La Rioja

“Nuestra obsesión es aportar soluciones a los clientes; además de eso, vendemos gafas”

Soplar cuarenta velas suele conllevar un cierto escalofrío. Por un lado, siempre es grato ganar en experiencia y madurez. Por el otro, uno no puede evitar preguntarse si se ve ya demasiado mayor. La crisis de los cuarenta no afecta, en cambio, a Ramón Óptica, que celebra este año sus cuarenta primaveras con más ilusión que nunca.

Porque ya llueve menos cuando los laboratorios más punteros confían en ti para testar la aceptación en el mercado de sus productos más innovadores. Porque “esas pequeñas flores” que brindan los mensajes que te hacen llegar aquellas personas a las que les has cambiado la vida eliminando un problema de visión u oído renuevan la ilusión día tras día. Porque en familia la rutina es menos rutina.

Para revelar la clave del éxito de Ramón Óptica hay que ser poco menos que doctor en Genética Avanzada. Porque sin el legado que comenzó a horadar Ramón Madorrán en 1978 y que siguen abonando en la actualidad sus hijas, Elena y Elisa, es imposible comprender que todo es tan sencillo como “encontrar una solución para cada uno de los clientes que cruzan nuestra puerta”.

“Era un comercio más”

“Cuando empecé en esta actividad la óptica era meramente otro tipo de comercio; no existían gabinetes ni consultas y ejecutábamos la receta que había prescrito previamente el oftalmólogo”, señala Ramón, quien presume de que “siempre he sido una persona muy lanzada a la que le ha gustado ver más allá”.

Así, entendió que la Óptica sería un campo muy diferente al que conoció a finales de los años 50, “prácticamente cuando empecé a echar los dientes”. Lo hizo con la aparición de las lentes de contacto, que transformarían el negocio como solo los más visionarios podían imaginar.

Avanzar antes que el resto no ha sido una meta para los Madorrán, sino toda una obligación. “Nos gusta ir un paso por delante de todo lo que viene y lo que más nos honra es el equipo humano con el que contamos; nos encanta estudiar y formarnos en todo momento para encontrar la mejor solución para cada cliente ya que nuestra óptica no es una óptica al uso”, señala Elisa.

“Contamos con departamentos especializados en baja visión, terapia visual para ‘ojos vagos’, estrabismos, problemas de aprendizaje y visón deportiva, así como lentillas a medida para cualquier tipo de patología y post-quirúrgicos, y en el ámbito audiológico, además de adaptar audífonos hacemos rehabilitación auditiva así como tratamientos de hiperacusias”. El propio fundador del negocio lo define como “una óptica para ofrecer soluciones relacionadas con la vista y el oído que, además, vende gafas”.

En su afán por ofrecer una atención integral al paciente, Elisa Madorrán subraya que “trabajamos a diario con los dos sentidos más importantes de los cinco que tenemos y eso es algo apasionante; además nos apoyamos en el sistema motor, que también interviene en nuestros tratamientos”.

El nacimiento de una dinastía

A pesar de que Elena y Elisa han ‘heredado’ Ramón Óptica, ambas aseguran que “nuestro padre jamás nos dijo que nos dedicáramos a esto, al igual que nosotras no vamos a hacerlo con nuestros hijos”. De hecho, solo la casualidad o el destino evitaron que el apellido Madorrán se desvinculara del negocio con la jubilación de Ramón.

Elena quería estudiar Criminología “porque ninguna otra carrera me llamaba la atención”. Y fue durante uno de esos largos veranos en los que sin darse cuenta de por qué consumía horas en la óptica cuando desistió de seguir los pasos de Grissom. Respecto a Elisa, su padre asegura que “idolatra a su hermana; si Elena hubiera estudiado Derecho creo que Elisa también se habría matriculado, aun siendo de Ciencias toda la vida”.

Los tres coinciden en que un comercio familiar presenta más ventajas que inconvenientes. Eso sí, todos señalan como “principal perjudicada” a la madre, ya que “hace veinte años, en el día a día no nos daba tiempo a valorar ciertas cosas y la hora de comer en casa de mis padres se convertía en una reunión de trabajo”, señala Elisa, si bien subraya que “ahora en las reuniones familiares hemos impuesto la condición de que no se hable de negocios”.

También hay unanimidad en señalar la complementación de virtudes entre los tres como la gran fortaleza de Ramón Óptica en la actualidad. Elena admira “la constancia y el mantenerse firme en el camino de mi padre, así como lo bien que tiene Elisa cogidas las riendas del negocio”. Por alusiones, su hermana destaca “la facilidad de Elena para transmitir todo lo relativo al ámbito clínico y que siempre te ayuda a levantarte cuando van mal las cosas”, mientras que asegura que “mi padre ha sabido transmitirnos desde el primer día el fin y el posicionamiento del negocio”.

El futuro

Los hijos de Elena y Elisa son demasiado pequeños todavía para decidir si habrá una tercera generación de ópticos en la familia. Sin embargo, el fundador del negocio le resta trascendencia a este hecho: “Si viniera un nieto que decidiera por sí mismo ser óptico se le apoyaría para que siguiera, pero me parecerá perfecto si deciden dedicarse a otra rama profesional. Lo digo absolutamente en serio; el día que se acabe, ¡pues señor mío, se acabó! Sin dramas”.

Es más, Ramón Madorrán está convencido de que “no merece la pena abrir más negocios tal y como están las cosas; lo importante en estos momentos es la diferenciación en el servicio, y eso se consigue solo desde la máxima calidad en la atención al cliente”.

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