El verano se está alargando más de lo esperado y por la calle lo mismo te cruzas con personas que ya visten chaquetas como otras que todavía llevan pantalón corto. Abrir el armario y no saber qué ponerse se ha convertido en algo muy habitual. Y mientras, en los escaparates, ¿qué vemos?
El sector de la moda y el comercio se mantienen en un sinvivir. «Llevamos con la colección de otoño-invierno en tienda y exposición desde septiembre», explica Daniel Niño, socio de Mikonos. Y es que, aunque las temperaturas en pleno mes de octubre continúen siendo veraniegas, la moda sigue su ritmo, «que a veces va desacompasado», añade Daniel.
Los comerciantes no tienen la posibilidad de retrasar su decisión a la hora de comprar las colecciones. «Ahora mismo estamos terminando de comprar la de primavera-verano de 2024. Hay algunas marcas que trabajan con el concepto de ‘pronto moda’ con el fin de que todo sea más inmediato, pero la mayoría hacemos el pedido como mínimo seis meses antes. Una vez hecho, va a fábrica para empezar a producir y pasado medio año empiezan a mandarte la mercancía a tienda».
Una práctica que, por supuesto, conlleva riesgos porque cuando los comercios tienen que decidir qué y cuántas prendas adquieren para la próxima temporada, ninguna bola mágica les adelanta el tiempo que hará y si esta circunstancia influirá o no en los consumidores. Y aquí llega el problema: prendas colgadas en los percheros y pocas ventas.
Una situación que provoca que, sin apenas haber comenzado la temporada, ya veamos en los escaparates carteles de rebajas y descuentos. Una forma de vender perdiendo dinero o camuflar el precio real de las prendas, inflándolo para luego aplicarles una deducción.
Para Niño, el tiempo de rebajas es el momento de liquidación de stock o mercancía que ha sobrado en cada temporada a precio reducido. Es decir, «lo lógico sería que fueran en agosto y febrero, y más teniendo el tiempo de los últimos años». Un término que ha variado su concepto con el paso de los años, se ha ampliado a imagen y semejanza de cada comerciante y por ello «las rebajas han perdido su sentido».
¿Os acordáis de esas imágenes que veíamos en la televisión al comienzo de cada periodo de rebajas? Cientos de personas agolpadas y con los ojos fuera de las órbitas esperando que cuatro trabajadores abrieran las puertas del Corte Inglés. Vale que era un poco exagerado, pero ahí radicaba el verdadero concepto de la palabra rebaja.
Daniel recuerda que hace ya unos años, las rebajas como tal se liberalizaron. «Antes estaban legisladas y había dos épocas del año para ellas: julio-agosto y enero-febrero. Ahora, sin embargo, existe una normativa que regula lo que es rebaja, liquidación y promoción y lo que puedes poner en cada una, pero las fechas no están designadas. De esta forma, cada comerciante puede disponerlas cuando quiera y eso hace que en cualquier época te encuentres promociones. Grandes compañías lo pueden hacer porque tienen márgenes más altos, pero el comercio pequeño y local suele seguir respetando los periodos de rebajas y hacer algún que otro descuento suelto».
Pero como no sabemos ni lo que queremos, Daniel confiesa que pese a este calor, la gente ya quiere ver prendas nuevas. Ya no pega ver en las tiendas los tirantes finos, pero tampoco un plumas. Sin embargo, es lo que toca, aunque siempre se puede jugar con el tejido y los colores. «Reconozco que es todo muy contradictorio. ¿Un abrigo en el escaparate? Una locura, por eso hemos estirado un poco el periodo de las rebajas de verano e intentas colocar en el muestrario prendas más dinámicas de otoño y más acordes a este tiempo, aunque se antoje difícil».
Por ello, tal y como señala Niño, «si el sector de la moda quiere seguir siendo competitivo y tener credibilidad en el precio de sus productos, debe ser más serio para ganar cuotas de mercado frente a otras necesidades que la sociedad demanda en estos tiempos: viajes, gastronomía…».
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