El Rioja

Una evolución desde lo clásico: “Pensarás que soy un borde y quizás tengas razón”

Evolución con la mirada fija en el futuro sin perder de vista el pasado, la tradición, la experiencia adquirida desde 1890. El legado de la familia Eguizábal continúa dando pasos firmes en un camino rodeado de viñedos desde el corazón del Rioja. Y en esa andadura, una apuesta arriesgada en las formas, adaptada al año 2017, el tiempo de las redes sociales, los smartphones, el whatsapp y los mensajes claros y directos.

El vino y las personas evolucionan. Cambian. “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”, decía Ortega y Gasset. Una teoría que parece han tomado al pie de la letra en Bodegas Franco Españolas para ‘rediseñar’ el nuevo Bordón. “Descaradamente clásico”. Así lo llaman. Tan nuevo como antiguo. Porque el vino y las personas, decíamos, evolucionan.

Yo soy Manuel Martín, tan igual y tan diferente como hace casi tres décadas (ya puede perdonar el lector mi juventud) cuando aprendía a andar: más alto, más gordo y algo más cabrón, pero con la misma esencia de los ochenta que me vieron nacer. Lo cantaba Mercedes Sosa: “Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo”. Pero le replicaba Jorge Drexler, cuando un beso llegaba a mover el aspa de un molino en un rincón de La Rioja, que “nada es más simple” y que “no hay otra norma”: “Nada se pierde. Todo se transforma”.

Lo explicaba este miércoles Rubén Provedo, el nuevo director técnico de Bodegas Franco Españolas, mediante una cata de dos grandes reservas de Bordón (1978 y 2007): “La viticultura de la primera añada es como la noche y el día porque se abandonan los trabajos con mulos y se empieza a trabajar con tractores. Es uno de los últimos vinos hechos en el campo totalmente a mano”. Y a fe que llevaba razón: color, sabor, aroma, cuerpo, uva…

Ahora, anunciaba, la bodega y sus vinos siguen hacia delante “sin miedo”, estudiando el pasado “con el respeto que merece y estando orgullosos de él”, pero sabiendo que “no se puede cambiar todo”. “Ahí está la palabra ‘clásico’ en las etiquetas”, remataba.

Esa transformación que defendían Jorge Drexler y Ortega Gasset, que ahora abanderan en Bodegas Franco Españolas, se debe a un proceso liderado por Borja Eguizábal, director general de la bodega riojana desde 2016 (tercera generación de la familia) y que tiene en el Bordón su seña de identidad más reconocible: “Pensarás que soy un borde, y quizás tengas razón. Pero te confesaré algo, estoy harto de modas, de etiquetas, de postureos. No me disculpo por ser quien soy. Un clásico de Rioja con más de 125 años de historia. Me gusto. Y si a ti no, es porque todavía no me has probado. No soy borde, soy Bordón”.

Esa frase la dice Bordón, no Borja, algo más comedido en sus declaraciones, pero con la misma decisión que su vino: “Este proyecto no es un negocio para la familia, es su vida, es un camino lleno de ilusiones y de éxitos”. Para ello, se asienta en dos claves: talento (personas) e inversiones (el impulso al enoturismo, la renovación de la marca, la importancia de la producción…).

“Siento que he vuelto a mis orígenes”, reconocía, sabiendo lo que reza casi como un lema de la bodega: “Sobrevivir tantos años no es fácil. Hace falta carácter, ganas, ilusión, paciencia y garra. Por eso estoy orgulloso de mi pasado”. Evolucionar. Cambiar. Es su bandera y con ella van a intentar conquistar el mundo (al menos, el vinícola). Su mensaje: “Quítate los prejuicios, elimina las barreras de lo clásico, rompe esquemas… Ha llegado el momento de sacar lo que llevas dentro”. Lo tienen claro. Yo, también.

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