La Rioja

Los logroñeses esperan al frío para comprar castañas: “Es una cuestión de mentalidad”

Los logroñeses retrasan la compra de castañas

Empezaron a instalarse el pasado 1 de octubre, pero con el tiempo que ha hecho hasta hace unos días a nadie le apetecía pararse en un puesto de castañas ni templar las manos con un cucurucho calentito. “A día de hoy estamos vendiendo por debajo de un tercio comparado con un año normal”.

Así lo confirma Santiago Palacios, gerente de la empresa El Castañero, con sede en Alesón, que este otoño celebra su campaña 43 preservando un oficio en vías de extinción y trabajando por mejorar el valor de un cultivo de gran arraigo en nuestro país. Y es que no hay mes de octubre en el que la madera de las casetas de apenas cinco metros cuadrados de El Castañero no se vean en Logroño. En esta ocasión, tres, que sumadas a otras tres de otros profesionales ya calientan las calles de la ciudad.

No está siendo una campaña fácil para la castaña. “Venía una cosecha muy buena, pero se ha mermado mucho con el calor que ha quemado el fruto”. Santiago explica que la castaña no se varea ni se coge, “simplemente cae del árbol cuando está madura”. Eso sí, es perecedera, “así que si no la consumes en un tiempo relativamente corto se estropea”.

Las casetas en sus puestos, pero los clientes reacios todavía a probar ese manjar que simplemente asada encanta a mayores, jóvenes y niños. Según Santiago las ventas caen por un tema de mentalidad. “Estamos acostumbrados a comer la castaña cuando hace frío, y las relacionamos con eso, pero ¿sabes cuál es uno de los países que más helado consume en invierno? Suiza. El fruto hay que comerlo cuando toca, y las castañas, como las nueces, avellanas o almendras son alimentos de otoño con un montón de nutrientes y beneficios”.

Pese a que la producción no acompaña, el gerente de El Castañero admite que “nosotros hemos decidido mantener el precio este año y no subirlo con el objetivo de incentivar el consumo”. Eso teniendo en cuenta que “la castaña es un producto caro de origen. Se está revalorizando constantemente porque cada vez tiene más usos y más aceptación en el mercado, y es más cara porque hay más demanda”.

Y a esto, Santiago añade que del total de lo cosechado, “la mitad de castañas no están buenas. La piel del producto no nos deja ver lo que hay dentro de la carne, y es muy complicado separar las malas, aunque nosotros tenemos nuestros truquillos”. Artimañas que no aseguran que en un cucurucho “alguna salga pasada”. En definitiva, que “todo lo cosechado no da beneficio”.

Una docenita para llevar

Una de las trabajadoras que este año se estrena en Logroño vendiendo castañas es Rocío. En su pequeño pero acogedor cubículo en la Gran Vía con Daniel Trevijano, esta sevillana con el sombrero calado y los guantes a punto reconoce que “la gente no se está animando a comprar. Muchos dicen que están esperando a que pegue el frío para empezar a comer castañas, pero no saben que octubre y noviembre es la temporada buena de este producto”.

Hasta el puesto de Rocío se acerca una madre con su hija y no se lo piensan dos veces. Se llevan un cucurucho y una bolsita que El Castañero da para depositar las peladuras. “Aunque es tiempo no acompañe las castañas siempre vienen bien para pasar la tarde. En esta época, nosotros estamos acostumbrados a comprar, por lo menos, una vez cada dos semanas”.

Cuesta acercarse, pero el olor llama y Juan Antonio ya viene preparando la cartera desde metros atrás. Es la primera vez que compra castañas este año y es que “en tardes donde el frío todavía no se siente parece raro llevarse un cucurucho”. Aún así, Juan Antonio no lo duda y en el camino que recorre hacia casa de sus padres “les compro una docenita que sé que les gustan. Como de pequeño eran ellos los que me las traían a mí, ahora soy yo el que les alegra la tarde con castañas asadas”.

Subir