Tinta y tinto

Tinta y tinto: ‘Aquellas noches que solíamos salir’

El tardeo es a la fiesta lo que la liga de veteranos al fútbol. Viejas glorias que se resisten a colgar las botas definitivamente y que confían en una segunda juventud mientras el deporte rey sigue por la noche con su Champions League sólo apta para los jugadores en su plenitud física y técnica. Los cuarenta y los cincuenta son los nuevos veinte y los nuevos treinta, respectivamente, con la estabilidad económica que da el mercado laboral que acogió a la generación del baby boom español.

Logroño no es una ciudad ajena al fenómeno y la calle Bretón de los Herreros es la nueva Mayor. Creímos que íbamos a salir mejores de la pandemia, pero todo se ha reducido a un cambio de hábitos a la hora de alternar. La normalidad es ahora la nueva normalidad. Todo es tan nuevo que sigue igual que toda la vida, sólo que adelantándole unas horas al reloj y dándole un lavado de cara a determinados bares para convertirlos en despedidas de soltero continuas sin despedidas de soltero en su interior.

El Stress fue la punta de lanza hace lustros. Avanzadilla para conectar La Laurel con las otrora tranquilas terrazas cercanas. Sin embargo, la llegada del Soho (la nueva huesera) ha dinamitado el tardeo logroñés hasta cotas insospechadas por los lugareños. Lugar de peregrinaje a media tarde para ponerle el broche al vermú torero mientras a su alrededor florecen nuevos proyectos que prometen emociones igual o más fuertes. La Boutique y La Luna no le andan a la zaga. Pronto, el antiguo Café Madrid se sumará al listado y en el The Club ya suenan rumores sobre un próximo aumento de decibelios con su consiguiente descenso de luz.

Media docena de garitos para saciar la sed de la liga de veteranos mientras la noche languidece salvo en las citas especiales. Porque si algo tiene el tardeo como aval es la constancia de sus integrantes. Los divorcios arrastran a los propios implicados y a la gente cercana como suplentes de lujo. Así, hasta la discoteca Suite (¿el antiguo o el nuevo Sarao?) se ha apuntado a la fiesta durante el mes de diciembre para acoger el otro fenómeno imparable del mes. Pese a las veces que desde los medios de comunicación hemos anunciado el fin del mundo y el desastre económico, las comidas de empresa proliferan a mayor ritmo que las propias empresas. Por cada compañía inscrita en el Registro Mercantil hay, al menos, tres comidas de trabajadores.

Un bucle infinito del que será difícil salir en el corto plazo. Las modas son así. La transformación del centro logroñés ha llegado también a su ambiente y sólo aguanta el Café Bretón como remanso de paz ante el ruido incesante de los hielos que chocan contra el cristal para reclamar más brebaje.

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