Educación

“Un niño que acosa no está bien y hay que trabajar con él”

Es una mañana soleada. Los niños juegan en el patio de un colegio cercano. Unos al fútbol, otros a una rayuela enorme que en el suelo. En una esquina del gigantesco patio uno de ellos mira al horizonte. No es un simple enfado. Lleva meses repitiéndose la misma escena.

Los colegios deberían ser ese lugar en el que los niños puedan y deban disfrutar, aprender y ser felices. Sin embargo, en algunos casos el aula y todo lo que la rodea puede convertirse en su mayor pesadilla. En un escenario de víctimas, agresores y observadores, son muchos los pasos que quedan por dar para conseguir que ningún niño sufra por lo que le digan o le hagan en el centro escolar. Beatriz Burgos es la presidenta de la Asociación Contra el Acoso Escolar (ACAE Rioja) que nació “en la consulta de una enfermera comprobando que había muchos niños pequeños que no querían ir al colegio”.

“Un centro siempre está dividido en tres grupos: las víctimas, los agresores y los observadores”. Así de tajante resume uno de los problemas más complicados a los que se exponen colegios, familias y la sociedad en general. Aunque en La Rioja el curso pasado se abrieron 31 expedientes (11 en Primaria y veinte en Secundaria) y este curso se han abierto doce (dos en Primaria y diez en secundaria), ésto “sólo es la punta del iceberg”.

El informe PISA advierte que en La Rioja el 4,1 por ciento de los alumnos riojanos consideran que sufren acoso escolar. Eso significa que más de dos mil chavales -si tenemos en cuenta los 51.000 alumnos matriculados en este último curso- sienten que padecen un problema que hace mucho tiempo dejó de ser una cosa de niños.

Beatriz Burgos conoce bien estos tres tipos de grupos de los que habla. “En la víctima solemos ver fracaso escolar, inseguridad, falta de autoestima, incluso síntomas clínicos que se somatizan”. Se lamenta de que la mayoría de las actuaciones se centran demasiado en la víctima y no tanto en el agresor y su entorno.  “Un niño que acosa no está bien y hay que trabajar con él para que desista en su conducta”. Atender a la víctima no deja de ser un parche. “Lo más importante es trabajar con todos los alumnos, que todos sean conscientes de las consecuencias del acoso escolar”.

También sabe bien cómo es la actitud de los observadores. “Viven en el egocentrismo, no tienen en cuenta la indefensión de la víctima y el agresor entre ellos consigue un prestigio social, manipula al grupo”.  Porque los chavales que acosan por lo general buscan una forma de llamar la atención y se creen inmunes -en muchos casos lo son- y tienen riesgo de tendencias psicopáticas”.

La solución para Burgos pasa por “buscar soluciones conjuntas en los centros”. Para ella es evidente que “hay que conseguir dar herramientas a los alumnos para que ellos mismos detecten el acoso y sepan diferenciar lo que es y saber actuar tanto sean víctimas como observadores”. Es imprescindible que sepan expresar  sus sentimientos “porque a veces todo depende de cómo vivenciemos cada uno la situación por eso es tan importante  hablar sobre las emociones, muchas veces los niños no saben explicar qué les está pasando”.

El acoso casi siempre es multifactorial y nace en el mismo entorno de la amistad. “El acosador se va creciendo al ver que intimida a la víctima y que el observador no hace nada”. No siempre hay moratones o sangre, “muchas veces es sutil, no tiene por qué ser sólo físico, a veces ni siquiera llega a lo físico”. Burgos lo tiene claro, “uno de los peores acosos es el que se centra en los rumores y en el aislamiento del chaval porque los niños, a esas edades, necesitan del grupo y que el grupo sea de su edad para socializar”.

Para ella es imprescindible que los centros no miren para otro lado. “Hay que coger los problemas a tiempo para que no vayan a más, las bromas continuas hay que frenarlas, es complicado pero es imprescindible”. La diferencia entre el ver y el observar, el oír y el escuchar es clave para solucionar de manera temprana estas situaciones y que no vayan a más. “Desde el mundo de los adultos muchas veces nos parece que son cosas de niños pero hay que estar muy atento al sufrimiento de los menores”. 

Prevención es la palabra clave. “Hay que trabajar con ellos desde que son muy pequeños y, a pesar de que nunca es tarde hay que hacerlo desde infantil, es la única forma de que en los colegios, los conflictos, que siempre los hay, se solucionen de una manera dialogada y no a través de la violencia. No hay que ir contra la persona sino contra esa actitud que ha tenido”. Son muchas las claves cuando ‘estalla’ un caso. Nunca hay que confrontar a víctima y agresor. “Si los pones a uno frente al otro la víctima nunca habla, porque hay una ley del silencio y del miedo, también entre los observadores, incluso entre los padres”. Reconoce que es habitual escuchar eso de  “tú no te metas que no es problema tuyo”.

Una de las medidas para evitar problemas mayores está en buscar diferentes grupos de amigos. “Que no haya dependencia de uno solo, buscar a grupos de amigos en un deporte, en las clases de teatro”. Además ofrecer a nuestros hijos “una fuerte dosis de autoestima, intentar conseguir que determinadas cosas no te hagan daño”.  Y sobre todo potenciar su autonomía. “El hecho de decir que nuestro hijo no lo ha hecho no ayuda en nada a la situación tenemos que dejar de sobreprotegerles, los queremos pero no nos gustan sus actuaciones, hay que dejárselo claro”. 

A veces “los padres sabemos que algo está pasando pero no sabemos realmente qué es”. Si el niño con asiduidad no quiere ir al colegio, si viene con hambre a pesar de haberle mandado al cole con almuerzo, si empieza a bajar las notas sin un motivo aparente, si no cuentan con él para las actividades, cumpleaños…, ahí ya hay que ponerse alerta.

“Yo suelo aconsejar no interrogar cada día al menor. En muchos casos si se sienten interrogados se cierran en banda y no cuentan nada, a veces incluso los magnifican, preguntar cada día: ‘¿Ha pasado algo?’ no sirve mas que para incrementar la angustia del menor, hay muchas formas de preguntar sin que sea un interrogatorio”. 

Además Burgos alerta: el acoso siempre es intermitente. “Ante indicios de otras personas los chavales suelen parar, incluso cuando se abren expedientes, luego se termina volviendo a la misma situación si no se ha solucionado el problema y lo hacen de forma más contundente”.

Su experiencia le hace asegurar que no se denuncia lo suficiente.  “No sólo por parte de la administración y de los colegios sino incluso por parte de los padres. Si no es grave no intervienen, muchos incluso piensan que sus propios hijos exageran”.

Para Burgos se trata de uno de los retos más importantes que tiene que solventar la educación de este país.  “Pero hay que trabajar de forma multidisciplinar con los colegios, con Educación pero también con Salud, con Servicios Sociales…”

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