el problema radica en que la apicultura no está bajo el paraguas de la profesionalización. Ahora parece que cada vez se le da mayor importancia, pero históricamente ha estado más enfocado a una actividad de autoconsumo o a una afición”, señala.

Jorge remarca que “lo que el sector necesita son más profesionales con grandes explotaciones, porque los ‘hobbistas’ que no tienen una base se dejan aconsejar por unos y otros y pueden llegar a perjudicarnos con la transmisión de enfermedades a las colmenas vecinas porque no las atienden como deben”. Si a eso se le suma las numerosas bajas anuales y los bajos precios del mercado, el futuro no es muy alentador.

El empleo de tratamientos químicos en las labores agrícolas también juega en contra de la supervivencia de las abejas. “En otros lugares como California cobran por llevar colmenas a los cultivos, pero aquí nadie las quiere, ni gratis incluso”. Las nevadas de este invierno tampoco han ayudado y esta abeja ibérica, “más agresiva que otras especies”, cada vez deja menos rendimiento por colmena. En el caso de Jorge, 2020 se cerró con unos 15 kilos por colmena, “un buen resultado ya que la media suele estar algo por debajo”.

Aunque la inversión en vehículos aptos para las trashumancias cada vez es más positiva en ese afán de profesionalizar el sector, también se demanda un mayor número de técnicos especialistas en el estudio de las enfermedades que arrasan los colmenares: “No hay muchas inversiones en este sentido y, por tanto, hay desconocimiento”. El Programa Nacional Apícola 2020-2022 parece que busca revertir todas estas carencias apostando por unas líneas que fomenten esa profesionalización y adaptación del sector a las nuevas tendencias sanitarias y climáticas.

Quien se ha pasado su infancia entre panales y buzos blancos describe esta profesión como un trabajo “bonito, pero sufrido, porque es un constante aprendizaje”. Además de producir miel de romero, tomillo, milflores y de bosque y encina, también se dedica a la venta de polen, propoleo y enjambres para repoblar explotaciones, “aunque los últimos años no han sido del todo buenos para el polen porque no hay salida”.

El padre de este joven apicultor también comenzó en la producción de miel como un aficionado hace 28 años, pero ya es uno más en el lineal de profesionales con su propia explotación apícola. Ambos comercializan toda su producción a través de mayoristas nacionales, pero la miel que nace de estos parajes tiene como destino final países como Alemania. “En España nos comemos la miel mala que viene de fuera y la nuestra se la llevan fuera que es donde se consume”, asegura Jorge.

Trece años después, por fin ha dado el paso a la venta al por menor. El próximo proyecto de Jorge, que ya asoma la cabeza, lleva por nombre ‘La Abeja Artesana’, marca con la que comercializará miel de romero, tomillo, de bosque y milflores. A falta de recibir las máquinas envasadoras, ya está todo listo para dar un paso más en el crecimiento dentro del sector apícola. “Compaginaré la venta a granel con esto, porque no quiero depender al cien por cien de los mayoristas y sus precios”, asegura. Poco tardará ‘La Abeja Artesana’ en copar estantes de comercios locales y mercados.

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