Entrevista

El enfermero con anestesia en los dedos que triunfa en el Camero Viejo

Juanjo Riaño, enfermero titular del Camero Viejo

Solo hay que remitirse a los testimonios de vecinos, mayores y no tanto, para darse cuenta que Juanjo Riaño tiene un don en sus manos. Muchos son los que dicen que desde hace tiempo ya es parte de la familia del Camero Viejo y es que lleva nada menos que 22 años dando asistencia a los doce municipios y sus correspondientes pedanías sin descanso. Esta semana, además, ha afrontado un nuevo desafío profesional, y también personal. La vacunación a los mayores de 80 años ha llegado a la sierra para avanzar un paso más en la lucha contra la pandemia y sus pacientes le ponen un 10 de nota. Él, con más modestia, lo achaca a que no tienen más manos para comparar.

– Con Juanjo al frente de la vacunación, los serranos no temen al pinchazo.

– Exageran un poco. La clave está en que me conocen desde hace dos décadas y esa unión desencadena en esa gran confianza. Les he puesto ya varias vacunas y saben cómo lo hago, por eso sienten seguridad ante esta nueva situación, a pesar de la desconfianza que les pueda generar la enfermedad. Son muy poquita población y todos se conocen, así que a los pocos meses de llegar a este Centro de Salud ya me sentía parte de esta familia. Al final, ves sus caras a diario, vas conociendo a sus familias y ellos a la tuya. Hay mucha cercanía y contacto, y en apenas un año te conviertes en uno más de la sierra, así que imagina después de tantos años.

– La relevancia de la Atención Primaria se ha puesto de manifiesto en el último año. ¿Cómo se ha adaptado la medicina rural a esta nueva etapa? 

– Ha sido, y sigue siéndolo, un auténtico reto. Nos ha tocado hacer una labor previa de tranquilización y concienciación, explicándoles los inconvenientes y beneficios de vacunarse y por qué es mejor hacerlo. Pero el miedo ha sido generalizado y las dudas sobre cuándo llegaría la vacuna y si esta sería eficaz, abundantes. Los posibles efectos secundarios siguen siendo una preocupación importante y aquí una familia ya nos ha comunicado que prefieren no vacunar a su madre, que ya es muy mayor, por si el remedio puede ser peor que la enfermedad. Al final todo es respetable, pero nosotros debemos recomendarles que se vacunen.

– Primer día de vacunación en los Cameros. ¿Cómo ha trastocado este acontecimiento la agenda?

– Ha transcurrido como se esperaba, pero cruzando los dedos para que no hubiera otra urgencia y hubiera que paralizar todo el proceso. Ayer ya hicimos la citación a todos para que estuvieran presentes, sobre todo para quienes estaban fuera de los pueblos, anunciando también la suspensión de las consultas rutinarias. Es una situación más agobiante que un día habitual de consulta, pero ya veníamos mentalizados de que iba a ser diferente. No es como la vacuna de la gripe porque en ese caso actuamos con la tranquilidad de que quien no se vacune hoy, se vacuna mañana, mientras que con esta vacuna tiene que ser hoy sí o sí porque su durabilidad es de seis horas y si no se pierden.

– ¿Cuál es el mayor handicap que se ha encontrado a nivel sanitario en esta sierra?

– El abrigo que te da estar cerca del Hospital San Pedro es algo que estos pueblos no lo pueden palpar y cualquier cosa urgente o emergencia aquí supone un problema porque no tienes el amparo del hospital. Otro de los inconvenientes en la sierra es el desplazamiento por carretera. Aquí venimos todos de Logroño y este año las nevadas de comienzos de enero fueron fuertes y se mantuvieron varios días, sin contar con la dispersión de los municipios, que nos quitan mucho tiempo de nuestra jornada laboral. Además, ahora con el proceso de vacunación también hemos tenido que realizar un servicio a domicilio porque muchas personas en estos pueblos viven solas y no pueden desplazarse, lo que ha prolongado todavía más la labor a diferencia de otras poblaciones que pueden centralizar el proceso.

– ¿Y cómo han afrontado esta crisis las gentes del Camero Viejo?

– Yo destacaría la sensación de miedo que ha inundado estos pueblos desde el inicio de la pandemia. Miedo a la gente, a no querer juntarse con nadie, a contagiar a los mayores. Ese no querer salir de casa o huir de las ciudades para refugiarse en entornos rurales porque aquí se sienten más seguros. Ha sido una pandemia del miedo. Además, la adaptación a unas consultas telemáticas ha sido complicado para todos, tanto para los pacientes como para nosotros, acostumbrados al contacto directo.

Fue una sensación desagradable que vivimos como profesionales que somos, pero con el verano la situación se suavizó y pudimos hacer un poco de vida más normal, aunque sin perder la citación de pacientes para evitar aglomeraciones en las salas de espera. Aunque no hemos alcanzado la normalidad, lo llevamos con más tranquilidad que antes y, sanitariamente, creo que estamos más preparados para afrontarlo y quizás hemos perdido algo de miedo o nos hemos acostumbrado a esta situación.

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