El Rioja

Una cata de sensaciones entre depósitos y tinos

Carlos Ferreiro, enólogo de Bodegas Altanza, apuesta por usar la madera con creatividad e innovación

Carlos Ferreiro, enólogo de Bodegas Altanza.

Ya no se escuchan los motores de los tractores acercarse poco a poco, con sus remolques llenos y goteando mosto, hacia la báscula para tomar la muestra del grado de esas uvas. Tampoco se escuchan esas indicaciones de los operarios a aquellos que portan la carga para maniobrar en la tolva de descarga. En Bodegas Altanza la vendimia 2023 ha puesto punto final con la recogida de sus últimos tempranillos en la zona alta de Fuenmayor, pero ahora la sintonía que ha de sonar es otra y el director de orquesta debe cambiar la partitura para hacer encajar cada compás y que todos se fundan en una misma melodía. Comienza así una nueva aventura de puertas para adentro y sin abandonar ese olor a mosto que día a día va tornándose en aromas a fermentaciones.

En la sala de elaboración de tintos, donde se levantan 32 depósitos de acero inoxidable, Domingo afronta una jornada más de remontados y descubes mientras pisa las pastas en una prensa vertical para extraer el resto del vino que queda tras el sangrado. Trabajador fijo de la bodega, él es uno de los responsables de que cada racimo que entra en la nave siga su proceso sin alteración ni contratiempo alguno, todo medido al milímetro para que el orden continúe incluso en plena campaña. El depósito 1, el primero que se llenó en estas vendimias con tempranillos cortados un 10 de setiembre, ya está inmerso en la maceración maloláctica, por lo que los aromas que desprende aún son más alcohólicos pero ya comienzan a aflorar las frutar rojas y negras, así como matices a regaliz. «Aquí hay frescor y también acidez, que se nota en cómo deja salivar en ese segundo trago», explica Carlos Ferreiro, enólogo de Altanza.

Este depósito entrará en fase de crianza a principios del próximo año para pasar una etapa en barrica antes de los trasiegos que marcarán su futuro de reserva. Tras ellos, se analizará si ese vino va a parar a crianza, reserva o gran reserva (la bodega no elabora vinos jóvenes) y si, después de ese periodo, mantiene el perfil del vino preconcebido o cambia de ruta. «Porque puede pasar que algunos depósitos mejoren o que incluso empeoran, aunque esto no suele ser lo habitual, por lo que las uvas de una viña no siempre van a parar al mismo vino». Análisis y comprobaciones sucesivas para tomar las decisiones correctas y llegar al punto final para que la identidad de Altanza siga viva en cada una de sus botellas. Y para ello se ha de conseguir esa buena acidez y un grado alcohólico adecuado, siendo a la vez un vino untuoso, potente y con capacidad de aguantar la crianza en barrica y que luego también tenga capacidad de guarda.

Carlos es uno de los más veteranos en la bodega y viene dirigiendo todas las elaboraciones desde los comienzos de Altanza. Él es el director de orquesta, el artista que diseña una pieza de arte, el chef que tiene en sus manos la gestión de todo un banquete gastronómico. con creatividad e innovación a la vez, crea obras que, a ojos del resto, parecen sencillas de ejecutar gracias al mapa perfectamente organizado que dispone en su mente antes de cada vendimia. Esta mente inquieta no deja de explorar nuevos campos en la bodega y fruto de ello es su última creación: Battonage, un blanco de viura y sauvignon blanc criado sobre sus lías durante seis meses y fermentado en barrica de roble francés.

En un paso más allá de los depósitos de fermentación, y tras el recorrido por las barricas, llega la hora de los tinos de madera, una fase por la que pasan todos los vinos de la casa, con la excepción de Edulis, uno de los más frescos de Altanza y que puede quedarse fuera si así lo decide su creador en determinadas añadas. El contacto del vino con la madera del tino aporta una crianza extra con la que se unifican los aromas gracias al tipo de roble con el que están elaborados y que es roble francés de Allier de 22.000 litros, que brindan una crianza lenta adicional y homogenizada, garantizando la misma calidad en todos los vinos. Unos tinos que vienen formando parte de la historia de Altanza desde sus comienzos y tras los que solo quedaría el periodo en botella para culminar el ciclo en la bodega.

Una de las joyas que emana de estos tinos después de pasar 18 meses descansando en barrica nueva de roble francés es Altanza Club, un vino que cuenta incluso con su espacio propio de crianza en la bodega ubicado a varios pies bajo tierra en lo que se le conoce como Club: un activo histórico de 17.000 botellas y 183 barricas nuevas de roble francés dedicadas exclusivamente a la elaboración de este vino tan especial para la firma. Un vino, además, que se enmarca en la familia de los reservas, pero que alcanza la gama de alta expresión porque lleva un tratamiento diferente al resto de reservas manteniendo los métodos de elaboración tradicionales.

«Aquí nos caracterizamos por hacer unas crianzas seleccionada, yendo más allá de los tiempos marcados por las normas del Consejo Regulador de la DOCa Rioja para poder optar a la contraetiqueta de crianza, reserva o gran reserva. Aquí fijamos el tiempo que el vino está en contacto con la madera en base a cada tipo de elaboración y su evolución», matiza el enólogo. Y ese diseño y manejo personalizado solo se puede hacer cuando la bodega trabaja sus propios viñedos. Cuando las instalaciones de Altanza dieron sus primeros pasos también lo hicieron sus viñedos que después les regalarían vinos de gran calidad con el roble francés como caballo de batalla para lograr esa elegancia y redondez. Ahora son ya 300 hectáreas con las que cuenta la bodega repartidas en diferentes parcelas y donde prima el tempranillo tinto y el sauvignon blanc. Diferentes suelos, diferentes orientaciones e inclinaciones, diferentes uvas y diferentes vinos con personalidad propia. Esto es su Finca Valvarés.

Llega el turno de los blancos, esta vez en otra nave de elaboración separada donde también tienen cabida los rosados que forman parte de la gama de Altanza. Carlos abre la canilla de un depósito de sauvignon blanc que lleva desde finales de agosto descansando en el inoxidable. Aún le quedan algunos meses más antes de filtrar, pero ya se han quedado atrás esas burbujas que inundaban el paladar en un primer sorbo. «Ahora hay mucho más zumo, más fruta». Este depósito desencadenará en el blanco seco de Altanza, cien por cien sauvignon blanc, que se suma a la gama de vinos frescos de la mano del blanco semidulce (verdejo y sauvignon blanc) y los dos rosados, un tempranillo cien por cien elaborado por sangrado y Alma Bohemia, de tempranillo y viura. Aunque Altanza es sinónimo de madera y es ahí donde sus tintos marcan la diferencia reflejando el estilo de la bodega, desde sus crianzas, reservas y gran reservas, hasta los vinos de alta expresión y los más singulares, donde Carlos maneja a su gusto, descubriendo nuevas oportunidades para sacar el máximo partido de cada tipo de uva que entra en bodega.

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