Crisis del Coronavirus

Con los niños otra vez encerrados: los efectos de un positivo en el aula

Ha llegado el cole a La Rioja y con él, la primera semana, llegaron los primeros aislamientos en las clases de Infantil de algunos municipios riojanos. Logroño, Calahorra, Arnedillo… Sólo uno de los niños en clase es positivo pero el resto, al ser una clase burbuja, se deben quedar en casa durante catorce días. Y ahí llega el problema: padres que pensaban que con el inicio de curso se terminaban los juegos malabares de estos seis meses para conciliar que se ven abocados a volver a encerrar en casa a sus pequeños.

Hablamos con cuatro familias a través de WhatsApp (a veces los grupos no son tan horrorosos como nos parece). Todos son padres de la misma clase. La noticia les llegó el pasado domingo. Una de las niñas había dado positivo ese mismo día. Gracias a la rapidez de la familia y después del colegio, ese mismo domingo todos supieron que el lunes no volverían a clase. “Lo peor de todo es que mientras estábamos confinados todos sabíamos lo que teníamos que hacer, ahora se te trastocan todos los planes, lo que tenías pensado hacer el lunes en un minuto se te viene abajo”, explica una de las madres.

Esther intuyó el sábado que su hija podría tener COVID. “Eran unos pocos mocos y 37,5 de fiebre pero algo me hizo pensar que podía ser COVID”. Ella es enfermera, los síntomas no cuadraban demasiado, “quizás fue el instinto de madre”, dice. El domingo se confirmó el positivo. En seguida puso en alerta al resto de los padres, a todos sus contactos y al colegio. “En las clases del cole que habían sido aisladas anteriormente todo fue más rápido, a nosotros nos costó un poquito más”, explica otra. Hasta hoy jueves no han sabido que el resto de los niños son negativos. Si no estuviesen en infantil mañana podrían ir a clase pero las clases burbuja es lo que tienen.

“Esas clases tenían sentido con 15 niños, pero con 25 nos tememos que podemos estar todo el  curso confinados porque cuando no sea uno va a ser otro”, se lamenta una de las mamás. Esther es la única negativa en su casa por eso ha decidido aislarse ella. “Me parecía que era mejor estar yo aislada que la pequeña, así que aquí estoy, sin salir de mi habitación”, cuenta con resignación. Ve a su hija por videollamadas. Ella hace la comida y después de limpiarlo todo entran su marido y la pequeña a comer, ellos son los encargados de limpiar. Baños distintos, olor a lejía por toda la casa y sobretodo la falta de besos y abrazos. “Son demasiados días sola, esto termina pasando factura psicológica”, dice.

El telatrabajo, casi imposible

Marcos ni siquiera ha pisado aún el colegio. Su hermana adolescente fue positivo unos días antes de empezar el curso y no llegó a ir. Su padre es positivo y el pequeño y la madre negativos pero al ser contactos estrechos tienen que seguir en casa. “Entre el positivo de mi hija mayor y el mío han pasado varios días así que el resto vamos a tener que estar al menos 21 días sin salir de casa”, cuenta su padre. “Mi mujer teletrabaja y yo que estaba de vacaciones pasé directamente a estar de baja”, cuenta.  Son de fuera y no tienen familia aquí lo que implica compras por internet y apañárselas como se puede. “Si es que hasta bajar la basura es un problema porque si estamos todos aislados ¿quién la baja?” añade una de las madres.

En la familia de Alba decidieron tomar medidas para poder conciliar allá por marzo, cuando empezó el confinamiento. “Entonces me reduje la jornada a cuatro horas porque si no era imposible conciliar, aunque empezó el colegio decidí no cambiar mi jornada porque había que tener un plan B y sabíamos que esto podía pasar”, dice. Su casa abre los ojos a las seis de la mañana. “Como mi marido puede apañarse mejor que yo con los horarios él se va a esa hora a trabajar mientras yo hago comidas y esas cosas para volver a casa a las diez, entonces me voy yo a mi trabajo hasta las dos y media que él se vuelve a ir a terminar la jornada completa. Esas cuatro horas que está en casa se encarga de las clases online con el pequeño y de hacer algunas fichas”.

En definitiva, el matrimonio no se ve en todo el día. A Alba lo que más le preocupa no es eso. “A mi me preocupa mi hijo, tiene algunos rasgos de déficit de atención, y notamos como está perdiendo habilidades sociales. Él tiene que aprender a estar en grupo, las normas sociales, controlar su impulsividad, en casa para él todo es muy fácil… creemos que ésto lo puede arrastrar porque es el momento de que lo aprenda, lo académico da más igual pero esas normas tiene que aprenderlas ya”, dice su madre.

Marta tiene tres niños (2, 5 y 7 años). Todos son negativos pero los pequeños están confinados. En su caso le ha tocado confinamiento en las dos clases de sus hijas mayores, el pequeño irá mañana a la guarde tras el negativo de sus dos hermanas. El papá de los niños decidió reducir la jornada y teletrabajar en el confinamiento. Pronto se darían cuenta que hacerlo con tres niños pequeños era casi imposible. “No se puede hacer una llamada sin que te interrumpan, los clientes mosqueados…”. El matrimonio trabaja en la misma empresa familiar y eso facilitó algo las cosas. Además pudieron tirar de familia. “Pero llevamos así desde marzo y no siempre se puede”, dice Marta.

“Estábamos esperando a que llegase el colegio como agua de mayo y a la primera de cambio nos encontramos con esta situación, lo veíamos venir”. La empresa en la que trabaja Marta depende de las campañas y ahora están en una de las más fuertes del año. “Mi marido prácticamente no puede trabajar, yo entro a las siete y salgo a eso de las seis de la tarde a casa. Los días que puede, cuando yo llego, él se marcha al trabajo; mientras, se encarga de los niños, de las compras el día que podemos…”.

Clases online

Todos coinciden en que aunque el colegio ha puesto a disposición de ellos clases online no siempre es fácil seguirlas con niños tan pequeños. Es el caso de Jose, el padre de Marcos. “Su madre teletrabaja y con cinco años como comprenderás es imposible que un niño siga una clase online si no hay un adulto con él. Como yo estoy aislado, pues Marcos, de momento, está sin clases”, cuenta.

Marta además añade el problema de la falta de dispositivos para todos. “En casa hay lo que hay y las clases de las niñas coinciden en horario, así que una lo tiene que hacer a través del móvil de su padre, lo que imposibilita que éste pueda hacer sus llamadas de trabajo”. Una auténtica locura.

Están convencidos de que todos terminaremos encerrados en un momento u otro. “Incluso más de una vez”, comenta otra.

El rastreo, el momento más complicado

Tanto para Jose como para Raquel uno de los momentos más complicados ha sido el momento del rastreo. “Sabes lo que tienes que hacer y a la gente que tienes que rastrear pero también sabes que le estás haciendo una putada a mucha gente. Es muy comprometido, hay que hacerlo bien pero… hay gente que te pide que no los incluyas que están en una ETT y si falta quince días luego no le llaman”. “Pero si hay autónomos que nos están pidiendo que no le hagamos el PCR que no pueden estar quince días sin trabajar”, dice Raquel desde su posición como sanitaria. “Que lo entiendo, que es normal, que la gente se está jugando el llegar o no llegar a final de mes y eso es muy complicado”, dice.

“Nadie da solución al tema de estas bajas de los niños, es muy fácil decir 15 días en casa porque ellos no afectan a la economía del país pero los niños que acumulen muchos de estos aislamientos después de lo vivido en primavera les va a terminar afectando. Creo que se podría proponer que estos niños que tienen que aislarse quince días en casa tuviesen un ratito, con todas las medidas de seguridad, para salir a tomar el aire”, pide Alba.

“Es que todo son improvisaciones”, añade Jose. Él cuenta que “el alta epidemiológica de mi hija mayor fue de manera telefónica, a la hora de volver al colegio le pedían el alta del médico, al final tienen que confiar en mi palabra de que nos la han dado, no entiendo que no haya coordinación entre los centros y las autoridades sanitarias”.

Hacer el PCR en el momento preciso

El tema de las pruebas es otro quebradero de cabeza. Si se hace demasiado pronto no hay demasiada eficacia si se hace demasiado tarde se pierden posibles contactos. “Cuanto más se tarda más posibilidades hay de que la gente pueda incumplir el aislamiento antes de hacerse la prueba, además como hasta que no hay positivo tus contactos no se confinan, pues al final esto es un no parar”. A ellos se les advirtió del positivo de la pequeña el domingo, hasta hoy jueves no han sabido el resultado del resto, “de haber habido algún positivo los padres que hemos podido hemos seguido trabajando, lo piensas y podríamos llevar una semana contagiando a gente”, dice una de ellas.

Les quedan aún ocho días de confinamiento. Están tranquilos porque sus hijos están sanos pero preocupados porque la situación sea la habitual el resto del invierno. El problema de las clases de infantil está servido y quizás habría que darle una revisión. Es complicado que niños tan pequeños lleven mascarilla y que la mantengan bien puesta toda la jornada escolar pero habría que buscar una solución que no pase porque cada vez que haya un positivo se deban ir todos 14 días a casa. “O se reducen las cuarentenas o se pone el mismo protocolo que a los demás o como con una clase se cebe el bicho, los pequeños no la van a pisar en todo el año”.

Subir