Agricultura

Un garbanzo ecológico en tierras de Grañón

Simiente de garbanzo lista para su siembra este pasado miércoles en Grañón.

La opción de cultivar garbanzos en las fincas riojanas no ha sido hasta ahora una alternativa muy atractiva para el sector, aunque la condicionalidad de la PAC y sus requisitos por rotar los cultivos lo han puesto sobre la mesa. Para muchos agricultores se abre una nueva semilla de interés productivo, y económico, mientras que otros ya la vienen trabajando de años atrás.

Javier Grijalba la siembra desde hace tres años en tierras de Grañón, de donde es natural, y lo hace bajo un sistema en ecológico de igual forma que mantiene toda su explotación agrícola. Cereal, caparrones, judías verdes, pimientos,… «El garbanzo no iba a ser menos. De hecho, nunca he trabajado en convencional y creo que no sabría hacerlo. Mi padre ya practicaba la agricultura ecológica hace dos décadas y yo no he visto otra cosa en casa. Ahora, además, estamos dando un paso más en el olivar con prácticas regenerativas y biodinámicas».

Simiente de garbanzo lista para su siembra este pasado miércoles en Grañón.

Así que este año el garbanzo vuelve a sus fincas, aunque en menor superficie que el año pasado, cuando sembró unas 5 hectáreas. Para esta campaña ha preferido ser más cauto y tan solo ha ocupado un par de hectáreas de terreno. Las sembró este pasado miércoles, coincidiendo con la luna creciente, y empleando para ello una máquina de monograno que le permite sembrar en hileras de 50 centímetros para luego poder pasar a retirar la hierba. Una maquinaria diferente a la que se usa en la siembra convencional y que Grijalba tiene que alquilar cada año para mantener su propósito de gestión en ecológico.

Cosecha de garbanzos en Grañón la pasada campaña.

«Yo no puedo echar herbicidas, así que tengo que usar una máquina hileradora para quitar la hierba. La gestión, como en todo lo ecológico, es más complicada porque hay que estar más encima de los sembrados. Y también el rendimiento que se saca porque si yo consigo unos 1.500 kilos por hectárea, el cultivo en convencional da en torno a 2.500 kilos por hectárea. Y eso viene en parte por la semilla que se gasta. Yo puedo echar entre 15 y 20 kilos por fanega (0,2 hectáreas), mientras que el agricultor en convencional puede usar 50 o 60 kilos, así que sí o sí tienen que recoger más. Pero yo no podría sembrar a esos niveles porque la hierba acabaría comiéndose los garbanzos», apunta.

Este agricultor de Grañón incide en que la diferencia entre el garbanzo y el guisante es enorme, a pesar de que ambos son de la familia de las leguminosas. En su día ya probó a sembrar guisantes como forraje y, aunque al principio le funcionaron bien, asegura que la tierra luego ya pide un cambio. «Es que no tienen nada que ver. El garbanzo deja mucho mejor el suelo, con más nódulos nítricos, y desde que lo siembras está aportando. El guisante, en cambio, es más aventurero. Yo con el garbanzo tengo poca experiencia, pero desde que lo trabajo estoy muy contento».

Reconoce que la venta de productos en ecológico a granel, como es su caso, todavía no está muy extendida por la falta de conciencia social. En el caso de los garbanzos, mayormente los comercializa en tiendas de semillas, gourmet o directos a restaurantes tanto en Logroño como en provincias limítrofes como Bilbao y Brugos. «Aquí no hay cooperativas ni otros intermediarios, sino que soy yo el que salgo a vender mis productos. El año pasado fue un buen año de cosecha y lo cierto es que la tierra que tenemos aquí es una suerte, con suelos muy ricos que en mi caso pueden rozar los 2,5 o 3 por ciento de materia orgánica, cuando en otras zonas de La Rioja te puedes encontrar suelos al 0,5 por ciento. Además, en tema de agua, el garbanzo no la necesita apenas, porque como bien se dice, solo necesita agua para nacer y agua para cocer».

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