Tinta y tinto

Tinta y tinto: ‘Es sólo fútbol’

Costa del Sol. Marbella. 16 de mayo de 2024. Caluroso domingo en un campo de golf donde el Logroñés acaba de caer 1-0 en la ida de la final por el ascenso. El resultado nos resigna a remontar en Las Gaunas una semana después. Salta el Whatsapp. “¿Cómo estás?”. “Bien, hombre, la cosa no pinta mal y esto es sólo fútbol”. Mentira. Todo salvo la tilde de solo. El bien. El mal. Y el esto es sólo fútbol. Porque ni uno está bien cuando su equipo pierde, ni la cosa pinta mal cuando tienes que remontar ni el fútbol es sólo fútbol. Y si no, que se lo pregunten a esas miles de personas que cada fin de semana sufren desde sus butacas (quien las tenga) del fútbol de barro, ese que no da Movistar+ ni la ESPN.

Porque no puede ser sólo fútbol que 15.000 personas vayan a presenciar este domingo un Logroñés – Marbella teniendo a golpe de botón decenas de partidos mejores con los que disfrutar de jugadores que cobran millonadas. Ni qué decir tiene que no puede ser sólo fútbol ir a ver un Yagüe – Balsamaiso, un torneo veraniego entre Villarriba contra Villabajo o una pachanga de solteros contra casados en fiestas de tu pueblo.

Imaginemos por un momento que esta pasión desmedida se dirigiera hacia otras actividades que no sean el fútbol o Taylor Swift. ¿Qué pasaría si miles de riojanos se amontonaran en las puertas del Teatro Bretón esperando con ansias la representación de una tragedia griega? ¿Y si la ciudad se paralizara para asistir a ‘La Traviata’? O pensemos en la lectura: la última novela de un filósofo alemán generando debates acalorados en cada rincón. Sin embargo, es difícil imaginar que cualquiera de estas actividades provoque la misma emoción que el fútbol. No veríamos multitudes coreando “¡Ese libro sí se lee, sí se lee!” ni cafés repletos discutiendo si Sófocles debió haber dejado en el banquillo a Edipo.

Pobres de aquellos que consideran el fútbol eso de veintidós personas corriendo detrás de una pelota que va de un lado a otro del césped. El fútbol, y en este caso el Logroñés, representa una identidad, nuestra pertenencia a un grupo. Nos da la oportunidad de ser parte de algo más grande que nosotros mismos. Cuando el Logroñés sale al campo, no es sólo un equipo jugando al fútbol, somos todos los que salimos al campo. Somos Diego Martínez haciendo la alineación y por eso nos enfadamos cuando no nos cuadra el 4-4-2 o la pareja de mediocentros. Somos Enrique Royo estirándose para atajar un esférico que va directo hacia la escuadra. Somos Titi despejando la enésima llegada del rival. Somos Iñaki poniendo un saque de esquina al corazón del área. Somos Jony rematando hacia portería para reventar la red.

Los colores blanco y rojo forjan nuestra forma de ser, igual que el rojo, el blanco, el verde y el amarillo forjan nuestra identidad como riojanos. Ponerse la camiseta de tu equipo y unirte a una marea que comparte pasión y sentimiento es un momento de conexión colectiva que trasciende las diferencias individuales. Claro, siempre podemos argumentar que es sólo fútbol. Pero es un “sólo” que lleva consigo toda una serie de significados y consecuencias que pocas otras actividades pueden igualar. Es un “sólo” que llena nuestras vidas de emoción, de expectativas, de pertenencia y de identidad.

No podemos obviar el asuntillo económico. En este sistema capitalista en el que nos vemos obligados a funcionar, los dineros mandan y no hay proyecto que pueda sustentarte exclusivamente de ilusión. Por favor, lejos todos aquellos que repiten ese mantra de “si lo deseas con mucha fuerza, al final lo consigues”. Las ganas son un ingrediente más de una receta más compleja que, en el caso del fútbol, también tiene un componente económico a valorar. Un motor de primer orden que, en el caso de la capital riojana, a veces se olvida por lo lejos que quedan los años de Primera División y por una Segunda División reciente que no pudimos vivir por la pandemia.

Los bares, los restaurantes, los hoteles, los comercios, las bodegas… todos se llenan con una avalancha de gente que ningún otro espectáculo es capaz de movilizar (recordemos el día de la Real Sociedad en Copa del Rey, prestemos atención a este domingo o fijémonos en Alemania durante la próxima Eurocopa). No olvidemos tampoco la economía paralela que genera su actividad. Una fantástica inversión millonaria en la ciudad deportiva, por citar el ejemplo más grande, u otros servicios que requiere un equipo de fútbol en la élite que sostiene muchos negocios locales y contribuye al bienestar general de la región. Pero es sólo fútbol.

En definitiva, amigo sufridor del balompié, cuando cada domingo te pones la camiseta de tu equipo y te reúnes con amigos y familiares para ver el partido, no vas simplemente a ver un partido de fútbol. Estás siendo parte de algo mucho más grande, algo que te une a tus paisanos y que te define como comunidad. Al fin y al cabo, no es sólo fútbol. Es mucho, mucho más que eso. Aunque intentes engañarte cuando pierdes.

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