Los números de los hospitales riojanos son alarmantes. Las UCI están al borde del colapso, pero la Atención Primaria también se asoma al agotamiento extremo. Son el primer parapeto de los casos COVID en nuestra región. Por ellos pasan todos: los asintomáticos, los casos leves, los graves y los que luego se complican.
La Atención Primaria es la primera trinchera de la ‘guerra’ que se está librando en el sistema público de salud y, además siempre es la hermana pobre, la que no tuvo EPI hasta bien tarde y la que sigue sin tener test en estos momentos. De una charla con los profesionales del servicio afloran las mismas sensaciones: cansancio, preocupación por lo que queda por llegar, hartazgo y desesperación en muchos casos. A esto se suman las críticas que reciben por no poder atender a todos sus pacientes de forma presencial; una crítica injusta porque no paran ni un minuto intentando que sus pacientes estén atendidos de la mejor forma posible.
Alberto Pérez es médico de Atención Primaria en Calahorra. Su día a día es agotador. «Llevo 34 años trabajando en el servicio. Siempre iba cantando a mi trabajo, pero ahora suena el despertador y me dan ganas de darle una patada; esto está siendo muy duro y nos está afectando mucho más de lo que pueda pensar la gente», asegura.
Su mañana laboral empieza puntualmente a las ocho. Debería terminar a las tres, pero a día de hoy nunca sabe con certeza cuándo va a terminar. «Lo primero que hacemos es repasar la agenda y ajustarla, citamos de 30 a 40 personas al día. Yo dejo a los presenciales para el final de la mañana, pero hasta entonces hay muchas llamadas que hacer», explica. «Solemos citar a 30, pero siempre, todos los días, hay algunos que entran a través de urgencias y cuando las cosas se ponen feas con el COVID son muchas más: alguien que tiene fiebre, alguien con síntomas compatibles… hay que ir a verlos a casa y valorar», cuenta.
Le duelen las críticas a la Atención Primaria: «No hay ni un solo paciente que haya querido venir al que le haya dicho que no. Puede ser hoy, mañana o dentro de tres días, dependiendo de cómo vayamos, pero se ve a todo el que lo necesita, al menos en mi caso».
Los casos sospechosos COVID se atienden a domicilio. Eso supone ponerse el EPI e ir de casa en casa, cambiándolo de una a otra visita. «Estos días tenemos de 18 a 20 peticiones al día de test PCR y eso supone pedirlo, bajar a la centralita para que lo remitan…». Subir y bajar escaleras incontables veces al día. Además hay que evaluar casi a diario a todos los positivos: «Si tienen síntomas los llamamos cada día, si son asintomáticos yo llamo cada dos días para ir valorando cómo están». Si hay tres días seguidos con síntomas hay que visitarlo en casa… «No podemos olvidar que cada vez que alguien entra en un hospital es porque antes ha pasado por nuestras manos», recuerda.
El cansancio se va acumulando. «Yo elegí la Primaria porque me gusta el trato con el paciente y duele que haya personas que por miedo no quieran venir, esos son la mayoría», explica. Además todo se complica por la falta de test de antígenos. «Nos facilitaría mucho el trabajo, hemos leído en prensa que van a llegar pero aún no los hemos visto. No podemos ayudar tanto como nos gustaría y el cansancio psicológico nos va a pasar factura», se lamenta.
«Hay gente que ya no puede más»
Rafael Crespo es médico rural. Sus sensaciones son muy parecidas. «En la primera ola estábamos frescos y lo dimos todo, pero ahora hay gente que está completamente agotada, no pueden más». Cada vez están más sobrecargados, como sus listas cada mañana. «Creo que aún nos quedan dos semanas muy complicadas hasta que se empiecen a notar las medidas que se han tomado», cuenta, pero echa de manos más previsión. «La Salud Pública tiene mucho de prevención y estamos esperando a tomar medidas a cuando ya no podemos prevenir que la gente se contagie», recalca.
En los municipios como el suyo -es médico en Grañón- a todo el mundo se le ve presencialmente. «Eso supone limpieza extrema después de cada consulta y, aunque intentamos agilizar y ser lo más puntuales posible, a veces es imposible», explica. «A nosotros más que a nadie nos duele tener a algunos de nuestros vecinos esperando en la calle. En estos municipios la mayoría es gente mayor y sufrimos pensando que están en la calle esperando», cuenta. Pero se hace por seguridad.
Para él, la Atención Primaria está siendo clave en la pandemia desde marzo: «Sé que las cifras de los hospitales asustan, pero hay que tener en cuenta que a ellos llegan el 10 por ciento de los contagios y nosotros tenemos que hacer seguimiento del resto, y en muchos casos también de sus contactos. Cuando llamas a un paciente sabes que está toda la familia en casa y ya preguntas por todos, aunque no te correspondan».
También reclama ya los test de antígenos: «Sería todo más fácil». Cuantos más casos hay en La Rioja más tardan en llegar las pruebas PCR y los test de antígenos en la Atención Primaria adelantaría algunos confinamientos. Por lo tanto, restaría contagios. «Anuncian que nos van a llegar y no llegan; eso crea desconfianza y ansiedad entre los profesionales», explica.
Crespo adelanta que a partir del 1 de febrero las cosas pueden complicarse aún más en los Centros de Salud: «Hay un concurso de traslados y hay zonas que se van a quedar sin sustitutos en el peor de los momentos». Sabe que es difícil encontrar médicos de reemplazo: «Aquí se nos van porque las condiciones de Navarra y el País Vasco son mucho mejores».
A su trabajo se suma que es el médico de seis consultorios rurales, lo que supone además muchos kilómetros a la semana. «Lo tenemos que hacer con nuestro propio coch,e lo que implica que nadie más de mi familia puede utilizarlo porque no me fío, aunque lo limpie, de que se suban en un coche en el que me he subido yo por la mañana después de ver un caso de COVID», cuenta.
Le preocupa esta tercera ola. «Estamos viendo una carga viral importante». Y eso que en su zona, «de momento» (recalca con insistencia), las cosas no van mal del todo. «Pero la gente de estos municipios es muy mayor, muchos no salen de casa (algo que también le preocupa de cara a la vacunación) y tienen miedo», explica. «Nunca había visto nada como esto», asegura, detallando que «he estado en Mozambique y aquello era tremendo, pero sabíamos a lo que íbamos». Fuera de esa situación, no había visto nunca nada igual: «La tercera ola viene cargada de hartazgo; vives todo el día pendiente de esto y ves que otros no han entendido nada de lo que estamos viviendo».
Es la realidad en la Atención Primaria. Esa que está más cerca del paciente. La que consigue que sean muchos menos los que lleguen a los hospitales. Y a la que también hay que seguir cuidando para que siga al pie del cañón.
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