El Rioja

“Llegar a Gómez Cruzado me ha permitido redescubrir Rioja”

Juan Bautista Sáenz abre miras como nuevo enólogo de la bodega jarrera

Juan Bautista Sáenz, en las instalaciones jarreras de Gómez Cruzado. | Fotos: Leire Díez

Juan Bautista Sáenz ha cumplido uno de sus sueños. Tenía dos bodegas en Rioja donde, “con la boca pequeña”, aseguraba que se veía trabajando. Nunca se le había presentado la oportunidad y allí en Lanciego, oculto en el monte, no le iba nada mal con sus compañeros Pablo Eguzkiza y Telmo Rodríguez, sus “padres en la enología”. Un proyecto que ha sido vivero de mucha gente y en el que pasó la friolera de 23 años. Pero una de esas bodegas deseadas llamó hace unos meses a su puerta como si de una utopía se tratara y este enólogo marcó un nuevo hito en su historia.

Sáenz ha cambiado así los viajes por diferentes denominaciones, las fermentaciones de distintas variedades y el carácter enigmático y casi secreto que mantiene la Compañía de Vinos por unas vigas de 1886 que conforman la bodega boutique del Barrio de la Estación de Haro. La casa de Gómez Cruzado es desde junio la suya también y celebra que, desde que se animó a cruzar el río Ebro, esté descubriendo joyas que no se imaginaba que tuviera su tierra.

– Hay trenes que solo pasan una vez. ¿Qué le impulsó a subirse a este?

– Para mí el Barrio de la Estación es un paraíso con historia, tradición y calidad y, en concreto Gómez Cruzado, la entiendo como una bodega en la que se pueden hacer cosas muy chulas sin depender de la gran maquinaria de la venta de volumen. Parto, además, de que los vinos de esta casa siempre me han apasionado, sobre todo porque en toda la gama que existe no hay un solo vino igual y todos son perfectamente diferenciados. Siempre han sido referentes. Recuerdo el primer Pan Crudo que probé, en 2013 y de la añada 2011, en Venta Moncalvillo. Incluso tenía la etiqueta antigua y fue un vino que me impresionó mucho. Recuerdos, pero que te marcan.

– Ha pasado así de estar en la cocina de la bodega a ser quien presenta las creaciones. 

– No me gusta que se me conozca por lo que digo sino por lo que hago. Es cierto que en Lanciego estaba en un segundo plano, por no hablar de que se nos empezó a conocer en Rioja cuando obtuvimos los 100 puntos Parker, en 2015. Aquí, en cambio, soy la cabeza visible de la dirección técnica, pero en ambos casos el vino resultantes es fruto del trabajo de todo un equipo que muchas veces no se ve pero está ahí y tengo claro que estoy aquí por Pablo y Telmo, que han sido unos padres para mí.

– Con un primer boceto ya fijado, ¿habrá cambios en la gama de vinos o en la elaboración?

– No he venido aquí para cambiar los vinos por completo. Me gusta lo que hay, pero sí que tengo alguna idea con pequeños matices de refinamiento. También me gusta el volumen con el que trabajo, de apenas 350.000 botellas. Creo que Gómez Cruzado se ha hecho una marca importante marcando también una diferencia respecto a sus prestigiosas vecinas porque está claro que iguales no somos, así que no podemos hacer los mismos vinos. Yo aquí quiero elaborar honestidad.

– Con más de dos décadas dedicadas al mundo del vino, ¿es fácil sorprenderse ya en este sector?

– Sin duda. Y eso es justo lo bonito de este mundo, que siempre te sorprende. Siempre aprendes algo por mucho que sepas o por muchas zonas que hayas visitado. Es más, durante mi trayectoria con Telmo y Pablo he llegado a conocer más y mejor el resto de regiones vitivinícolas del país donde trabajábamos que la propia Rioja porque a mí siempre me tocaban las vendimias en Rioja Alavesa, así que esta me la conozco de punta a punta, pero fuera de aquí apenas había salido. Llegar a Gómez Cruzado me ha permitido, por tanto, ver otros puntos de Rioja, redescubrirla y conocer parajes que no me imaginaba que pudiera haber en esta denominación. Y la zona del Najerilla ha sido el ejemplo perfecto porque, además, la he conocido desde dentro, en plenas vendimias.

– ¿Ha fichado ya alguna viña o zona que apunta a ser la niña mimada de la casa?

– Hay una que va más allá de la riqueza vitícola que pueda tener. Durante unos 20 años, mientras recorría la carretera que viene des Pancorbo, tras dejar la autopista, siempre me fijaba en una viñita pequeña en una loma en Ollauri. Preciosa, en terrazas, pero a la que se notaba que no le prestaban mucha atención. Hasta que hace unos años comencé a verla diferente. La hierba segada, la labraban,… Estaba claro que esa viña tenía un nuevo dueño. Cuando llegué a Gómez Cruzado me llevaron un día a ver algunas de sus mejores parcelas y lo que nunca me imaginé es que esa viña que formaba parte de mis recuerdos y me generaba tanta ilusión fuera a formar parte de esta casa y que yo un día pudiera hacer vino de ella. Aquel día se me puso la piel de gallina… De aquí sale Cerro las Cuevas y, aunque en el registro pone que es de 1950, esta tiene más años seguro.

No me quiero olvidar tampoco de otra parcela especial. Está en Briones y para mí es una auténtica reivindicación de lo que es ser una viña con alma, con historia. Son unos dos mil metros y está en un alto desde el que se ve todo un mar de viñas con plantaciones que tendrán unos 20 años, todas emparradas para su mecanización, mientras ella sobrevive intacta para demostrar lo que un día fue esta zona.

– Ahora con la mirada desde el otro lado del Ebro, ¿en qué situación ves a Rioja?

– Prefiero no entrar en asuntos polémicos, pero lo que tengo claro es que tenemos que querernos mucho más de lo que lo hacemos porque creo que tenemos una sensación de inferioridad. Tenemos que valorar nuestros vinos por lo que son, unos con una gran calidad y tenemos que ser los primeros en relanzar esto. Además, hay que mirar más al resto del mundo y darnos cuenta que no van tampoco mejor que nosotros, que las nuevas tendencias de consumo están afectando a todos con la caída de ventas.

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