El Rioja

Una vendimia de ensueño para Elena Adell

Elena Adell da su adiós profesional el próximo mes de noviembre a Bodegas Campo Viejo

Elena Adell, en el viñedo de variedades de la bodega Campo Viejo. | Fotos: Leire Díez

Una templanza y sosiego inundan el semblante de Elena Adell. Su mirada transmite entusiasmo a la vez que un sentimiento de descanso, nunca tan merecido como hasta ahora. El próximo mes de noviembre dirá adiós a la que ha sido su casa, su fortaleza, su refugio durante 38 años, pero solo será una despedida con carácter profesional, porque la Elena más familiar, la amiga, la compañera, la cómplice, seguirá paseándose por los pasillos y salas del que ha sido su laboratorio y también su escuela. Algo que caracteriza a esta ingeniera agrónoma y enóloga, y que sobresale de entre todas sus virtudes, es el afán por estar en un continuo aprendizaje. Sin límites, sin miedos. Siempre abierta a la innovación.

Tiene mil y una anécdotas que podría contar de todas esas 37 vendimias vividas, y aún se quedaría con otras tantas guardadas, pero asegura que la de este año ha sido para ella “una vendimia de ensueño”. Elena se pone cómoda (está en casa) en una sala de reuniones con vistas al pequeño viñedo de variedades de Campo Viejo, esa bodega que desde fuera apenas deja ver una pizca de su armadura sin ni siquiera intuirse la mitad de la grandeza de las instalaciones que albergan el buen hacer tras décadas de historia. “Este año es cierto que estoy más desconectada que los anteriores, que es cuando vivía las vendimias en primera persona, pero he tenido la gran fortuna de que me han permitido pasar mi último año maravilloso, de ensueño, en esta empresa. Ahora más bien soy como una voz veterana a la que poder consultar y acudir en caso de dudas o consejos, pero no estoy en la operativa del día a día”, explica.

Despegarse así mismo de su equipo con el que ha compartido años de trabajo no ha sido fácil y reconoce que “a alguno le daba miedo que ya no fuera a estar aquí”, pero ella también ha hecho bien sus deberes en todo este tiempo y deja a sus espaldas un grupo fuerte y consolidado capaz de seguir su sombra. “Saben lo suficiente de todo esto, más que nada porque yo les he enseñado”, ríe, “pero tienen también la tranquilidad de que si surge cualquier imprevisto me van a tener ahí, lo que pasa que ya no voy a estar todos los días con ellos”. Serena y sencilla, pero sobre todo embajadora de su marca, “porque aquí todos somos vendedores” e insiste en que la clave del éxito es que todo el equipo vaya de la mano y esté estrechamente comunicado en todo momento.

Elena ya no será la enóloga de Campo Viejo ni tampoco la directora técnica del grupo Pernod Ricard Winemakers Spain (donde se engloban también las bodegas Ysios y AGE en Rioja), pero mantiene su participación a nivel sectorial como miembro de la comisión técnica de la Federación Española del Vino, así como en el grupo de Tecnología de la Organización Interprofesional del Vino.

Insiste en que esta campaña no ha sido la más complicada que ha visto a lo largo de su trayectoria, que no quiere decir que no haya sido difícil, “pero estamos ya en un punto en el que ninguna vendimia puede ser desastrosa porque ahora tenemos todos los medios y herramientas para evitarlo”. La preocupación ha estado latente en todo momento, reconoce, porque veían cómo aquello que estaba perfecto comenzaba a estropearse con el excesivo calor que llegó después de las lluvias, “pero tecnológicamente estamos tan preparados que la uva ya llega a la bodega lo más pronto posible y dentro de esta, los equipos de frío y manejo aportan también soluciones”.

Elena echa la vista atrás y afirma tajante: “Si vamos a hablar de vendimias complicadas déjame que me vaya a la de 2003. Esa sí fue la más difícil de todas las que me ha tocado vivir. Fue algo terrible, una pesadilla de campaña. Aquel año hubo unas olas de calor brutales, luego vinieron abundantes lluvias mientras continuaba el calor, así que nos encontramos en campo con racimos que tenía granos totalmente podridos y otros que aún seguían verdes. Vaya, que se produjo todo lo que no quieres en una vendimia. Es curioso que la de 2013 tampoco fue una buena añada, aunque nada más lejos de lo que se vivió diez años antes, y yo ya dije este año: ‘¡Todos atentos, que esta vendimia también acaba en 3 y a ver qué pasa!’. Pero bueno, una vez más, se ha gestionado todo bien a pesar de las complicaciones. Al final lo importante es saber interpretar lo que recibes cada año y actuar en base a ello, porque ninguna vendimia va a ser igual a otra, por mucho que se le parezca. Y eso es justo lo emocionante de una cosecha”.

El reto en una bodega que controla algo más de 5.000 parcelas repartidas por toda la denominación y supera los 35 millones de botellas vendidas al año es brutal, pero estos volúmenes no influyen para nada en la gestión de la que es una de las bodegas más grandes del mundo (tiene capacidad para 70.000 barricas en una sola nave). La filosofía de la selección es la que marca el funcionamiento en Campo Viejo. Seleccionar y distinguir en base a territorios y zonas, tipos de variedades, año de plantación, sistemas de cultivo y manejo, proveedores e incluso separando parcelas concretas. Todo lo necesario para establecer una selección que después permita decidir qué hacer con un vino, si juntarlo con otro depósito o mantenerlo por separado hasta el final. “Siempre con la mirada puesta en tejer los mimbres de los diferentes estilos de la bodega y mantener toda la diversidad que es capaz de darnos Rioja como denominación”. Y al igual que los muestreos en campo, las catas de depósitos son continuas y diarias porque de ellas dependerá el destino final de los vinos y es que la selección en Campo Viejo llega hasta la madera, en función del tipo, de la tonelería, de la edad y, en el caso del roble francés, incluso en base al tipo de bosque del que se extrae.

“Obviamente no podemos elaborar todas las viñas que trabajamos por separado, pero sabemos qué grupo de parcelas son similares y tienen potencial para un vino en concreto, algo que se ve en los depósitos pero antes también en el campo. Y no por manejar grandes volúmenes estamos más lejos de alcanzar esa exquisitez en los vinos. Eso se consigue siendo capaces de recibir por separado todas las calidades de la uva y elaborarlas también en base a ese orden, sin olvidar tampoco la complicidad que existe entre proveedor y bodega. Se trata de escuchar a nuestros viticultores, de saber lo que hay en el campo y ahí tienen un papel clave el equipo de Ventas y el de Viticultura, quienes se encargan de ese manejo y contacto directo con los propietarios de la uva”, remarca. Y lanza una reflexión interesante: “A mí me encanta escuchar a nuestros mayores y si haces algo parecido a lo que han hecho ellos, nunca jamás te vas a equivocar. Ellos no daban puntada sin hilo”.

Una enseñanza que esta mujer ha querido transmitir, y lo ha conseguido, a todos sus predecesores. Ella, en cambio, no lo tuvo tan fácil a la hora de coger el testigo de un antecesor. Como dice, desde bien joven ha ido “abriendo brecha en casi todo”. Primero, como licenciada en Ingeniería Agrónoma en Córdoba, donde aterrizó con 16 años en una promoción que solo contaba con otras seis chicas más (“¡y era la promoción con mayor número de mujeres!”). Después, ya con la Especialización en Viticultura y Enología, se encaminó de vuelta a su natal Rioja dispuesta a adentrarse en el sector del vino, pero la vida le obligó antes a hacer una parada en la administración pública en la Consejería de Agricultura para crear lo que luego sería el actual Servicio de Viñedo. Diseño de planos, visitas a campo y visitas también a las cámaras agrarias de los municipios para informar de la regulación del viñedo que se venía. Después de aquello, Elena ha continuado abanderando la innovación, el desarrollo medioambiental, la prevención de riesgos laborales, la definición de los sistemas de certificación AENOR y los APPCC,… Todos los cimientos de lo que es ahora Campo Viejo. Siempre aprendiendo, como lo sigue haciendo a día de hoy. “La diferencia ahora es que voy a poder ocuparme de todo lo que me gusta, viajar con tiempo, leer mucho y, sobre todo, compartir lo que sé y seguir escuchando”.

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