Agricultura

Los champiñoneros riojanos, al limite por la falta de tratamientos fúngicos

Instalaciones de Garper Champ en Pradejón. | Foto: Leire Díez

El champiñón es el segundo sector agrario en importancia económica y en generación de puestos de trabajo en La Rioja, pero continúa a remolque en su recuperación mientras sortea las altos precios de la paja motivados por la sequía, la ausencia de tratamientos para combatir enfermedades y la falta de relevo generacional.

Hace prácticamente un año que se constituyó la Mesa del Champiñón y la Seta de La Rioja con el propósito de aunar a todos los protagonistas del sector, desde productores a conserveros, pasando también por las plantas de compost, y así plantear posibles soluciones para revitalizar el sector. Porque la crisis del champiñón les afecta a todos por igual, especialmente cuando uno de los principales problemas es la merma de producción.

A la espera de recibir y evaluar el Plan Estratégico solicitado por la Mesa a una consultoría externa para diseñar las actuaciones a seguir, los productores de industria afrontan las últimas semanas de campaña antes de que irrumpa el verano, mientras que los del mercado de fresco (una minoría) continúan durante todo el año. Lo que ambos grupos comparte son los efectos de las enfermedades.

“Estamos acabando esta campaña de 2024 sin ningún tipo de fungicida para nuestros cultivos. Antes contábamos con dos productos diferentes: el sporgon, que combatía la mole, y el vivando, que servía para el hongo del ‘pelo’ del champiñón. Pero justo cuando se prohibió el uso de sporgon (el último día fue el 31 de diciembre de 2022), el ‘pelo’ empezó a hacer resistencia al vivando, por lo que nos encontramos con un tratamiento que ya no era eficaz para esta enfermedad y que tampoco no servía para la mole, mientras que el otro que se quedaba fuera de uso a nivel europeo”, asegura Ricardo Achútegui, quien gestiona dos champiñoneras para industria en Calahorra y Pradejón.

La mole es una de las enfermedades que más merma produce en la cosecha, por lo que cuando retiraron el sporgon del mercado se anunció que se ofrecería otra alternativa para los productores, pero estos siguen a la espera. “No hay alternativas. Deben estar estudiando diferentes opciones, pero ya se sabe que estas cosas van lentas y cuando consiguen algo luego con la normativa existen muchas pegas. Lo que está claro es que a de hoy no hay nada eficaz o que al menos pueda reducir el daño en un porcentaje”, añade Tamara Garatea, de la empresa Garper Champ en Pradejón.

Por si fuera poco, el sobrecoste de la paja para el compost ha hecho mella en las cuentas de balance de las explotaciones y es que la sequía de 2023 que tanto castigó a otros cultivos agrícolas también tuvo su repercusión en este sector. Garatea calcula que la paja ha triplicado su precio en la última campaña: “Si antes el pajero estaba cobrando en torno a 50 euros la tonelada, este campaña se ha puesto en torno a los 150 euros. A nosotros nos lo cobran en conjunto por el compost y ahora el precio estará en una media de los 200 euros, cuando antes pagábamos unos 150 o 160 euros. Es una subida muy agresiva que, además, no podemos reflejar de la misma manera sobre los precios para el consumidor”.

Esta semana la Consejería de Agricultura anunciaba un paquete de casi un millón de euros a repartir entre 183 productores y correspondientes al primer plazo de la ayuda excepcional al sector del champiñón y la seta a causa de la sequía. Garper Champ es una de las empresas beneficiadas de este colchón “bienvenido” que amortigua en parte esas pérdidas con “unos 10 euros por tonelada”.

“En peor escenario se mueven los productores de industria, que tienen que competir con países como Polonia y Holanda donde no han tenido el problema de falta de lluvia, por lo que se ven obligados a ajustar más sus precios. En la industria, además, no han podido aumentar tanto sus precios, mientras que nosotros en fresco, aunque sean mínimas, hemos podido aplicar alguna subida”.

Las sensaciones para la próxima campaña, la de 2024-2025, son algo más optimistas por las lluvias que han caído, pero el problema del sector es más de fondo. En Pradejón ha habido champiñoneras que han cerrado ya sus puertas definitivamente. No por falta de rentabilidad, pero sí por cese de actividad debido a la jubilación, lo que evidencia la falta de jóvenes que quieran coger las riendas de los negocios familiares. “Y el año que viene alguna champiñonera más hará lo mismo y es una pena, pero es cierto que el champiñón hoy en día te da lo justo para vivir y hay muchos problemas que hay que afrontar y la gente ya no quiere complicarse tanto si ve que no es rentable”, valora Garatea.

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