La Rioja

Chuches, castañas y pañuelos: la historia de Logroño, en un carro

Todo empezó en 1890 con un pequeño local en Avenida de Navarra en el que se vendían barquillos y helados. Allí Ramona y Kiko hacían las delicias de pequeños y mayores, y vieron que repartir el producto en El Espolón con un carrito podría ser buena idea. Así lo hicieron. El matrimonio no tenía hijos, así que un sobrino de Santander, Tomás, vino para ayudarles en el negocio. Llegó a Logroño con 12 años recién cumplidos y su arte para vender por las calles pronto se hizo famoso en la ciudad.

Del Espolón fue recorriendo los entornos de La Enseñanza, Escolapios, Adoratrices y Maristas añadiendo chuches a la venta, y además del carrito, fabricado por Carlos, marido de Aurora Infante, instalaron en 1968 una caseta en La Glorieta de la capital riojana que ya no se ha vuelto a mover. Por aquel entonces los tíos Ramona y Kiko ya se habían jubilado, así que Tomás siguió con el negocio.

En verano, helados, barquillos y chucherías, y en invierno, ¿por qué no probar con las castañas? Funcionó. Ese carrito tenía todo lo necesario para alegrar los paseos de los logroñeses y turistas que venían a la ciudad. Pequeño, pero cundía, ¡vaya si cundía! Y cuando eran las fiestas de la ciudad todo el mundo hacía parada en él para comprarse el pañuelo de fiestas.

A Tomás le ayudaba su sobrina, Puri Martínez, quien cogió el negocio en 2004. “Podemos hablar de una tradición de sobrinos a sobrinos”, cuenta Puri orgullosa. Ella fue la que continuó con la saga sin cambiar un ápice de lo que funcionaba bien y ya se había convertido en historia de Logroño.

Y por si esto fuera poco, Puri fue la impulsora de lo que ella llama ‘la guerra de los pañuelos’. Esto hay que explicarlo. Cuando tenía unos 12 o 13 años, el que fuera concejal de la ciudad, Emilio Marañón, le regaló un escudo de la ciudad. Un distintivo que ella comenzó a bordar en los pañuelos azules de fiestas. “Porque, aunque por aquel entonces el pañuelo granate ya se había impuesto, el auténtico pañuelo era el azul”.

Cuenta Puri que la gente seguía pidiendo el burdeos porque era más representativo del vino, y como había que hacer negocio, “empecé a bordar pañuelos de ambos colores con el escudo de la comunidad y el de la ciudad”. Y así empezó ‘la guerra de los pañuelos’ que cada San Mateo vuelve a ser noticia. “Dicen ahora que es cosa de política y políticos, pero en realidad todo el lío lo empecé yo”, ríe.

Las cosas cambiaron cuando hace casi ocho años a Puri le dio un ictus. “Organicé el dinero de una jornada para subirlo a casa, al lado de La Glorieta, y cuando llegue noté algo raro. Cuando me desperté estaba en el hospital y ya no volví a ser la misma”, lamenta ahora.

Lo importante en aquel momento era la salud de Puri, pero no se podía descuidar el negocio de tanto tiempo, así que con 18 años, su hijo Adrián Carnicero cogió las riendas. “Él fue el que se hizo cargo del carro, pero también del trabajo de la casa. Además de cuidarme a mí, cuidaba a la abuela de 90 años y a su padre que también está enfermo”. ¡Vaya joya de hijo! “No me puedo quejar, aunque a veces reñimos”, explica entre risas cómplices Puri.

Adrián lo tuvo claro: “Tenía que continuar por todo el trabajo y pasión que había puesto mi familia en esto y porque la gente me animaba a continuar con algo que se había convertido en algo propio y significativo de Logroño”.

A partir de este momento, la esencia ha sido la misma, pero el carro ya no abre todos los días del año. “Ahora solo trabajo de octubre a marzo con las castañas y en San Mateo con los pañuelos, juguetes y chucherías”.

En los meses que no está en ese cubículo de 2×2, Adrián no descansa, ni mucho menos. Hizo una FP de Mecanizado y “ando buscando trabajo de eso”. Pero también hizo el curso de Monitor de ocio y tiempo libre, “así que estoy con extraescolares y talleres que van saliendo”. Y los meses de verano trabaja en una frutería repartiendo el producto por varios pueblos de La Rioja.

Durante este fin de semana la caseta desaparecerá hasta el próximo San Mateo, “que ya me la han tirado varias veces, así que he optado por guardarla en un almacén”. Pero en septiembre volverá ante la atenta y orgullosa mirada de Puri para volver a poner en marcha ‘la guerra de los pañuelos’ y darle ese toque dulce “de toda la vida” que a todos nos trae tan buenos recuerdos y ojalá siga trayéndonos. .

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